Concurso de ideas
A Don Salvador de Madariaga cuando pasaba los últimos años de su vida en París, alguien le dijo:
-¿Pero, Don Salvador, que hace usted aquí?, ¿Cómo no vuelve a Madrid, a su ciudad, dónde todo sería más confortable?
Y él respondió:
-¿A Madrid?, ¿Para hablar con quién?.
Aún así volvió tras la muerte de Franco para ocupar su sillón en la Academia de la Lengua y pronunciar su discurso de entrada: “De la belleza en la ciencia”. Hecho esto salió otra vez, la última, para morir en Locarno, Suiza, que es donde se muere más limpiamente.
A mí, salvando todas las distancias con Don Salvador, me suelen decir lo contrario:
-¿Pero que haces aquí?. Vete. Vuélvete a París, o a Berlín, o a donde sea. ¿No ves que aquí no hay futuro?.
Lo curioso es que el que me lo suele decir no se ha ido nunca a ningún sitio. (exceptuando las vacaciones y moscosos). Y que le tuvo tanto miedo a la vida que se apresuró a aprobar unas oposicioncitas que le ataran a su ciudad y asegurasen su futuro. Y una vez resueltas las cuestiones del nutriente, se dedicó a leerse los libros que recomiendan en Babelia, y a ser un “consumidor cultural”, y a visitar “doctamente” las exposiciones que a bien tengan proponerle desde la administración para la que él trabaja.
Por supuesto que me dice lo que me dice con la mejor de sus voluntades, para hacerme el favor de animarme a hacer lo que se debe de hacer. Lo que según su criterio, inducido por la literatura cultural, ha de hacer todo creador que se precie; que es: jugarse la vida y tirarse sin red una y otra vez, hasta que se estampe, delante de sus espectadores para así entrar en el parnaso de los grandes artistas. Cómo Basquiat, cómo Haring, cómo Nebreda. Vamos, que cómo él había creído en mí, yo no le puedo defraudar ahora y me tengo que ir a buscarme la vida, otra vez, a un sitio extranjero y lejano para poder visitarme cuando lleve a sus niños a Eurodisney y traerme cómo todos, un chorizo de su pueblo.
Hace tiempo que busco una respuesta a la pregunta recurrente de porqué no me largo de una vez. Por eso he citado la respuesta de Don Salvador. Busco una respuesta que no sea hiriente (que de esas ya tengo muchas), ya que el que me la plantea lo hace por mi bien. Pero que sea lo suficientemente clara cómo para hacerle reflexionar al torpe bienintencionado y que deje de plantear estas cuestiones tan impertinentes.
Por esto me permito pedirles alguna ídea para elaborar la respuesta más correcta posible a esta recurrente pregunta.
22 comentarios
Ricardo -
Fernando -
No quieren una respuesta.
Si realmente no te importa lo que dicen, deja que hablen, lo que harán seguramente por higiene mental propia, es decir, por proyectar en ti lo que a ellos les gustaría hacer en una visión romántica del tema. Deja que hablen e ignóralos. Ya está.
Y se humilde. Los viajeros sabemos algo que los demás no saben, los que trabajamos al aire libre sabemos algo que los demás no saben. Los que conducimos miles de kilómetros sabemos algo que los demás no saben.
Pero quizá los que han pasado su vida sin salir de una oficina sepan algo que nosotros no sepamos...
michel -
Karolus - Derecho Asertivo -
Como todos los demás derechos asertivos, el derecho a no dar explicaciones acerca de nuestras acciones se desprende de nuestro derecho asertivo a ser los jueces decisivos de cuanto somos y hacemos. Si somos nuestros propios jueces, no tenemos por qué explicar nuestro comportamiento a los demás para que éstos decidan. Por supuesto, los demás siempre tendrán la opción asertiva de decirnos que no les gusta lo que hacemos. Nos cabe entonces la opción de no hacer caso de sus preferencias, de buscar un compromiso o de respetar sus preferencias y modificar por completo nuestro comportamiento. Pero si somos nuestros propios jueces, los demás no tienen derecho a manipular (sic) nuestro comportamiento y nuestros sentimientos exigiéndonos razones para convencernos de lo que sea. La creencia infantil sunyacente en esto es: debemos explicar las razones de nuestro comportamiento a los demás, puesto que somos responsables ante ellos de nuestras acciones. Debemos justificar a sus ojos...
Una respuesta puede ser: No soy tan tonto.
Magda -
Muchos saludos.
Anónimo -
Quienes critican la eficacia de las políticas culturales públicas y toman como ejemplo el caso francés reprochan al país de Voltaire o Proust que sus cineastas, escritores, pintores, filósofos, químicos, físicos, matemáticos o arquitectos no sean hoy los mejores. Es un reproche falaz porque no tiene en cuenta ni el desplazamiento del centro del mundo económico hacia EE UU y Asia, ni la imposición del inglés como idioma internacional.
