China
Este invierno calentar mi casa ha costado exactamente el doble que el anterior, que es lo que ha subido, prácticamente, el gasoil de calefacción. Y nada hace suponer que esto cambie (a mejor, se entiende) al invierno que viene. Me dicen que tienen la culpa los chinos, que como consumen un quince por ciento más de petróleo cada trimestre, el precio, por la elemental ley de la oferta y la demanda, no va a hacer más que subir. Y a mí me pillan con dos calderas de gasoil recién compradas que alimentar. Y eso que me estuve asesorando. Cuando le pregunte al fontanero me dijo que era la calefacción más económica, que la caldera era cara pero que se amortizaba enseguida. ¡Ja!. Esto me pasa por preguntar. En fin que le vamos a hacer.
Lo que parece que es imparable es lo de los chinos. En París yo frecuentaba bastante la comunidad de pintores chinos. A través de mi amigo Xiao Fan, conocí a la práctica totalidad y expuse con frecuencia con ellos. Desde entonces, al igual que el gasoil, su estatus no ha parado de aumentar. Los miserables estudios se han convertido en estupendos talleres y las bicicletas en coches alemanes. Y esto es sólo consecuencia del crecimiento económico, sin parangón, de su país en el mundo. Si hasta el Louvre abre una sucursal Shanghai y la editorial Taschen no para de sacar libros sobre la pintura china, está claro por donde van los tiros.
De los pintores Chinos residentes en Francia al que mejor le va es a Yan Pei Ming. Sus cuadros se vienen doblando de precio cada año y medio desde hace diez. Y este si que es un indicador fiable de la economía. Cuando un país, que no estaba en el primer mundo crece continuadamente siempre aparece un artista de esa nacionalidad en el mercado internacional y con sus precios multiplicándose exponencialmente. Los ejemplos están en la cabeza de todos y esto es casi axiomático. No hay más que consultar la historiografía de arte más reciente y comprobar que el noventa por ciento de los países del mundo no han dado ni un solo artista al panorama, si no es desde el etnocentrismo antropológico, claro está, y en calidad de especimen curioso.
Lo que parece que es imparable es lo de los chinos. En París yo frecuentaba bastante la comunidad de pintores chinos. A través de mi amigo Xiao Fan, conocí a la práctica totalidad y expuse con frecuencia con ellos. Desde entonces, al igual que el gasoil, su estatus no ha parado de aumentar. Los miserables estudios se han convertido en estupendos talleres y las bicicletas en coches alemanes. Y esto es sólo consecuencia del crecimiento económico, sin parangón, de su país en el mundo. Si hasta el Louvre abre una sucursal Shanghai y la editorial Taschen no para de sacar libros sobre la pintura china, está claro por donde van los tiros.
De los pintores Chinos residentes en Francia al que mejor le va es a Yan Pei Ming. Sus cuadros se vienen doblando de precio cada año y medio desde hace diez. Y este si que es un indicador fiable de la economía. Cuando un país, que no estaba en el primer mundo crece continuadamente siempre aparece un artista de esa nacionalidad en el mercado internacional y con sus precios multiplicándose exponencialmente. Los ejemplos están en la cabeza de todos y esto es casi axiomático. No hay más que consultar la historiografía de arte más reciente y comprobar que el noventa por ciento de los países del mundo no han dado ni un solo artista al panorama, si no es desde el etnocentrismo antropológico, claro está, y en calidad de especimen curioso.
7 comentarios
vince -
Nicolás -
Anónimo -
Anónimo -
Anónimo -
pepe cerdá -
Aunque él también copió a Ritcher al principio, todo el mundo ha de partir de algún sitio...
Anónimo -