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Roma

Roma

Estos últimos días he estado en Roma.

Cómo todas las grandes ciudades se nutre del turismo, ya saben, el viejo adagio: “al ave de paso cañazo”. Ahora los cañazos los dan Prada, Gucci y compañía. Los turistas pasean por la Piazza Navona con las bolsas impresas con los escudos de las marcas de las tiendas. Y es que ahora las ciudades turísticas son, antes que nada, centros comerciales con parques temáticos alrededor. Lo que ocurre con el de Roma es que és, además, el que dio origen a casi todo lo que somos en este primer mundo y entre las bolsas de ropa recién comprada se puede ver alguna escultura de Bernini ( ya saben, la empresa que se inventó el Barroco), algún cuadro de Caravaggio y algún templo del imperio.

Entre las tiendas de lujo de la  Via Condotti sobrevive el único establecimiento sensato de cuando aquello era una ciudad donde se vivía, el Gran Café Greco, en donde tienen enmarcado un manuscrito de mi admirado Pla, que tantos ratos pasó allí. Otra cosa que sobrevive es la sede social de la única religión verdadera: el Vaticano. Tras darse una vuelta por sus instalaciones no cabe ninguna duda de que los herejes están equivocados.

Pero lo que ha merecido realmente la pena de este viaje ha sido la observación en directo del cuadro más importante (a mi juicio) de toda la historia de la pintura. Me refiero al retrato de Inocencio X pintado por Velázquez  y que se conserva en la Galleria de los Doria Pamphili.

Esta pintura evidencia que las obras de arte no reflejan el mundo, las obras de arte, las de verdad, son una realidad independiente en sí mismas. Si me diese por ponerme ñoño, diría que experimente el síndrome de Stendhal ( una indisposición física que se experimenta ante la belleza), pero cómo soy aragonés, y  estas cosas no nos pasan, diré que se me pusieron los pelos como escarpias.

Nunca la pintura fue tan pintura, ni tan cosa, ni tan hombre. Las reproducciones que había visto (centenares) no se acercan ni a rozar lo que esta pintura és. Por mucho que se empeñen Bill Gates y Walter Benjamín, en decir que la reproductividad técnica ha sustituido a la observación directa en nuestros días, el que no vea al “Inocencio X” en directo no puede decir que lo “conoce” en el más amplio sentido de la palabra.

Volveré a Roma todas las veces que pueda, para volver a ver a la pintura manifestárse con toda su potencia, que es lo único que me viene interesando en estos últimos tiempos.

8 comentarios

maníasmías -

por algo será que a este cuadro lo tienen en la Doria, solo, encerrado en un cuartito en semipenumbra... esperandote... esperando a que traspases el umbral para poner sus ojitos brillantes sobre tí...

Lola -

Que bonito artículo. Yo he tenido que volver a Roma tres veces y espero que no sea la última. Pero aunque tiene mucho y muy distintas cosas preciosas que ver, fue en Madrid donde yo sí que me puse ñoña (y abochornada por el llanto) delante de El Descendimiento de Van der Weyden.
Encantada de encontrar este blog.

Magda -

Es "Este" al inicio, en lugar de "Todo", perdón.

Magda -

Todo post es un redescubrimiento de Inocencio X de Velázquez, excelente. No me gusta el halago por el halago, destruye todo comentario, pero aqui no puedo decir otra cosa: excelente tu texto.

JoseAngel -

De Inocencio poco tenía el hombre, o poco le veía Velázquez. Habría que mandarle otro a Velázquez a Ratzinger. Y otra cosa, ¿sabes que Roma tiene desde la Antigüedad un nombre secreto que está prohibido pronunciar?

Luis Augusto -

¡Viva Inocencio X!,aunque solo sea por la fuerza con la que has vuelto.Que gusto que te interese la pintura de esa manera.. (Habrá que volver a Roma...)

Anónimo -

Retomamos aquí el recurrente argumento de la irreproducibilidad de la obra de arte en la era de la multiplicación digital de la imagen, en la que los nuevos medios son el mensaje.
Me parece excesivo calificar de "cuadro más importante de toda la historia de la pintura" al Inocencio X obsesivamente reinterpretado por Bacon, mezclado con Monet y radiografías dentales.
Imaginemos a Velázquez, el aposentador de palacio, comisionado por el Rey de España al objeto de adquirir nuevas piezas para su colección real, de misión diplomática en largo viaje por Italia, demorando y demorando su regreso, deslumbrado por la belleza, concibiendo hijos secretos, sin pintar prácticamente nada por espacio de casi dos años, nada salvo un ejemplar retrato de su sirviente que le sirvió para sacar punta a los pinceles del retrato pontificio -troppo vero-, nada a excepción de los primeros paisajes impresionistas anticipándose a los siglos en Villa Médicis...pues eso, los pelos como escarpias.

(io)

De Antón -

Querido Pepe: Precioso artículo. Me encanta que hayas redescubierto a Inocencio X en directo.
También me habría gustado saber cómo te quedaba el chaqué que llevaste de padrino de boda.
Un abrazo.