La victoria para los defensores de la excepción o diversidad cultural es importante. Supone el reconocimiento legal a la multiplicidad de puntos de vista. En el discurso estadounidense esa multiplicidad queda defendida por las garantías a la "libertad de expresión". La Unesco ha querido que esa libertad de expresión no sea meramente teórica. Si nadie puede obligar a un país a interesarse por los demás, los demás sí pueden al menos asegurarse el derecho a la palabra.
A pesar de las presiones diplomáticas de Condoleezza Rice -que, veladamente, llegó a amenazar con represalias a varios países- y de la política de EE UU de acuerdos bilaterales en los que el trigo, el algodón, el arroz o cualquier otro producto agrícola sólo tiene acceso al mercado estadounidense en la medida en que el país de origen renuncia a cualquier cuota de pantalla en sus cines o televisiones, a pesar de todo ello, la Convención existirá y servirá como referencia legal a las naciones que deseen servirse de ella. Su eficacia deberá ser más alta que la del célebre protocolo de Kioto para intentar frenar la emisión de gases tóxicos. En cualquier caso, son siempre los mismos los que no quieren firmar.
Anónimo -
Se abren ahora incógnitas sobre cómo se articulará lo aprobado en la Convención con los textos vigentes en la OMC o en el seno de la UE, que precisamente pretendía legislar en materia de política cultural y hacerlo desde una óptica liberalizadora. La definición misma de cultura será materia de discusión, máxime cuando en las dos últimas décadas la concepción clásica de la cultura, la de gente como Theodor Adorno que considera la cultura y el arte como un polo de resistencia del individuo frente a la mercantilización, ha sido alegremente avasallada por la posmodernidad.
La noción de política cultural, entendida ésta como ligada a los poderes o instituciones públicas y democráticas, estaba en juego en la Unesco. La victoria de los defensores de la excepción o diversidad no garantiza que esas políticas culturales vayan a existir, que sean eficaces o buenas, pero instaura el marco legal para que las tres cosas sean posibles. Y concede un respiro a aquéllos que piensan que la lógica del máximo provecho no puede ser la única imperante.
Anónimo -
Ayer votaron a favor de la Convención 148 Estados. Dos lo hicieron en contra: Estados Unidos e Israel; y cuatro se abstuvieron: Australia, Nicaragua, Honduras y Liberia. Para que la Convención entre en vigor tiene que ser ratificada por 30 o más países miembros de la Unesco. Y sólo tendrá valor de ley para los que firmen dicha ratificación.
Mientras el comisario europeo de Educación, Jan Figel, afirmó ayer que la adopción del convenio significaba un "enorme paso" hacia el reconocimiento de la diversidad como "herencia cultural de la humanidad", la embajadora de EE UU ante la Unesco, Louise Oliver, expresó vivamente su disgusto denunciando un texto "redactado deprisa y corriendo, susceptible de ser mal interpretado", que "puede perjudicar la libre circulación de bienes y servicios" y "legitimar las violaciones de los derechos humanos".
Anónimo -
Para EE UU, que desde 1984 se había desentendido de la Unesco -se reincorporó en 2003- y anulado su participación económica en la financiación de la institución por considerarla entregada a tesis izquierdistas, la derrota en París es una nueva alerta. La mundialización está causando muchos daños colaterales y los países que no logran hacer oír su voz en la Organización Mundial del Comercio (OMC), en el Banco Mundial o en el Fondo Monetario Internacional, han encontrado en la Unesco una plataforma desde la que hacerse escuchar.
El Wall Street Journal no ha dejado de subrayar los intereses contradictorios de los coaligados para que "las actividades, bienes y servicios culturales no sean tratados exclusivamente desde la perspectiva de su valor comercial". Según el diario, portavoz del liberalismo económico, "China y otros países represivos están entusiasmados con la Convención". El periódico olvida que en sus páginas se celebró el que esos mismos países se incorporaran a la OMC.
Anónimo -
Hace 25 años, la batalla se planteaba entre un grupo de irreductibles cineastas galos y el ejército imperial de Hollywood que no contento con controlar el 85% del mercado mundial, quería también el 15% restante. Y para ello necesitaba que desapareciesen las políticas culturales de carácter nacional o supranacional -las de la UE, por ejemplo- de ayuda a proyectos, a la difusión o las cuotas de protección de un mercado interior.
El hecho mismo de que muchos países carezcan de industria audiovisual propia hizo que a los franceses les costase ampliar su círculo de aliados. Si los cineastas y artistas españoles estuvieron siempre a su lado, no puede decirse lo mismo de los poderes públicos, pues durante las legislaturas del Gobierno Aznar el presidente llegó a decir que "la excepción cultural es el argumento de los países culturalmente débiles".
