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Los Generales Franceses se llevaban las manos a la cabeza, diciendo: “Esto no se parece en nada a lo que hemos visto”. En los gloriosos anales del Imperio se encuentran muchos partes como éste: “Hemos entrado en Spandau; mañana estaremos en Berlín”. Lo que aún no se había escrito era lo siguiente: “Después de dos días y dos noches de combate hemos tomado la casa número 1 de la calle de Pabostre: Ignoramos cuando se podrá tomar el número 2”. Episodios Nacionales. Benito Pérez Galdós.

 

Cuándo leí este pasaje de los episodios nacionales de Galdós, confundí la calle de Pabostre con la calle Pabostría, que como ustedes saben se encuentra detrás de la Seo.  La confusión se ha mantenido hasta el momento de escribir este texto. Por cerciorarme he consultado en internet (bendita sea la red) y he descubierto que la calle del Pabostre es la actual Manuela Sancho, heroína que fue herida en la defensa de dicha calle.

Hasta hoy, gustaba de pasear con mis invitados extranjeros (muy a menudo franceses) por los alrededores de la Seo al atardecer. Cuándo atravesábamos la calle Pabostría solía contarles este pasaje, henchido, en el fondo, de un orgullo vergonzante y común: el estúpido orgullo que hace que los pueblos recuerden las carnicerías de sus antepasados.

En cualquier caso lo he venido haciendo sistemáticamente durante estos años. Luego tomando unas tapas en los Vitorinos, gustaba también de explicarles que eso que llaman ellos “alta cocina”, aquí se toma de pie, y sin darle importancia. Mas tarde las copas en la terraza del Praga o del Chastón hasta las tantas y bien cargadas (sólo se entiende lo que es un Whisky “doble” cuando se viaja, que viene a ser la mitad de uno “normal” aquí). Y ya “trompas”, y de vuelta a casa, me gusta escuchar de sus labios lo bien que se come y se bebe; y por lo tanto se vive, aquí. ¡Como si todos los días hiciésemos lo que hacemos para agasajarles!.

Esto me recuerda una vez que mi padre invitó a comer a casa a un señor muy importante con el que quería hacer negocios. Mi madre preparó un estupendo banquete. El Champán de la Viuda, sustituyó a la sidra del Gaitero ( a lo que mi abuela, que era una “cachonda”, comentó: -¿ha fallecido el pobre gaitero?); el menú consistió en: consomé, sopa de marisco, asado de cordero, tarta casera, café, copa y puro. A los postres el invitado amablemente comentó:

-He comido estupendamente. Es más, creo que nunca había comido tan bien.

A lo que mi abuela le replicó:

- Nosotros tampoco.

 Algo de esto nos pasa como país con los visitantes. Es, en el fondo, el patrio y rancio orgullo de llenar de contenido el slogan de la primera campaña turística de los tiempos de Fraga. Aquel que decía: “España es diferente”. Y en verdad que entonces lo era ( no hay más que comparar nuestra renta per cápita de entonces con la de los que nos visitaban), pero ahora ya no lo es. Y ahora que somos casi iguales, perdemos la “bolsa” y el sueño, en demostrarles lo “rumbosos” que somos y hemos sido. Olé.

5 comentarios

Cide -

Me pones en duda, a pesar de haber leído 3 veces el episodio de Galdós, pero creo que en el propio libro, al final, explica que esa calle pasó a llamarse Manuela Sancho.
Las anécdotas de tu familia me encantan. Recuerdo también la de aquel que le pidió a tu padre que le rotulara el camión "porque no le costaba nada"

F. Alvira -

Si tu abuela prodigaba comentarios de ese tipo, tuvo que ser un rato divertido convivir con ella...

Fernando -

A eso se le llama ser farute... siendo oscense, pareces de las Cinco Villas. Es lo que tiene ser cosmopolita :-p

Miguel Angel -

!Anda que no tengo ganas de repetir esos jueves inolvidables al salir de clase...!

Teresa -

jajajja, muy bueno. Aunque tengo que añadir que cuando estuve en Zaragoza, vivi tan bien, comí tan bien y me lo pasé tan bien, que en cuanto tenga oportunidad (en unos meses) regreso.
Y no me invitó nadie, ni yo invitaba nadie ¡Qué conste!

abrazos