Vida y obra
Vi la primera vez las fotos de David Nebreda en casa de José Manuel Broto en París, más o menos por el año 1996. Allí las había llevado Gloria Collado a quien después de veinte años de silencio y trabajo se las había entregado el propio David Nebreda. José Manuel se las enseñó a su galerista en París, Renos Xippas, y este le organizó la primera exposición de su trabajo en su galería. Allí las vio Leo Scheer que inauguró su editorial con un libro sobre la obra de Nebreda. A Leo Scheer,( sociólogo, experto en comunicación, amigo de Braudillard, casado con Natalie Rheims, hija del famoso commissaire-priseur y crítico de arte Maurice Rheims, cercano a la cadena de televisión canal plus de Francia, etc.) no se le escapó la obra de Nebreda. Es más, decidió ser editor de libros de arte para difundir la obra de Nebreda. Después, durante la preparación del libro, Leo Scheer le encargó a mi amigo Juan Alonso, semiótico y colaborador de la revista que editaba Scheer, que hiciese de lazarillo y traductor de Nebreda en París. De este modo mi amigo Juan se convirtió en la persona que más había hablado con Nebreda en los últimos veinte años. Si, veinte años en los que el autor había estado encerrado en un cuarto, dejándose morir de inanición, dibujando con su sangre y excrementos, sin radio, ni libros, ni televisión. Y fotografiándose a sí mismo con exquisito cuidado. Cuando consideró su obra terminada cogió las fotos, fue a casa de Gloria Collado en Madrid, llamó al timbre de la puerta y le dijo:
-Tengo esto.
Así sin más.
Mi amigo Juan, cada vez que pasaba unas horas con Nebreda, me llamaba y nos íbamos a tomar unas cañas. Necesitaba volver a la vida. La intensidad de estar con un hombre así le fatigaba psíquicamente al tiempo que estaba absolutamente fascinado con el personaje. Y es que David Nebreda es verdad, tan esencialmente verdad que se hace insoportable para nuestros ojos, tan acostumbrados a alimentarse de edulcoradas mentiras.
La intensidad de las imágenes en sí mismas (olvidándonos por un momento que reflejan la vida del autor) es impresionante. No pueden dejar a nadie indiferentes. La actitud y aptitud del autor ante el arte es rotundamente incuestionable. A sus lado todos los demás se convierten súbitamente en impostores.
Por eso su carrera (hablar de carrera en el caso de Nebreda es casi un sacrilegio, pero no encuentro otra palabra) ha sido fulgurante. Como no podía ser de otra manera. Sus obras son buenas, muy buenas. Tan buenas y tan atemporales como la mejor imaginería barroca.
-Tengo esto.
Así sin más.
Mi amigo Juan, cada vez que pasaba unas horas con Nebreda, me llamaba y nos íbamos a tomar unas cañas. Necesitaba volver a la vida. La intensidad de estar con un hombre así le fatigaba psíquicamente al tiempo que estaba absolutamente fascinado con el personaje. Y es que David Nebreda es verdad, tan esencialmente verdad que se hace insoportable para nuestros ojos, tan acostumbrados a alimentarse de edulcoradas mentiras.
La intensidad de las imágenes en sí mismas (olvidándonos por un momento que reflejan la vida del autor) es impresionante. No pueden dejar a nadie indiferentes. La actitud y aptitud del autor ante el arte es rotundamente incuestionable. A sus lado todos los demás se convierten súbitamente en impostores.
Por eso su carrera (hablar de carrera en el caso de Nebreda es casi un sacrilegio, pero no encuentro otra palabra) ha sido fulgurante. Como no podía ser de otra manera. Sus obras son buenas, muy buenas. Tan buenas y tan atemporales como la mejor imaginería barroca.
21 comentarios
rita -
Anónimo -
Sois todos tannnnnnnn inteligentes cómo para saber qué es lo que piensa, siente, vive, SUFRE y por qué o para qué necesitó N. hacer todo esto?...
El que sea esquizoide que lo diga, y aún así erraría. Así que dejen de ser tal súmamente gilipuertas y/o aburridos de tirar piedras sin tener ni santa idea.
