Eric Blair
Eric Blair quería ser otro desde siempre. Vivió, luego amó, del único modo posible, cabalgando a lomos de su fantasía y luego para explicárselo, más a sí que al mundo, lo escribió. Ese es el truco de todos los artistas, estar preocupados por grandes cuestiones abstractas: la libertad, la justicia, la belleza, la muerte, lo divino...y así poder mandar al diablo las domésticas ocupaciones diarias. Se trata de elegir entre dos personajes arquetípicos : Michael Landon, el de la casa de la pradera o Indiana Jones. Todos los adolescentes eligen el segundo, pero enseguida se les pasa. A los que no se les pasa se convierten en sacerdotes, mendigos, psicópatas, revolucionarios, delincuentes, artistas o escritores. Cuando Eric Blair fue todo esto se convirtió en Georges Orwell.
Eric Blair era un larguirucho adolescente que estudiaba en el prestigioso colegio de Eton merced a una beca. Es decir ocupaba un puesto entre la élite no por cuna sino por méritos. Sus compañeros, aunque a sus ojos fueran unos borricos, estaban llamados a ocupar los puestos más altos de la sociedad británica. Él a lo más que podía aspirar es a servir como funcionario a esa estructura, como su padre, como lo que él mas detestaba. Había visto desde niño ese modo, aparentemente amable, de humillar que ejercen los poderosos con sus empleados cercanos. Lo había experimentado en Eton desde el primer día que entró. Por eso no fue después a Oxford o a Cambridge, para no alargar la agonía, y aceleró su destino largándose de policía imperial a Birmania, es decir de perro guardián de los intereses de sus odiados compañeros. Llega prontamente a lo más abyecto de sí, a protagonizar el personaje que más detesta, a lo mismo que fue su padre, al nivel de asqueo necesario para poder ser lo que él desea de verdad: Un medigo.
Como hombre de rectas convicciones necesitaba tener razón para actuar, a eso fue a Birmania a construirse una razón a su medida, una ecuación cuya solución exacta fuera lo que él deseaba ser.
Tras esto se va de mendigo a París y allí se cree encontrar, por fin, entre sus iguales. ¿Iguales?. No, esa es su mentira y su maldición. El que va a luchar, y arriesgar su vida, por la igualdad, si algo era, era alguien neta y fatalmente distinto. Física y psíquicamente distinto. Los mendigos de París y Londres, son solo figurantes de una Epopeya prediseñada por él. La razón, igual que en Birmania, que le va a permitir construir su mejor novela: “Sin blanca en París y Londres”. Que firma, por fin, con el nombre que niega el de su padre y que le permite abolir su clase de mediocres funcionarios.
Para escribir la novela necesita de cierto grado de detestable confort. Para lo cual acepta dar clases en Hayes, al oeste de Londres. Más tarde conoce a Eileen, la única de sus novias que había asistido a la universidad, se casan y comienzan a vivir juntos en una casita con huerto. Colabora en revistas, trabaja en una librería, escribe otras novelas (claramente inferiores en calidad a “Sin blanca en Paris...). Se aburre. Comienza a sentir que de allí va a ser difícil escapar. Esposa, casa, libros publicados, humildes medios de subsistencia: La casa de la pradera.
