Villamayor
Villamayor. Día templado y soleado de otoño. Ayer bebí un poco más de la cuenta. Comí con Broto, que expone la semana que viene en Barcelona, y, por la noche, cena con unos cuantos buenos amigos. Larga y divertida sobremesa. A las cuatro y media de la mañana vuelta a casa.
Me ha despertado el teléfono. Se me había olvidado que había quedado con el director del Diario del Alto Aragón para que me hiciese una entrevista que acompañará una lámina de un cuadro mío que regalan esta semana. He intentado fingir que estaba despejado y despierto desde hacía rato, pero creo que no lo he conseguido. En fin, no me acuerdo muy bien de lo que le he contado, esta semana lo leeré.
Ahora, a las dos y diez, se supone que debería estar trabajando. Pero este estado de semigracia que da la resaca más el paracetamol es peligrosísimo para la pintura. Se tiende a pensar que todo está quedando bien y te dejas llevar por la languidez, y se suele hacer un desaguisado, que , luego cuesta mucho reparar. Por esto, en este estado, prefiero darles a ustedes la paliza y contarles mi vida. Ya perdonarán.
Hoy es un día de los que habría que aprovechar para vagar sin rumbo por los Monegros. La luz cae límpida y dorada a través de la recién fregada atmósfera que la lluvia de estos días ha dejado.
Vagar escuchando música de Tom Waits y con alguien querido que guarda silencio a tu lado.
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Fernando -