Buenas tardes.
alejandro -
shiri -
neyali -
Charo -
Lo siento si parezco "aguafiestas" pero fueron las reflexiones que se me imponen despues de analisar un trabajo como el de David Nebreda. Aunque agradablemente sorprendida estéticamente, éticamente pertubada por la insensatez del ejercicio. Si bien hoy en dia esta "démodé" hablar de cuestiones de moral o de ética salvo si es con un intéres politico o économico, el arte tambien tiene sus limites por encima del mercado mismo.
joaquín -
MARIA -
No dudo en clasificar, de entre todos los artistas entre los que se incluyen Mathew Barney, Bill Viola y otros que trabajan conceptos como lo desagradable, lo siniestro, lo abyecto... los 2 autorretratos de David Nebreda como lo más inquietante e impactante de todas las manifestaciones y representaciones del dolor.
Si los criterios de esta exposición respecto al significado de neobarroco que aglutina las obras son vagos, la obra de Nebreda se convierte en lo más auténtico y llega a unos niveles de realidad que producen rechazo, un rechazo muy real, en oposición a otras construcciones escéntricas en las que el autor no aparece ni en materia ni en espíritu, ni en verdad ni en simbolismo. Y esto parece casi negligencia porque el barroco tiene algo que desgarra la piel, física o espiritualmente, algo presente. En lo barroco no hay nada de indiferencia, por lo menos estética.
El misticismo de los autorretratos de Nebreda tiene la misma intensidad y tono que un cuadro barroco. No conozco ningún otro artista que capte esta esencia.
Por otra parte, si el espectador no lo sabe se dará cuenta, al leer el texto que acompaña, que ése es su cuerpo y no una puesta en escena fruto de la transformación o manipulación de la imagen. El estado en el que David Nebreda se encuentra lleva sin duda a un juicio moral y no artístico, debido al hecho de que ponga en peligro su propio cuerpo; que éste y el misticismo de su obra sean lo mismo, resultado y consecuencia de un riesgo y una mutilación constantes...
Anónimo -
VIVA PIAZZOLA
(io)
kilombo -
Anónimo -
1. La obra de N. no es autobiográfica. No aporta dato alguno sobre el acontecer de la vida diaria del autor. Es del todo ajena a la cotidianeidad.
2. N. juega con el inconsciente colectivo de la imaginería occidental (primordialmente católica)que todos arrastramos, y que hace propia y subvierte para sus propios fines iconográficos.
3. Es erróneo atribuir la obra de N. a una pulsión primaria o instintiva que vendría a atribuirle "veracidad". Antes al contrario, sus imágenes presentan un alto grado de elaboración y meditación previas, siendo producto de una refinada técnica fotográfica.
(io)
kilombo -
2) Estimado Pepe: gracias a ti por el blog y por tu prosa, siempre sabrosa y aguda.
A lo que voy.
Aunque las últimas tendencias me dan un poco de grima, mi aproximación al arte no es precisamente dieciochesca: estoy de acuerdo en que su materia no es exactamente lo sublime y lo bello, sino lo intenso y lo trágico. Coincido también en que la obra de Nebreda es formalmente impecable. Lo que dudo es que sea algo más. Ya he dicho que puede ser un defecto de apreciación, y entonces la cosa no tendría mayor importancia (uno tiene el ego más o menos controlado).
Por lo demás, creo (por lo menos mientras lo escribo) que cuando un hombre reflexiona sobre su esencia se equivoca tanto como cuando lo hace sobre su futuro, pues la existencia de ambas cosas es bastante dudosa más allá del plano literario. Tal vez ese mismo hombre haría mejor reflexionando sobre la materia de las cosas, lo cual le ayudaría a instalarse mejor en el presente (que, mientras no se demuestre lo contrario, es lo único que tiene). Claro, decirlo es fácil, pero lo que es hacerlo, eso sólo pueden hacerlo los monjes budistas. Los demás nos contentamos con ir tirando o nos matamos a pajas. Los más afortunados se dedican al arte.
Si, por coherencia con lo anterior, o por seguir el juego, me interrogo sobre la materia de las fotos de Nebreda, tengo que referirme a la enfermedad. Es posible que tengan ustedes razón y eso construya algún sentido que a mí se me escapa. Pero yo creo que hay cosas que por mucho que nos empeñemos no tienen sentido, simplemente son. Lo del sentido viene después, y viene, creo, de nuestra necesidad de hacer legible la realidad que nos rodea, que es lo mismo que hacerla digerible, y, cómo no, hacer legibles a los demás (de ahí que nos despisten tanto sus contradicciones: véase yo y los otros yo).