Anónimo -
EL PAÍS - Cultura - 20-10-2005
1.
El pleno de la 33ª Conferencia General de la Unesco puso ayer punto final a una guerra iniciada a mediados de los ochenta entre Francia y EE UU, y en la que los norteamericanos han ido quedándose sin aliados. El enfrentamiento, que era por la cultura, por los bienes culturales, tuvo su expresión álgida en el mundo del cine. Para Washington, los intercambios comerciales en ese sector debían regirse por las mismas leyes que en el resto de los negocios. Francia enarbolaba la bandera de la excepción cultural. La Unesco, transformando la excepción en diversidad, aprobó ayer, por 148 votos a favor, dos en contra (EE UU e Israel) y cuatro abstenciones, un texto que tendrá valor legal para los Estados que lo ratifiquen.
Anónimo -
En cualquier caso, y para ir al grano, si lo que quieres es poder tener el mismo reconocimiento social que cualquier otra de las llamadas "profesiones liberales", prestigio intelectual y una apacible subsistencia económica (algo más que un pasar, vaya), tendrías que haberlo pensado mucho antes. Entre tanto, habrás de conformarte con los encendidos y sordos aplausos de tu pequeña clac, tal vez una antológica en La Lonja, si eres bueno hasta los 70 y gobierna el PSOE, claro, y la íntima y liberadora vivencia de la autenticidad artística sincera y necesariamente solitaria.
Besos,
io.
Anónimo -
Pepe de mis entretelas: ése es el criterio de autenticidad, el parámetro de calidad, que aplican, no sólo los catetos funcionarios autonómicos y municipales, sino todos los integrantes del engranaje del sistema que sufrimos. En este sentido, reflexionábamos recientemente aquí en recientes fechas, en línea con la declaración de la UNESCO de la pasada semana, acerca de la pertinencia de extender al arte los inapelables y voraces criterios mercantilistas de la globalización.
Anónimo -
Lo que verdaderamente encuentro interesante de tu reflexión, brillantemente reflejada (coño, por una vez sin faltas ortográficas), es la siguiente idea: "Lo que según su criterio, inducido por la literatura cultural, ha de hacer todo creador que se precie; que es: jugarse la vida y tirarse sin red una y otra vez, hasta que se estampe, delante de sus espectadores para así entrar en el parnaso de los grandes artistas."
Anónimo -
Me siento cada día un emigrado de Aragón, europeo en Madrid y español en Bruselas, y así observo con una agria mezcla de nostalgia y alivio la encastillada atonía en la que se sume mi Zaragoza, a la que de algún modo retorno, siquiera virtualmente, a través de tu blog, querido Pepe.
Gente como la que describes la hay en todos los medios, y no entraré aquí a rebatir, porque me aburre, el tópico repudio social al funcionario, tan caro al artisteo de todo pelaje.
Anónimo -
De nuevo nos ataca el complejo de inferioridad del provincianismo.
Desde la atalaya del alto funcionariado de una organización en vías de extinción (el aparato burocrático estatal del Reino de España), alcanzada con la sangre y sudor de mis codos y limitadas armas intelectuales, he viajado y viajo mucho más de lo que quisiera, he vivido, me he enamorado, formado y emborrachado fuera de mi país. Sin duda, desde esta atalaya, puedo decir que he conquistado mi libertad, pagando, como no puede ser de otro modo, un precio por ella.
Teresa -
(no es sano dedicar tanto tiempo a las personas que te importan una mierda)
Pepe Cerdá -
No tengo ninguna gana de irme de aquí. Aquí estoy estupendamente y viajo más de lo que quisiera.
Lo que busco es una respuesta a la pregunta que me hacen recurrentemente los tontos bienintencionados. Una respuesta del tipo:¿A ti que te importa?, pero con más jugo.
A mí se me ocurren varias:
1ª- Acompañarles a los autobuses de Agreda y sacarles un billete para que se larguen ellos.
2º-Darles la tarjeta de un especialista para que les mire lo de su catetez posmoderna, a ver si se les cura.
3º- Agradecerles el interés que demuestran por mi vida y mi carrera, y aclararles seguidamente que a mí, sus vidas y sus carreras, me importan una mierda.
Pero me parecen muy chabacanas. Por esto pedía su ayuda.
Gracias, en cualquier caso.
Luis Augusto -
Además,¿qué hay ahí afuera? Ni siquiera el turista cultural lo sabe -incluso aún menos.Los viajeros sí lo sabemos y cuando queremos lo tenemos.Y mientras tanto estamos de puta madre en donde hemos decidido estar.
(Que atrevida es la ignorancia..)
Javier B. -
Teresa -
alicia garcia -