Hay otros mundos que no están en este...
El sábado por la noche estuve en la fiesta que con motivo de su boda daban Laura y Jaume Plensa en su casa de Barcelona.
Laura y Jaume son amigos míos desde hace quince años. Nos conocimos en París donde Jaume ya era un artista conocido, pero todavía no tenía la dimensión internacional que ahora tiene. Laura y Jaume, ahora casados, ya eran una pareja entonces, bueno la palabra pareja se queda corta, eran un equipo. Jaume, como todos los grandes hombres, ha sido siempre varios, es decir él y su equipo, y capitaneando al equipo, discreta, amable y exacta, siempre ha estado Laura.
Laura ha resuelto todo lo que no fuese estrictamente artístico. Toda la organización, la logística, la supervisión, el almacenaje y la agenda ha sido cosa de Laura. Vamos que forma parte de un grupo humano perfectamente diferenciado que conocemos los que nos dedicamos a esto, que es: la señora del artista. Pero con una importante diferencia:
Laura es amable, discretísima (casi invisible) y muy elegante. Lo normal es que la señora del artista sea lo contrario: agresiva y muy visible. Un poco cómo una culeca defendiendo a su polluelo.
La fiesta fue en el jardín dónde reunió a un centenar de personas. Allí estaban sus galeristas de medio mundo, su familia y sus amigos. A mí ya se me había olvidado cómo son las fiestas civilizadas, después de siete años de asistir a las de Zaragoza. Que no es que estén mal, que a mí también me gustan, pero de vez en cuando no está mal asistir a una un poco más tranquilita. Nadie levanto la voz, nadie estuvo desafortunado o fuera de tono. Todo estuvo perfecto y agradable. Estuve con amigos que hace tiempo que no veía como Charlotte y Serge Bensimón que cuando te abrazan se te pasa todo.
En el estudio contiguo a su casa estaban los dibujos con los que va a ilustrar a Shakespeare en una edición de lujo que sacará la editorial Galaxia Gutemberg (cómo la que editó con Barceló para la divina comedia) y unas cuantas esculturas que yo no conocía. Entre ellas unas balanzas de precisión en cuyos platillos estaban grabadas distintas palabras. Esto hacía que estuviesen desequilibradas. Evidenciando que cuanto más larga es la palabra menos pesa, cómo ya es sabido.
Otra cosa que había olvidado es que existen en el mundo personas que respetan sincera y reverencialmente el arte y lo artístico. Llevo ya un tiempo acostumbrándome a la falsa franqueza, que esconde la mala educación y la mala leche, con la que aquí se suelen manifestar los que se creen en la confianza de hacerlo, que son casi todo el mundo, cuando se encuentran ante lo que no comprenden y dan por supuesto que eso ha de ser un engaño,( ¡ a ellos se la van a pegar!, con lo listos que son). Por esto ver otra vez a personas sensibles, cultas y elegantes, mirando lo artístico desde el sitio que ha de mirarse, fue muy agradable. Me parece que necesito una temporada por ahí para que se me pase este empacho de socarronería que es uno de los canceres de nuestra región y que te atrapa sin darte cuenta. Y es que si sumamos a la autocrítica feroz que para con nosotros solemos tener los de aquí, la que se nos hace constantemente desde el ambiente, y cuanto más cercano más, resulta ser demasiada carga cuando se trata de dejarse ir por vericuetos en dónde la levedad es el único equipaje posible.
No digo que lo contrario sea mejor, ya que también es muy peligroso para la creación el halago permanente, pero es que las dosis de "leña" de aquí son difícilmente soportables y viene bien una caricia de vez en cuando.
Laura y Jaume son amigos míos desde hace quince años. Nos conocimos en París donde Jaume ya era un artista conocido, pero todavía no tenía la dimensión internacional que ahora tiene. Laura y Jaume, ahora casados, ya eran una pareja entonces, bueno la palabra pareja se queda corta, eran un equipo. Jaume, como todos los grandes hombres, ha sido siempre varios, es decir él y su equipo, y capitaneando al equipo, discreta, amable y exacta, siempre ha estado Laura.
Laura ha resuelto todo lo que no fuese estrictamente artístico. Toda la organización, la logística, la supervisión, el almacenaje y la agenda ha sido cosa de Laura. Vamos que forma parte de un grupo humano perfectamente diferenciado que conocemos los que nos dedicamos a esto, que es: la señora del artista. Pero con una importante diferencia:
Laura es amable, discretísima (casi invisible) y muy elegante. Lo normal es que la señora del artista sea lo contrario: agresiva y muy visible. Un poco cómo una culeca defendiendo a su polluelo.
La fiesta fue en el jardín dónde reunió a un centenar de personas. Allí estaban sus galeristas de medio mundo, su familia y sus amigos. A mí ya se me había olvidado cómo son las fiestas civilizadas, después de siete años de asistir a las de Zaragoza. Que no es que estén mal, que a mí también me gustan, pero de vez en cuando no está mal asistir a una un poco más tranquilita. Nadie levanto la voz, nadie estuvo desafortunado o fuera de tono. Todo estuvo perfecto y agradable. Estuve con amigos que hace tiempo que no veía como Charlotte y Serge Bensimón que cuando te abrazan se te pasa todo.
En el estudio contiguo a su casa estaban los dibujos con los que va a ilustrar a Shakespeare en una edición de lujo que sacará la editorial Galaxia Gutemberg (cómo la que editó con Barceló para la divina comedia) y unas cuantas esculturas que yo no conocía. Entre ellas unas balanzas de precisión en cuyos platillos estaban grabadas distintas palabras. Esto hacía que estuviesen desequilibradas. Evidenciando que cuanto más larga es la palabra menos pesa, cómo ya es sabido.
Otra cosa que había olvidado es que existen en el mundo personas que respetan sincera y reverencialmente el arte y lo artístico. Llevo ya un tiempo acostumbrándome a la falsa franqueza, que esconde la mala educación y la mala leche, con la que aquí se suelen manifestar los que se creen en la confianza de hacerlo, que son casi todo el mundo, cuando se encuentran ante lo que no comprenden y dan por supuesto que eso ha de ser un engaño,( ¡ a ellos se la van a pegar!, con lo listos que son). Por esto ver otra vez a personas sensibles, cultas y elegantes, mirando lo artístico desde el sitio que ha de mirarse, fue muy agradable. Me parece que necesito una temporada por ahí para que se me pase este empacho de socarronería que es uno de los canceres de nuestra región y que te atrapa sin darte cuenta. Y es que si sumamos a la autocrítica feroz que para con nosotros solemos tener los de aquí, la que se nos hace constantemente desde el ambiente, y cuanto más cercano más, resulta ser demasiada carga cuando se trata de dejarse ir por vericuetos en dónde la levedad es el único equipaje posible.
No digo que lo contrario sea mejor, ya que también es muy peligroso para la creación el halago permanente, pero es que las dosis de "leña" de aquí son difícilmente soportables y viene bien una caricia de vez en cuando.
3 comentarios
benedicto 16 -
aquí esto, aquí lo otro...
aquí... en cambio, allá...
¡qué cansancio tener que volver a leer esto!
(hablemos en serio: ¿alguien me puede decir un blog catalán sobre arte tan auténtico, profundo y valiente como el de pepe c.?)
Javier B. -
Miguel Horno -