Mi preocupación venía de la sospecha, equivocada o no, de que explicando la obra de arte por vías retóricas y, en buena medida, ajenas, asignándole un sentido que probablemente ni siquiera tiene, la desactivamos. La idea es clásica. Si te he entendido bien, el hecho de llevar la obra de Nebreda a un museo la dota de sentido. Otro clásico. Con toda modestia (y esto último no es retórica): a mí me parece que, en ese caso, el único sentido es que nos movemos en un ambiente de tanta indigencia que estamos dispuestos a comulgar con ruedas de molino. O será que uno no es un turista cultural (ni de ningún tipo) y también ha leído a Artaud.
Sea usted indulgente con mi verborrea.
Anónimo -
(io)
pepe cerda -
Gracias por tu bien argumentada reflexión, que lleva las cosas al fin de la cuestión que a mi modo de ver es esta: ¿el arte debe ocuparse de lo sublime y bello o de lo intenso y trágico?. Cuando un hombre reflexiona sobre su esencia y sobre su futuro tiene las mismas razones para aterrarse que para alegrarse. Aterrarse por la futilidad de todo y por su pronta decrepitud o alegrarse por lo maravilloso de que el sol haya vuelto a salir. Según se aterre o se maraville su modo de estar en el mundo será muy distinto. En esencia se trataría de ver las cosas con los ojos de un budista o de un cristiano.
La obra del cristiano Nebreda son sus fotos, el tema de sus fotos es él mismo que al igual que el Mesías que adoramos en las iglesias colgado de un madero, sufre ante nosotros para que reflexionemos. Si no dejan a nadie indiferente no se debe exclusivamente a su obscenidad, sino al hecho de que sean presentadas en un museo o galería y elevadas a la categoría de arte. Son una patada en los huevos para los turistas culturales y amateurs de nuevas tendencias.
Nebreda no le ha hecho nada a nadie, salvo a sí mismo, y ha construido una obra formalmente impecable. Otra cosa es que debamos defenderlo de sí mismo e internarlo por su evidente capacidad auto destructiva, pero a él y al que se cortó la oreja, y al que se suicido...y a tantos y tantos de los que admiramos con la mariconera en los museos y de los que nos compramos libros en los Vips.
Anónimo -
Desde luego, nuestro piazzoliano amigo, relacionar a los accionistas vieneses con N. es confundir el culo con las témporas, pero esto no es el colegio.
Celebro, en cualquier caso, que se encuentre usted bien del coco. Ya me aclarará qué se quiere decir con eso.
Lamento que mis alusiones a la autenticidad del artista, la belleza de la obscenidad y la espiritualidad en relación con la obra de N. le hayan parecido pura retórica (por no decir otra cosa) (dígala, hombre, que estamos entre amigos).
En cualquier caso creo que yerra usted el tiro: la obra de N. no es, a mi juicio, en absoluto autobiográfica en el sentido literario del término, no pretende ilustrar las patologías psiquiátricas que hayan podido afectar al autor a lo largo de su vida, NO ES UN RELATO DE LA ENFERMEDAD (por eso no soy un sádico que se extasíe con fotos de leproserías o quirófanos); sino que maneja con enorme sutileza y pericia técnica los grandes temas tradicionales del imaginario colectivo del arte occidental, encarnándolos con doloroso verismo en sus autorretratos.
Suyo,
Io.
kilombo -
En general, los artistas autolesionados me caen bastante simpáticos. De hecho, me parece injusto que esa tendencia, tan escasamente representada en nuestro país, no se fomente, o incluso se financie, mediante un programa de becas del ministerio de Cultura, a ver si así nuestros artistas consiguen igualar las mutilaciones genitales de algunos de sus colegas vieneses o los bonitos motivos al ácido en el rostro de cierto poeta chileno. ¿O es que sólo tienen derecho a mamar de la teta pública los cineastas españoles (disculpen el oxímoron)?
El caso que nos ocupa es diferente. Más serio, diría yo. Y lo es porque, antes que nada, antes que frente a cualquier otra cosa, esas imágenes nos sitúan frente a la enfermedad. Y lo hacen con brutalidad, en el sentido de patada directa al estómago y de en bruto, sin mayor elaboración del discurso. Llámenlo verdad, si ustedes quieren, pero se trata de una experiencia visual que se agota en sí misma, a poco bien que esté uno del coco.
