Yo, y los otros yo.
Sólo se que yo soy otro
No me acuerdo quien lo dijo y ahora no tengo ganas de buscar, pero sé que alguien lo dijo.
Como mínimo somos tres: uno el que piensa, otro el que dice y otro el que hace. Si además, como un servidor, se tiene el vicio de pensar por escrito, ya somos cuatro. Demasiada gente para funcionar al unísono y así nos va. En cualquier caso, es mejor no darle demasiada importancia a las contradicciones, que conforme vamos avanzando en la vida se hacen grandes como catedrales. El tomarse demasiado en serio a sí mismos es la causa por la que cada vez tienen más trabajo los psicoanalistas, que no es que me parezca mal, pero yo personalmente prefiero no frecuentarlos. Hay en todo esto una pequeña trampa semántica que es el nombre. Nombrar a la enfermedad del alma es el primer paso para su diagnóstico. Por ejemplo: todos tenemos muy claro lo que era un salido, y quien no lo ha estado o lo está alguna vez, es más, era casi un estado juvenil y saludable; pues ahora que ya tiene nombre científico: adicto sexual, resulta que es una enfermedad y tiene tratamiento. ¡hay que joderse!.
En el caso de la salud mental (reto desde aquí a que alguien me defina que es eso de la salud mental y quien pone los límites de lo saludable dentro de nuestra cabeza) el nombre crea, a menudo, la enfermedad.
Líbreme Dios de los males del cuerpo que de los del alma ya me iré librando yo.
¡Ah!, eso de : sólo sé que yo soy otro lo dijo Artaud.
No me acuerdo quien lo dijo y ahora no tengo ganas de buscar, pero sé que alguien lo dijo.
Como mínimo somos tres: uno el que piensa, otro el que dice y otro el que hace. Si además, como un servidor, se tiene el vicio de pensar por escrito, ya somos cuatro. Demasiada gente para funcionar al unísono y así nos va. En cualquier caso, es mejor no darle demasiada importancia a las contradicciones, que conforme vamos avanzando en la vida se hacen grandes como catedrales. El tomarse demasiado en serio a sí mismos es la causa por la que cada vez tienen más trabajo los psicoanalistas, que no es que me parezca mal, pero yo personalmente prefiero no frecuentarlos. Hay en todo esto una pequeña trampa semántica que es el nombre. Nombrar a la enfermedad del alma es el primer paso para su diagnóstico. Por ejemplo: todos tenemos muy claro lo que era un salido, y quien no lo ha estado o lo está alguna vez, es más, era casi un estado juvenil y saludable; pues ahora que ya tiene nombre científico: adicto sexual, resulta que es una enfermedad y tiene tratamiento. ¡hay que joderse!.
En el caso de la salud mental (reto desde aquí a que alguien me defina que es eso de la salud mental y quien pone los límites de lo saludable dentro de nuestra cabeza) el nombre crea, a menudo, la enfermedad.
Líbreme Dios de los males del cuerpo que de los del alma ya me iré librando yo.
¡Ah!, eso de : sólo sé que yo soy otro lo dijo Artaud.
11 comentarios
Elizabeth Hernández Quijano -
moncho -
Me doy por bienllegado y recibe un afectuoso saludo.
Luis Augusto -
pepe cerda -
El de Madrid se llama David Nebreda y es, como tú apuntas, el pardigma de artista que se inmola obscenamente ante el mundo.
Todo un tema.
Un día de estos le daremos alguna vuelta.
Anónimo -
Otro de los tópicos recalcitrantes legados por el romanticismo es el del artista maldito-loco. Este prejuicio absurdo parte de la premisa, coartada de los mediocres, de que para crear es necesario estar enfermo mental. Encontramos ejemplos de ello en la mistificación de los padecimientos del pobre Van Gogh, o llevado hasta sus últimas consecuencias en la actualidad en la obra de un pobre hombre (habitante de Madrid, y de cuyo nombre no quiero acordarme) cuya obra consiste en fotografiarse infligiéndose laceraciones o ingiriendo sus propias heces. Víctima de todo esto ha sido, también, L. M. Panero. (io)
Nicolás -
pepe cerda -
Pepe cerdá -
Gracias.
Teresa -
vamos, que yo pienso, como en el cuerpo, que si no duele nada, pues todo funciona, o al menos eso parece.
Anónimo -
Anónimo -