En 1936 estalla la guerra civil española. Dice entonces: “Alguien tiene que parar el fascismo” y ese “alguien” es sin duda él. Todo lo demás debe esperar. Se alista en las milicias del p.o.u.m. Y tras una corta y deficiente preparación es enviado al frente de Aragón, cerca de Alcubierre. A defender de los fascistas una pelada loma monegrina. Ninguno de los dos ejércitos tiene los medios necesarios para atacar al otro. Sus enemigos están en otra loma idéntica a seiscientos metros. Pasando el mismo frío, pisando las mismas cagadas, buscando la misma leña inexistente para calentarse. El describe la vegetación monegrina y llama pequeños abetos a las matas de romero y tomillo que hay a su alrededor. Y le sorprende que uno de sus centinelas entone sentidos cantes y que el centinela fascista le responda con otros en la noche. Tiene a un “fascista” a tiro pero no le dispara porque estaba defecando. Un caballero no puede disparar a nadie en ese trance aunque sea el enemigo. Descubre que la guerra es cutre y sucia. Más tarde, en un permiso en Barcelona, descubre la mayor de las miserias, la mayor de las traiciones, la mayor de las abyecciones. La segunda semana trágica de Barcelona. Ve como los estalinistas del partido comunista exterminan, torturan y encarcelan a los anarquistas y a los del p.o.u.m., recién llegados del frente. Y eso lo tiene que presenciar él, que no es capaz, por estética, de disparar sobre alguien que defeca. Descubre que los de la otra loma, la de enfrente, son los adversarios, que los enemigos más terribles están a la espalda, en la retaguardia. Aquellos a los que describe en sus primeros días en Barcelona como en idílica fiesta proletaria, donde todos son iguales y respetuosos entre sí. Unos meses más tarde se ha vuelto a estructurar y ya hay policías y mandos. Con uniformes limpios, con armas relucientes y nuevas que no van a servir para luchar contra el enemigo sino como fetiche evidenciador de su clase. Y desde esa autoridad administrativa van a asesinar a sus compañeros. Inexplicablemente tras este ajetreado permiso vuelve al frente. Decepcionado, pero vuelve. Le destinan a los alrededores de Almudévar en el frente de Huesca. Ahí recibe a su señora y se hace la famosa foto con sus compañeros. Allí entra, por fin, en combate con sus enemigos ya que hasta entonces solo ha combatido verdaderamente contra sus “amigos”del partido comunista en Barcelona. Es herido en el cuello, hospitalizado en Lérida. Y tiene que salir de España clandestinamente ya que es buscado para encarcelarlo por haber pertenecido al p.o.u.m.
El estado de indignación y de verdad en que esta escrito “Homenaje a Cataluña” es impresionante. Él que es un profundo moralista no tiene ningún resorte para digerir la indignidad, la ignominia. Mas que escrito esta vomitado. Mientras lo esta escribiendo sus compañeros siguen encarcelados, torturados o combaten. Su herida aún le mantiene el dedo índice paralizado. No tiene ninguna vocación de adornarse literariamente solo quiere contar urgentemente y con claridad la verdad. Su juego le ha llevado demasiado lejos, ha traspasado la línea de no retorno y el resto de su vida y de su obra (en su caso nombrar a ambas es una redundancia ) estarán marcadas por este periodo. La mayoría de los hombres construyen un personaje en la adolescencia con el único objeto de ligar, defenderse de los otros, vengar viejas afrentas familiares o personales para descubrir en su madurez que no son otra cosa que aquel personaje que tan frívolamente crearon. Por decirlo en palabras de Eugenio, el humorista catalán, “Era uno tan feo, tan feo, que se fue a comprar una careta y le vendieron sólo la goma”.
Eric Blair por fin había muerto. Ahora ya solo quedaba Orwell, sin padre, sin madre. Habitando en el maltrecho cuerpo que Eric Blair había intentado auto-destruir y que aún le tenía que servir para escribir unas cuantas novelas fundamentales.
19 comentarios
no molestar -
jleon -
Carmen Jaulin Plana -
Y aún así, puesta a chafardear, tengo que decir que estos blog cada día me interesan más: ¡Qué extraño milenio estamos preparando!.
INgratísimo y ex amigo Cerdá: -
Que tengas un feliz año y que te salgas los mejores cuadros del universo.
Un gran abrazo para ti y para la señorita Ana Novo. Antón Castro
maníasmías -
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m ; ) -
José Félix Jaulin -
volví a las andadas, te espero en mi página
un abrazo
Félix
Enrique G Cillero -
oye ... veo que la web nola tienes traducida ... a ver ...
llámame al 639 70 31 62 y hablamos ... los textos también tendrían su polvillo en inglés ... a ver
call me ... y pago yo en los Vitorinos ... qué peligro
animalfarm -
Si, como dice Nicolás, la postura antifascista de Orwell fue problemática, ¿cómo será la los demás?
lamisma -
Fernando -
Aún así, gracias por dar a conocer el tema. Yo no sabía casi nada del tema, y me ha gustado mucho tu exposición, y el saber que hay debate posterior.
Gracias y sigue echando leña a esta fogatica cultural que estás montando en la red.
Nicolás -
Sigmundo Jiménez -
Luis Augusto -
i. -
Anónimo -
Salvo, que estoy en desacuerdo con esta moda de hablar sin saber, tan moderna por otra parte...
Paquetanto -
Anónimo -
Sólo puede halar en los téwrminos que tú lo haces o un insensato, o un malintencionado.
Sigmundo Jiménez -