Disculpen mi ceguera, pero no creo que sea posible extraer ningún tipo de goce ni reflexión estética de las fotos de Nebreda; no creo que su arte genere ningún tipo de consideración posterior. Ni falta que hace, dirán ustedes. Pero entonces, diré yo, no veo la diferencia entre extasiarse ante las fotos de Nebreda y hacerlo ante las que se obtienen en los quirófanos o en las leproserías, la verdad. Si alguien quiere explicármela, soy todo oídos.
Probablemente, esas imágenes le han salvado la vida al pobre tipo que aparece en ellas, y ésa es su única justificación. No es poco. Pero, dicho sea con todo el respeto y en el ánimo de animar el debate, que no de faltar a nadie, todo eso de la autenticidad del artista, la belleza de la obscenidad y la espiritualidad es pura retórica (por no decir otra cosa).
Recordarán que el bueno de Epicuro enseñaba a sus discípulos (amigos, si se quiere) a no temer a la muerte; sin embargo temía a la enfermedad (seguramente porque siempre estuvo enfermo). Con esto quiero decir que, desgraciadamente, no faltan en la vida ocasiones para reflexionar sobre la enfermedad: no creo que nadie necesite unas fotos para ello. Esto me hace pensar que, decididamente, la cosa ha de ir por otro sitio y no me he enterado de nada: insisto, ilumínenme.
Y conste que, cuando hablo de enfermedad, la que más me preocupa no es la de Nebreda, sino la de los Xippas, los Leo Scheer y todos los glosistas y hagiógrafos del orate.
Un saludo para todos.
Anónimo -
(io)
Anónimo -
Creo que mi texto anterior es suficientemente elocuente acerca de mi respeto y admiración hacia la obra del anoréxico coprófago (si bien, todo hay que decirlo, prefiero su primer libro al último, en el que se desliza peligrosamente hacia un cierto esteticismo, síntoma quizás del agotamiento de un patrón creativo abiertamiente suicida).
En cualquier caso, lo que pretendía señalar al decir que N. "también se vende" y "tiene éxito"(innegable que algún interés, al menos el de mostrar su obra, y en última instancia venderla, tendría al entregarla para su conocimiento público)es que nadie puede ser absoluta y radicalmente puro o "auténtico". Pero Nebreda no es, desde luego, el mejor ejemplo de esta impostura, la del pretendido radicalismo autenticista de trasnochados héroes tardo-románticos, sino que más bien, como tú apuntas, "a su lado todos los demás se convierten súbitamente en impostores". Cuánto me complacería proseguir nuestro análisis con "los demás".
Suyo,
io.
Pepe Cerdá -
Es cierto todo lo que dices de Nebreda a excepción de que también se vende. Que las cosas se vendan es intrínseco a este nuestro primer mundo y en este caso es una anécdota.
Como he explicado, por casualidad estuve más o menos próximo a lo que fue su descubrimiento y la única acción que Nebreda hizo para esto fue tocar el timbre de Gloria Collado. A partir de ahí los hechos se sucedieron sin que él hiciera gran cosa. Creo que el "exito" le trae sin cuidado.
Luis Augusto -
En todo caso,un tipo fascinante.
Anónimo -
Me gustaría suscitar algunas reflexiones en torno a aspectos que considero fundamentales en la obra del coprófago:
-AUTORRETRATO=AUTOINMOLACIÓN. La noción de autenticidad del artista y su obra, llevada hasta sus últimas consecuencias. Conjunción inseparable entre vida y corpus artístico. No cabe, como propones, olvidarnos de que lo que vemos es la vida del autor, pues este hecho legitima y aporta significado a la obra. Lo que vemos es LA VERDAD, y por eso nos impresiona. A pesar de todo, Nebreda también se vende, a 83,36eur., Editions Léo Scheer (de lujo, claro). A pesar de todo, Nebreda tiene éxito.
-LA BELLEZA DE LA OBSCENIDAD. Sublimación de las represiones a través de la transgresión. Íntimo deleite enfermo, tan español, hallado en lo monstruoso. Enanos de Velázquez, pinturas negras de Goya, escatología de kiosco.
-ESPIRITUALIDAD. Austera celebración de la coprofagia, barroca ascesis a través de laceraciones y estigmas. Transustanciación del salón del autor en redentor Gólgota. Encarnación en Nebreda de la iconografía cristiana del dolor.
-LA TÉCNICA. Nebreda es un gran fotógrafo, aunque su obra trascienda con mucho ésa y cualquier otra disciplina. ¿Happening, instalación, fotografía, pintura, ecce homo escultórico?...
(io)