Reparto de papeles.
Para los que tenemos una personalidad melancólica, la construcción de la identidad en la adolescencia es tanto más difícil cuanto más se aleje el grupo zootécnico de uno, del que adorne al capitán del equipo de fútbol del instituto. Este suele: tener moto, estar cachas, ser un guaperas y tener papa empresario. Ellas lo admiran y compiten entre sí para ser las elegidas para lo que él apetezca. El resto de los machos normales le suelen hacer la corte y compiten, como ellas, para formar parte de la pandilla. Hay puesto de gordo gracioso, de adlátere tirillas, de dejame dar una vuelta en la moto, anda..., en fin ya saben...
Al melancólico con el ego desproporcionado, como no va a ser admitido, ni quiere, en el grupo de los machos dominantes, le queda el papel antitético de reflexivo y sensible intelectual. Ocupando este papel, por lo menos, puede aspirar a cubrir las hembras que son rechazadas por el standard de raza motorizado. Tienen menos trapio que las elegidas por el jefe, menos tetas, el culo más caído y el pelo más lacio, pero son hembras al fin y al cabo. Y en la adolescencia lo primero, es lo primero.
Ahí empieza uno a leer a Artaud, a alquilarse una buhardilla y comprarse unos libros de Parramón, y un caballete, y una caja de óleos, y ponte aquí que te voy a hacer un retrato.
Como dios los cría y ellos se juntan empieza uno a conocer a otros colegas y a hacer exposiciones colectivas en los cafés donde se fuman los porros y se beben las absentas (que en mi época se podían beber). Y al salir, mientras se espera con ella el autobús, se ve pasar al de la moto, ahora con coche fardón, con una de su catálogo de rubias mechadas. Y a fumar más porros, y a coger más pedos, y a ilustrar fancines, y libros de poesía, y premios de arte joven, y todo lo que haga falta.
Ahora como la edad todo lo aplaca, suelo cenar con los de la moto, que como les ha ido bien en la vida suelen comprar cuadros. Su rubia mechada, está estirada, implantada de botox y liposupcionada. Y me mira como no me miró entonces, pero ahora ya es tarde. Si intimo un poco más con el de la moto y salgo de copas con él me presenta a la ciudadana soviética de la que anda enamorado, pero por los chicos y por no destrozar la familia ha de mantener su idilio en secreto. Y entonces, al final de la noche, con mas copas que Heraclio Fournier, me dice que me envidia, que envidia mi libertad, la vida que he llevado, lo que he viajado y (lo que más me jode) que me dedico a lo que me gusta. Que él ha tenido que llevar los negocios familiares y que lo único que ha elegido es a su soviética, pero que no puede ser por los niños..
Al melancólico con el ego desproporcionado, como no va a ser admitido, ni quiere, en el grupo de los machos dominantes, le queda el papel antitético de reflexivo y sensible intelectual. Ocupando este papel, por lo menos, puede aspirar a cubrir las hembras que son rechazadas por el standard de raza motorizado. Tienen menos trapio que las elegidas por el jefe, menos tetas, el culo más caído y el pelo más lacio, pero son hembras al fin y al cabo. Y en la adolescencia lo primero, es lo primero.
Ahí empieza uno a leer a Artaud, a alquilarse una buhardilla y comprarse unos libros de Parramón, y un caballete, y una caja de óleos, y ponte aquí que te voy a hacer un retrato.
Como dios los cría y ellos se juntan empieza uno a conocer a otros colegas y a hacer exposiciones colectivas en los cafés donde se fuman los porros y se beben las absentas (que en mi época se podían beber). Y al salir, mientras se espera con ella el autobús, se ve pasar al de la moto, ahora con coche fardón, con una de su catálogo de rubias mechadas. Y a fumar más porros, y a coger más pedos, y a ilustrar fancines, y libros de poesía, y premios de arte joven, y todo lo que haga falta.
Ahora como la edad todo lo aplaca, suelo cenar con los de la moto, que como les ha ido bien en la vida suelen comprar cuadros. Su rubia mechada, está estirada, implantada de botox y liposupcionada. Y me mira como no me miró entonces, pero ahora ya es tarde. Si intimo un poco más con el de la moto y salgo de copas con él me presenta a la ciudadana soviética de la que anda enamorado, pero por los chicos y por no destrozar la familia ha de mantener su idilio en secreto. Y entonces, al final de la noche, con mas copas que Heraclio Fournier, me dice que me envidia, que envidia mi libertad, la vida que he llevado, lo que he viajado y (lo que más me jode) que me dedico a lo que me gusta. Que él ha tenido que llevar los negocios familiares y que lo único que ha elegido es a su soviética, pero que no puede ser por los niños..
2 comentarios
maníasmías -
Pero no nos pongamos nostálgicos demás, seguramente tú no te has arrepentido de nada y el de la moto, con soviética o sin soviética, todavía está por descubrir para qué vino a este valle de lágrimas.
Teresa -