LLADRÓ
Si atendemos a los parámetros actuales de éxito y de fama, los escultores más célebres de toda la historia del arte español son, sin lugar a dudas, la familia Lladró.
A su lado nombres como Gargallo, Julio Gonzalez, Oteiza, Chillida, Juan Muñoz o Plensa quedan a gran distancia en la clasificación general de celebridad.
Sin embargo este irrefutable, aritmético y democrático hecho no ha generado ni una sola línea en ninguna de las enciclopedias que tengo en casa o que he podido consultar en la red. No hay ni una sola historia de la escultura española que los mencione. ¿A qué se debe este hecho?.
Lo primero que se me ocurre en respuesta a esta pregunta es que lo que hacen no es arte, y que por lo tanto no se merecen el puesto en el exclusivo parnaso de los que hacen Arte con mayúsculas. ¿Pero, en este caso quien tiene más razón, los redactores de las revistas y enciclopedias de arte contemporáneo, o las decenas de miles de personas que en todo el mundo coleccionan las figuras de Lladró, sin tener ninguna duda de que son un objeto artístico?. Está claro que una de las dos partes está en un error. Y si acudimos a las urnas, que es donde se dirimen las cuestiones importantes en nuestra cultura, hay una de las partes que ha de perder necesariamente por goleada.
Si para demostrar el éxito de un verdadero artista contemporáneo se apela al reconocimiento del mercado internacional, ¿porqué no se hace lo mismo en este caso?.
También se me puede decir que no son esculturas. Entonces habrá que definir que es lo que se entiende por una escultura hoy. Si está claro que esculturas modernas son las que hacen Jeff Koons y Botero, no veo diferencias sustanciales entre las que hacen estos y las que hacen los Lladró.
¿Si se me dice que no son Arte porque se dirigen al gran consumo, porque son comerciales?. Entonces yo le pregunto al Sr. Chillida, o Tapiés porqué puedo yo comprar pañuelos de seda, o tazas de café, o múltiples a precio reducido de sus magnas obras.
Así podríamos seguir hasta aburrirnos. Pero para no cansarles vamos al meollo de la cuestión, que es este. El más antidemocrático, el mas sujeto a capricho o a complot, el menos regido por la razón, el más antipopular y torticero es el mundo del arte contemporáneo.
Arte en nuestros días será lo que tenga a bien publicitar como tal la editorial Taschen y vender esta publicación baratita en el Vips.
A su lado nombres como Gargallo, Julio Gonzalez, Oteiza, Chillida, Juan Muñoz o Plensa quedan a gran distancia en la clasificación general de celebridad.
Sin embargo este irrefutable, aritmético y democrático hecho no ha generado ni una sola línea en ninguna de las enciclopedias que tengo en casa o que he podido consultar en la red. No hay ni una sola historia de la escultura española que los mencione. ¿A qué se debe este hecho?.
Lo primero que se me ocurre en respuesta a esta pregunta es que lo que hacen no es arte, y que por lo tanto no se merecen el puesto en el exclusivo parnaso de los que hacen Arte con mayúsculas. ¿Pero, en este caso quien tiene más razón, los redactores de las revistas y enciclopedias de arte contemporáneo, o las decenas de miles de personas que en todo el mundo coleccionan las figuras de Lladró, sin tener ninguna duda de que son un objeto artístico?. Está claro que una de las dos partes está en un error. Y si acudimos a las urnas, que es donde se dirimen las cuestiones importantes en nuestra cultura, hay una de las partes que ha de perder necesariamente por goleada.
Si para demostrar el éxito de un verdadero artista contemporáneo se apela al reconocimiento del mercado internacional, ¿porqué no se hace lo mismo en este caso?.
También se me puede decir que no son esculturas. Entonces habrá que definir que es lo que se entiende por una escultura hoy. Si está claro que esculturas modernas son las que hacen Jeff Koons y Botero, no veo diferencias sustanciales entre las que hacen estos y las que hacen los Lladró.
¿Si se me dice que no son Arte porque se dirigen al gran consumo, porque son comerciales?. Entonces yo le pregunto al Sr. Chillida, o Tapiés porqué puedo yo comprar pañuelos de seda, o tazas de café, o múltiples a precio reducido de sus magnas obras.
Así podríamos seguir hasta aburrirnos. Pero para no cansarles vamos al meollo de la cuestión, que es este. El más antidemocrático, el mas sujeto a capricho o a complot, el menos regido por la razón, el más antipopular y torticero es el mundo del arte contemporáneo.
Arte en nuestros días será lo que tenga a bien publicitar como tal la editorial Taschen y vender esta publicación baratita en el Vips.
1 comentario
Luis Ariño -
(Y los Lladró son una puta mierda)
He leído sus comentarios anteriores y me han dado placer. Ya sabe Ud. que aprecio como escribe.
Un fan