Blogia
pepe-cerda

Juan

Juan Juan se ha marchado esta mañana, después de pasar unos días conmigo en Villamayor. Juan es amigo mío. Juan y yo llegamos a París a la vez, allá por el noventa, al colegio de España de la Cité International Universitaire. Es vasco, de Bilbao, y semiótico. Procura mantener una apariencia indolente, más por estética que por otra cosa, pero los que le conocemos sabemos que todo le duele y que todo le afecta. Pero, claro, primero por vasco, segundo por semiótico y tercero por parisino no ha tenido otra opción que aguantar el tipo y lleva toda la vida interpretando el personaje que le ha tocado en este loco reparto que las circunstancias nos imponen.
Hacía años que no pasábamos unos días juntos. Ambos, somos ya otros, pero aún nos acordamos de quienes fuimos. Es una sensación agridulce, extraña y entrañable. Esta mañana, de madrugada, le he dejado donde le recogí; en una sórdida estación de autobuses pre-democrática que huele a sueño y a orín. Esta noche ya en T.G.V. llegará a París. Y ya, ambos, volveremos a ser lo que somos; es decir, animales ocupados por acuciantes obligaciones banales, en el mejor de los casos, o imaginarias, en el peor, que posponen sistemática y eternamente lo importante. Así, hasta que lo imponderable se presente y ya no haya tiempo para nada.

4 comentarios

dama de agua -

Porque además..., "siempre nos quedará París".

Teresa -

y yo que siempre temo olvidar quién fui... me gustó mucho este post.

Pepe Melero -

Pepe: las cuatro últimas líneas antológicas. Eres un monstruo

Elena -

Probablemente seguís siendo los mismos, probablemente pocas cosas han cambiado y probablemente por eso os veis, de vez en cuando, en Villamayor de Zaragoza, muy lejos ya de París y de muchos otros sitios. Porque hay veces, algunas, que el tiempo no pasa. Y no qué extraño misterio puede rodear este fantástico hecho real, pero quizá lo mejor sea no planteárselo.