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Vida y obra II

Vida y obra II En las antípodas de Nebreda, quizás, estaría David Hockney retratando el glamour, las tardes de piscina en Los Angeles y los ricos coleccionistas. Siendo feliz y pintando, y fotografiando, la felicidad. Se supone que son lo contrario y sin embargo a mí me gustan ambos. ¿Cómo es eso posible?. Seguramente se deberá a la tibieza de mis principios, a mí volubilidad, que le vamos a hacer.
El modo torpe y sincero con el que están pintados los últimos retratos, paisajes y bodegones de Hockney, me produce una gran atracción. Sus libros los leo con vivísimo interés, más por el modo en el que cuenta las cosas que por los asuntos que narra en sí mismos. Tanto si bucea en el origen de los medios optico-mecánicos y su uso en la pintura; como si me cuenta su vida en “así lo veo yo”. Tiene la capacidad de caerme muy simpático y su intensa amabilidad es el vehículo por el que se me manifiesta otra vez el gozo de la pintura.
De cómo la mundanidad y la ascesis son caminos que seguidos hasta el límite llevan al mismo punto, es un tema tratado recurrentemente en la mitología, en la religión y en la literatura. Es un tema clásico, que por repetido, parece suficientemente sabido. De lo que habría que librarse es de toda consideración moral a la hora de juzgar uno u otro, vicio que suele subyacer a la hora mirar el trabajo, la obra, resultante de una u otra experiencia. En nuestra cultura parece estar primado el sacrificio y la dificultad, como en el cuento de la cigarra y la hormiga.
El blog de Nebreda abrió un, a mi juicio, interesantísimo debate sobre el modo de hacer y de ser del artista, y de lo que debe o no ocuparle. Debate que a mí me viene grandísimo y que por mucho que me esfuerce, difícilmente podré llegar a alguna conclusión, pero que, no obstante, agradezco y sigo con interés.
Yo, personalmente, he intentado huir toda mi vida del sufrimiento. Tengo, supongo que como todo el mundo, mi dosis colmadita de angustia vital, pero procuro ahorrársela al receptor de mi trabajo y desde luego me niego a que esta sea el motor de mi vida. Aunque he de reconocer que en los trabajos en los que está presente no sólo no me molesta sino que la aprecio. La aprecio en la misma medida que aprecio el elegante distanciamiento. Aprecio la elegante distancia de Velázquez o Duchamp y aprecio la intensa lucha con la pintura y consigo mismos de Goya o Rembrandt. Son para mí sólo vehículos para que la obra se produzca.

Posdata:
Mañana salgo para Francia y tardaré una semana ( o más, nunca se sabe) en volver. Quizás me meta en un ciber a escribir algo, o quizás no. Lo digo para que no se interprete mi silencio como desdén, precisamente ahora que esto se estaba calentando muy agradablemente. Y no quiero marcharme sin agradecer a io y a Kilombo sus doctas y bien expresadas entradas.

6 comentarios

SUPERMAÑA -

VUELVE PRONTO AL BLOG

Señorita de Letras -

Hokney ayuda a sobrellevar el lunes. Nebreda temperaba nuestras ansías de excesos de fin de semana.El arte siempre es util "como una astralica de mano".Enhorabuena a todos por un debate tan interesante.

kilombo -

Suscribo lo de Hockney (curioso: creo que lo último que vi de él estaba también en la Maison de la Photographie), pero no lo de “doctas y bien expresadas”, al menos en lo que a mí respecta. Admito además que la envidia me corroe sabiendo al titular de este blog en Francia. Lunes: hay que joderse. Pásenla lo mejor posible.

Anónimo -

En cuanto a la supuesta disyuntiva que el artista encontraría entre festejar la alegría de vivir o exorcizar su tragedia interior, me parece un tanto simplista plantear semejante debate como alternativa excluyente. Nada mejor para saber apreciar y cantar la luz que haber pasado antes una temporada entre tinieblas, que en cualquier caso siempre acechan.

(io)

Nicolás -

Ale, que el cambio de aires sea provechoso..
un saludo.

Anónimo -

Querido Pepe:

Confieso que me ocurre exactamente lo mismo con Hockney, y no es oportunismo, incluso creo recordar haber dejado escrito en algún post de tu blog su referencia como defensor de la intensidad de la gloriosa obra última de Picasso.
H. me interesa como consumado dibujante, cabal depositario de la experiencia picassiana y, sobre todo, por sus llanos y sinceros escritos (recomiendo especialmente "El conocimiento secreto").
Muy afortunado por tu parte venir a subrayar el contraste entre N. y H., me encanta que nos puedan gustar ambos.

(io)