Funeral
Lo del funeral del Papa ha excedido con mucho lo esperable, o por lo menos lo que yo recordaba de los dos últimos funerales que de Papas vi hace ya más de un cuarto de siglo: el de Pablo sexto y el de Juan Pablo primero. Recuerdo, más o menos lo de la fumata, pero del funeral propiamente dicho, nada de nada.
He de reconocer que, como espectáculo, me ha gustado, el féretro simple y de ciprés, el viento pasando las hojas de la Biblia puesta encima, los cardenales de los ritos orientales, la cadencia de la liturgia, el puesto principal y la actitud de los Reyes de España, distendida al tiempo que grave cuando tocaba. Rodeados de una nutridísima representación de líderes políticos de medio mundo y de una impresionante masa de fieles desplazados desde todos los lados, la mayoría de estos jovencísimos.
Esto no se puede explicar solamente por el tratamiento informativo de la enfermedad y muerte del Papa. Cierto es que ha sido importante, al menos en España, pero si lo ha sido es porque las audiencias así lo han demandado, y si lo han demandado es porque así ha sido diagnosticado por los cazadores de tendencias que marcan la dirección de nuestras modas. Se ha de reconocer una vuelta a ciertos valores de la una parte importante de la juventud del mundo desarrollado. Así es, aunque a los de mi generación nos parezca inaudito o incomprensible, hay algunas cuestiones que parecían superadas, o como mínimo obsoletas, que están resurgiendo con gran fuerza. Es como una vuelta tecnificada a los modos de ver medievales.
Los que somos hijos de los Hippies y contemporáneos de los Punks, al único que vimos morir en directo al unísono fue a Sid Vicious, y desde luego lo que estaba fuera de nuestra imaginación es que nuestros hijos pasasen veinte horas en cola y otras tantas de autobús para pasar un segundo ante el cadáver del Papa.
Cosas de esta tardoposmodernidad que no hace sino sorprenderme día a día.
He de reconocer que, como espectáculo, me ha gustado, el féretro simple y de ciprés, el viento pasando las hojas de la Biblia puesta encima, los cardenales de los ritos orientales, la cadencia de la liturgia, el puesto principal y la actitud de los Reyes de España, distendida al tiempo que grave cuando tocaba. Rodeados de una nutridísima representación de líderes políticos de medio mundo y de una impresionante masa de fieles desplazados desde todos los lados, la mayoría de estos jovencísimos.
Esto no se puede explicar solamente por el tratamiento informativo de la enfermedad y muerte del Papa. Cierto es que ha sido importante, al menos en España, pero si lo ha sido es porque las audiencias así lo han demandado, y si lo han demandado es porque así ha sido diagnosticado por los cazadores de tendencias que marcan la dirección de nuestras modas. Se ha de reconocer una vuelta a ciertos valores de la una parte importante de la juventud del mundo desarrollado. Así es, aunque a los de mi generación nos parezca inaudito o incomprensible, hay algunas cuestiones que parecían superadas, o como mínimo obsoletas, que están resurgiendo con gran fuerza. Es como una vuelta tecnificada a los modos de ver medievales.
Los que somos hijos de los Hippies y contemporáneos de los Punks, al único que vimos morir en directo al unísono fue a Sid Vicious, y desde luego lo que estaba fuera de nuestra imaginación es que nuestros hijos pasasen veinte horas en cola y otras tantas de autobús para pasar un segundo ante el cadáver del Papa.
Cosas de esta tardoposmodernidad que no hace sino sorprenderme día a día.
6 comentarios
juan semio -
Nicolás -
Pepe -
Anónimo -
Anónimo -
"We must become the change we want to see in the world". (M. Ghandi).
mena -