Trabajador autónomo y artista pintor.
Soy a efectos fiscales un trabajador autónomo. Mi padre también lo fue. Y mi abuelo, aunque no se hubiese inventado entonces el término, también.
Tras un siglo largo de lucha los sindicatos han conseguido para los trabajadores algunas mejoras sociales como el derecho al paro, la regulación de la jornada laboral, las vacaciones y todos estos asuntos. Para los trabajadores por cuenta ajena, claro está. Lo de los trabajadores autónomos, lo de los hombres libres siempre les ha importado un bledo. Lo de los trabajadores autónomos nunca ha sido asunto de los sindicatos. Los trabajadores autónomos no se sindican, no se asocian, al contrario una parte de su actividad consiste en intentar destruir a los otros autónomos: su competencia. Si además, como es mi caso, la actividad del autónomo es la de artista pintor, la cosa se agrava y la relación con los colegas no tiende precisamente a la armonía y la comprensión. Pero este es asunto para otro artículo.
A lo que vamos. Prácticamente todas las personas que conforman mi universo familiar y afectivo más cercano son trabajadores autónomos, trabajadores por cuenta propia. Son personas que no se han puesto "a cubierto" buscándose una canonjía ya sea por vía de la oposición, del enchufe o del mérito, que les permita despreocuparse de la cuestión de cómo pagar el seguir vivos ni han firmado un contrato por cuenta ajena que les reconozca derechos.
Para el estado el no ponerse a cubierto por vía oposición sólo puede tener dos causas o por estupidez por no saberse de memoria los temas de la oposición; o por el insano y desmedido afán de lucro. Aún a pesar que es este segundo asunto: el desmedido afán de lucro de algunos el que hace funcionar la socialdemocracia hace muy sospechosos a los que lo intentan a ojos de los que nos administran y han creado una sólida maquinaría para controlar y fiscalizar al grupo de los que se buscan las castañas. Estos inspectores han de vigilar fundamentalmente nuestra vampírica sed de sangre fresca, de lucro, que es la que ha de pagar la tranquilidad de los que pacen con regularidad del presupuesto. De “dónde” y “cómo” sacamos las castañas no les preocupa mucho a los granjeros que nos ordeñan. Sólo se preocupan de “cuantas”. Como a las cabras será nuestro instinto depredador por sí mismo es el que ha de alimentarnos. Los granjeros simplemente procurarán que no nos escapemos y nos sacarán el mayor provecho. Es así de simple. En esto consiste básicamente la domesticación desde el neolítico.
Somos para ellos seres inferiores, menos romanizados, menos ordenados. Somos seres no previsores, incapaces de organizarnos, de asociarnos, de aprobar oposiciones, cualidades imprescindibles para existir, para importar verdaderamente en democracia. Sin tiempo ni energía para otra cosa que no sea buscar desesperadamente dinero. ¡Que asco les tenemos que dar!. El mismo asco que les dan a los granjeros los animales que poseen que enjaulados se rebozan en sus excrementos. Sobre todo ahora que extenuados no somos capaces de aportar los suficientes nutrientes para el mantenimiento del estado. Ahora que por la sequía ni siquiera las cabras encuentran cardos que convertir en rica leche para sus amos.
Para el estado somos sospechosos por definición. Para los otros, los no autónomos, los no profesionales liberales, venimos a ser como el cerdo buscador de trufas que con su hocico horada desesperadamente, obsesivamente, la tierra dónde su olfato ha detectado el hongo. Al igual que al cerdo se nos deja la mínima cantidad para que continuemos con nuestra labor.
El estado no se ocupa mucho de nosotros, no le preocupamos más allá que como meros contribuyentes. El estado sólo se ocupa verdaderamente de lo que le sale rentable electoralmente. Se ocupa de las clases más desfavorecidas y numerosas redistribuyendo lo que le sobre después de haberse alimentado él, naturalmente. El estado se ocupa también de pactar de igual a igual su relación fiscal con las grandes compañías y bancos en la que la regla general es la exención para garantizar los puestos de trabajo. O por ser más claros: las grandes compañías chantajean al estado para pagar lo que les dé la gana. De los impuestos de los trabajadores por cuenta ajena se ocupa directamente el ordenador.
Esto hace que seamos los profesionales autónomos y las pequeñas empresas los objetivos únicos de los funcionarios por los que el estado recauda. El único objetivo del ejercito de inspectores que pertrechados con las mejores armas cibernéticas sale a abatirnos cada mañana. Este acoso legal además le sale gratis al estado. Tan gratis como le sale al pastor degollar a los cabritos. Al igual que el cabrito nunca nos quejamos. No tenemos tiempo.
Ahora que no hay trufas. Ahora que aunque nos dejemos el hocico no las vamos a encontrar. Ahora que tampoco hay cardos. Ahora que cabras y cerdos famélicos y sin apenas fuerzas para respirar aguantamos los últimos varazos de nuestros pastores quizás tengamos algo de tiempo y en la cola de los comedores de beneficencia nos dé por organizarnos para existir. Aunque no lo creo. Lo que haremos será morder en el cuello de nuestro congénere más débil para luego ingresar el treinta y tres por ciento más el iva de la sangre que le saquemos para que luego no nos venga con multa y recargo.
5 comentarios
xime -
LuisPi -
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SI YA ESTAMOS MUY ACOSTUMBRADOS LOS AUTONOMOS, EL MENDA UNO MÁS, A QUE NOS DEEN POR AHI DETRAS.
este pais (España) no tiene solución. Yo quiero otra invasión arabe, que aquellos parecian más honraos.
Quizas por eso los hecharon de España.
Javier -
meri -
Para hacienda sois presuntos defraudadores, no se creen que haya gente legal pero ya se sabe piensa el ladrón que todos son de su condición.
No suscribo lo del letargo, yo al menos, que me dedico a la enseñanza, de momento no lo sufro.
El gran problema será si la crisis arrastra a la bancarrota al papa estado, ¿es eso posible? Entonces los funcionarios esos, aletargados tendrán que despertar.
beatriz -
Un abrazo, y no te desanimes, por favor...