Estoy pintando.
Estoy pintando.
Por eso no les cuento nada. Cuando se pinta no se piensa, sólo se hace. Por eso en lenguaje popular se dice: “me voy a parar a pensar”, para explicar que hay que cavilar antes de actuar, pero que cuando se hace, cuando se trabaja, cuando la mano va por delante de la cabeza hay que dejarle ir y sólo “se ha de estar en lo que se está” (como me decía mi madre) solamente se ha de hacer lo cavilado con anterioridad y casi olvidado a base de tanto ejercitarlo.
Por aquí, por el pueblo en el que vivo, es fácil oir a algún jubilado decir: "me voy al huerto pa distraeme, en casa no hago más que matame la cabeza". Entendiéndo que cuándo no se hace, cuándo se está inactivo, es cuándo la cabeza aprovecha para darle vueltas a las cosas. Es cuándo el poeta se dicta el poema, el novelista se dicta la novela; pero cuándo se ponen a ello solo el oficio y sus automatismos haran legible el poema y la novela. Nadie quiere ser operado por un cirujano presa del frenesí de la ispiración, se suele preferir al eficaz, al que ejercita su trabajo con exacto desdén. Por decirlo como el viejo adagio: "las putas que se corren y los abogaos que se acaloran, no valen para sus oficios"
O por decirlo de un modo más pedante: “La reflexión sin acción conduce a la locura, la acción sin reflexión a la estupidez”.
Este es el mensaje del Quijote, esto son Sancho y el hidalgo. Esto es la praxis y la gnosis.
Adiós que me están haciendo pensar.
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