De los que creen y de los que rien
Vaya por delante una aclaración: El Arte para mí es una cosa tan, tan seria como la Muerte. Por esto, precisamente lo serias que son, me tomo a ambas desde el más intimo y exacerbado cachondeo. Tomarlas desde otro sitio, desde la gravedad que sin duda poseen ambas, produce un efecto paralizante, si no se tiene fe; o te llevan directamente a un monasterio, si se tiene. Como yo no quiero ni anquilosarme ni vestir hábitos, sólo me queda la tercera vía, el tercer camino al conocimiento, por otra parte muy español, el del humor.
El Humor lleva consigo una gran dosis de desesperanza que se intenta paliar con el más grande de los paliativos: la risa. El problema viene dado cuando el respetable confunde esta sana postura de distanciamiento con irreverencia con respecto a lo único que en esencia nos hace hombres: con el arte.
Soy consciente de lo difícil que es explicar mi posición al respecto, que será tan evidente al que la comparta y como sacrílega al que no la comparta.
El pánico ancestral e intrínseco que el hombre siente ante lo único cierto: La muerte. Es el origen de las religiones y las artes. Los que como yo no acataron el modo oficial de entenderlas fueron perseguidos y quemados por herejes. Aun hoy, hay en marcha algunas guerras religiosas. Ser un infiel, es decir no tener fe, es algo que se sigue castigando en nuestros días. En el caso de las artes es también un poco así. Cuando se pretende hacer arte el no posar en las fotografías con cara de indio tomando bicarbonato, como Tapiés, como Saura,... como casi todos los bendecidos como santones por el sistema financiero, se considera una herejía. Por si la imagen no bastara en sus textos y entrevistas hacen hincapié, en lo sagrado e importante que es su papel como médiums entre lo sagrado ( expresado por sus garabatos) y lo humano ( todos nosotros). No tomarse en serio esta postura viene a ser como para los creyentes caricaturizar la consagración. La cosa es tan seria que el estado admite como el papel moneda sus obras como pago de impuestos y fianzas carcelarias ( léase la prensa de los últimos lustros, especialmente en como han pagado sus deudas con la sociedad los adalides de la cultura del pelotazo).
La postura contraria, aún siendo la más razonable, la de no tomarse tan en serio ni a uno mismo, ni a lo que hace; aún permitiendo una más y mejor capacidad para ver y verse (nutrientes fundamentales del arte y de la literatura a mi juicio más interesantes), es perseguida y ninguneada desde todos los ámbitos. El trabajo artístico (sí, he dicho artístico) saliente de estos ocupa el puesto que se merece sólo cuando ya está neutralizado, cuando el tiempo lo ha hecho inerme. Estoy pensando en Quevedo, y sus tardo hijos; en Mihura, en Tono, en Camba, en la única oposición real hecha al franquismo desde el franquismo y con humor: en La Codorniz. Estoy pensando en Goya, en Picasso (sí he dicho Picasso, falta, después de tanta hagiografía, algún libro que estudie este aspecto, aunque los de Richardson ya lo apuntan para un lector atento; además Picasso sale muchas veces riéndose en las fotos), en Dalí (el artista cachondo por excelencia), en su primo Duchamp y en muchísimos más, pero si aún no me han pillado lo que les quiero contar una lista más larga no haría sino cansarles inútilmente.
Y nada más lejos de mi intención.
El Humor lleva consigo una gran dosis de desesperanza que se intenta paliar con el más grande de los paliativos: la risa. El problema viene dado cuando el respetable confunde esta sana postura de distanciamiento con irreverencia con respecto a lo único que en esencia nos hace hombres: con el arte.
Soy consciente de lo difícil que es explicar mi posición al respecto, que será tan evidente al que la comparta y como sacrílega al que no la comparta.
El pánico ancestral e intrínseco que el hombre siente ante lo único cierto: La muerte. Es el origen de las religiones y las artes. Los que como yo no acataron el modo oficial de entenderlas fueron perseguidos y quemados por herejes. Aun hoy, hay en marcha algunas guerras religiosas. Ser un infiel, es decir no tener fe, es algo que se sigue castigando en nuestros días. En el caso de las artes es también un poco así. Cuando se pretende hacer arte el no posar en las fotografías con cara de indio tomando bicarbonato, como Tapiés, como Saura,... como casi todos los bendecidos como santones por el sistema financiero, se considera una herejía. Por si la imagen no bastara en sus textos y entrevistas hacen hincapié, en lo sagrado e importante que es su papel como médiums entre lo sagrado ( expresado por sus garabatos) y lo humano ( todos nosotros). No tomarse en serio esta postura viene a ser como para los creyentes caricaturizar la consagración. La cosa es tan seria que el estado admite como el papel moneda sus obras como pago de impuestos y fianzas carcelarias ( léase la prensa de los últimos lustros, especialmente en como han pagado sus deudas con la sociedad los adalides de la cultura del pelotazo).
La postura contraria, aún siendo la más razonable, la de no tomarse tan en serio ni a uno mismo, ni a lo que hace; aún permitiendo una más y mejor capacidad para ver y verse (nutrientes fundamentales del arte y de la literatura a mi juicio más interesantes), es perseguida y ninguneada desde todos los ámbitos. El trabajo artístico (sí, he dicho artístico) saliente de estos ocupa el puesto que se merece sólo cuando ya está neutralizado, cuando el tiempo lo ha hecho inerme. Estoy pensando en Quevedo, y sus tardo hijos; en Mihura, en Tono, en Camba, en la única oposición real hecha al franquismo desde el franquismo y con humor: en La Codorniz. Estoy pensando en Goya, en Picasso (sí he dicho Picasso, falta, después de tanta hagiografía, algún libro que estudie este aspecto, aunque los de Richardson ya lo apuntan para un lector atento; además Picasso sale muchas veces riéndose en las fotos), en Dalí (el artista cachondo por excelencia), en su primo Duchamp y en muchísimos más, pero si aún no me han pillado lo que les quiero contar una lista más larga no haría sino cansarles inútilmente.
Y nada más lejos de mi intención.
5 comentarios
M. Amén -
io -
Miguel Carcasona -
Nicolás -
Pero, como decía, (esto se haría muy largo) hay muchas clases de risa, está también la ironía, que es crítica, a diferencia del sentido del humor más común que siempre es conservador...
Kelkian -