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pepe-cerda

Seducción

Seducción El otro día me encontré con un amigo que me dijo desde el otro lado de la acera:
-¡Nos vemos esta tarde!
Yo le contesté:
-¡Ah, y donde!
-Donde va a ser en tu inauguración.
-¡Coño!, y ¿Dónde expongo?.
-Ja, ja, venga no te hagas el tonto, luego nos vemos...
Y yo ni idea.
Resulta que hace meses recibí una serie de llamadas de los organizadores de una exposición que pretendían hacer sobre los últimos cien años de presencia de artistas aragoneses en París. Querían exponer obras realizadas en la capital francesa y en una determinada época. A mí me tocaban los primeros noventa. Como tengo la mala costumbre de vender cuadros no tenía nada representativo de ese periodo y, después de unas gestiones, les puse en contacto con un par de coleccionistas que tenían cuadros de esos años. Después recibí un generoso y erudito texto escrito por Ricardo Marco que prologaría mis obras en el catálogo Y como tengo mil cosas en la cabeza, me olvidé del asunto. Como la eficacia de los comisarios ha sido ejemplar, toda la preparación ha ido sobre ruedas, ya nadie me había vuelto a molestar. Tanto es así, que yo pensaba que por la razón que fuese o se había pospuesto o se había desestimado. Pero no. Y tras una corta indagación me enteré que se inauguraba en el Museo Camón Aznar esa misma tarde.
Allí que me acerqué.
La exposición se titulaba: “La seducción de París: Artistas Aragoneses del Siglo XX”. Allí estaba todo el mundo tanto en las paredes como entre el público. Los de las paredes, por ley de vida, estaban muertos en su gran mayoría. De los vivos por allí
andaban tres o cuatro. Vi a José Orús, a Santiago Arranz, seguramente habría más pero estuve muy poco tiempo. Me produjo una extraña impresión ver los cuadros, hechos por mí, pero que hacía tiempo que ya no eran míos, que no los veía. Recordé, súbitamente el momento de hacerlos, las tremendas dificultades, tanto económicas como técnicas que me supuso el perpetrarlos. Recordé como viajaba en el metro de París con pesadísimos cristales que casi nunca llegaban enteros al estudio de la cité. La vida con poco dinero, y este poco destinado sin dudar a la obra, lo único importante, lo que lo justificaba todo. Las noches preguntándome que diablos hacía yo allí. La cabina de monedas del Boulevard Jourdan que se cortaba constantemente, desde la que reclamaba una miserable deuda a Norberto Dotor (Galería Fúcares) que a día de hoy aún no ha satisfecho, con la que pensaba pagarme un poco más de oxígeno parisino. ¡Cuánto sordo, baldío y mudo esfuerzo!. Ya no me acordaba, no merecía la pena recordarlo. Por eso creo que tampoco me acordaba de la exposición. Pensé por un momento en el resto de los que exponían. Primero en los muertos: en Gónzalez Bernal, en García Condoy, en Ramón Acín, muertos todos antes de hora sufriendo las convulsiones de la época. Ramón Acín: fusilado por ser bueno y honrado. González Bernal comido por el bacilo de Koch en un lúgubre Hospital de Malmaison. García Condoy por el cancer en Madrid. Aguayo en la rue Beliere malvendiendo sus cuadros a la galería Jeanne Boucher de rue de seine que a día de hoy aún sigue nutriéndose de stok del finado, mientras su viuda hasta hace unos años vivía de la caridad francesa. Cuanta locura, cuanto esfuerzo, cuanta tristeza. Sí, discúlpenme, esto vi yo allí en las paredes, tristeza, mucha tristeza. Mucho anhelo sin objeto. Muchos temas de tesis doctórales de la Facultad de Filosofía de Zaragoza por hacer. Esto que ha sido el nutriente, de un modo generalizado, de lo artístico en este último siglo, a mí, ya no me parece una virtud. En el fondo estamos hablando de cristianismo, del mártir, del proceso de purificación necesario para alcanzar la “gracia” en la otra vida.
Yo cada vez estoy más convencido de lo contrario: ¡Hay que ser feliz y pintar la felicidad!. ¡Hay que aspirar a ser un burgués total!. Como Velázquez. Como Goya. Como Picasso, Como David Hokney. Y dejarse de sufrimientos inútiles, que, créanme, en nada favorecen a la obra.
Yo he vivido ocho años en París y tres, antes, en Madrid. En general estupendos años, más por la edad que yo tenía entonces que por las circunstancias, pero nunca olvide que en un viaje, tan importante es la ida como la vuelta.
Por esto se me había olvidado que exponía.

11 comentarios

Antonio Pérez Morte -

¡Cada vez me gusta más tu página! Tú, como mis ángeles
(guinda y petisme), como mg;
como Antón, sois una ayuda más
para superar el día. Un abrazo!

junior ( ya sabes ) -

¿por qué se valora tanto en el arte en general el sufrimiento , el ser maldito , irreverente , etc ,a veces incluso más que la obra ?.En mi modesta opinión, creo que en muchas ocasiones además de ser una pose, oculta muchas deficiencias y limitaciones.El ser lo contrario, tampoco creo de ninguna manera limite para realizar grandes obras. Lo importante es el talento señores /as.

mg ; ) -

me alegras la vida, copón !!!

clara -

gracias por tus textos tan sinceros, mi vuelta esta siendo un poco dura...,no quiero resignarme, dicen que la resignacion es el hastio del horizonte,siempre inmovil......

dama de agua -

Tiene usted mucha razón, hay que pintar la felicidad...
No se dan las gracias por leer... Me encantó encontrar este rinconcito que me acerca a la tierra.
Sí, vivo en Bruselas. Me he pasado la vida de mudanzas, nací en Barbastro, viví en La Mancha, por fin hubo un viaje de vuelta a Zaragoza... Y ahora, un viaje de ida a Bruselas, con muchas pequeñas vueltas de cuando en cuando, pero sin un gran viaje de vuelta previsto por ahora.

R. P. -

Del "Álbum de radiografías secretas" (ediciones Destino) de Ramón J. Sender: "Pocos hombres fueron tan felices como Picasso (...) Lo curioso de Picasso es que fue igualmente feliz en sus tiempos miserables del Bateau Lavoir" (página 384)

ismael -

qué bien me lo paso leyéndote

dani -

Fantástico texto.
Qué bien escribe usted.

Teresa -

que lujo poder apreciar primero la obra y luego las sensaciones del autor...
yo estoy aprendiendo aquí en Zaragoza a escribir la felicidad.

Nicolás -

¡Hasta dónde puede llegar la crueldad! No sólo fusilaron a Ramón Acín sino que también fusilaron a su mujer... había que eliminar también a quienes pudieran, en su día, reclamar justicia contra los asesinos. Dejaron huérfanas a dos niñas, gemelas creo, que debían de tener unos siete años. Si hubieran sido más mayores las hubieran fusilado también...

Gato -

"¡Hay que ser feliz y pintar la felicidad!"
Una frase sensacional. Pero mucho más que una frase: una forma de estar en el mundo.
Chapeau!