De los modos de ver y de los modos de reconocer.
Hay tantos modos de mirar como individuos. En un mismo escenario, un bar de noche por ejemplo, lo que ve, o mejor aún lo que “le llama la atención” a un yonki son los parroquianos que “se meten” y los que le pueden “pasar” la “farlopa”. Lo que ve, en ese mismo bar una jovencita es la marca de los zapatos y pantalones de sus competidoras, y los machos reproductores apetecibles y el modo en el que estos le miran el culo a otras. Lo que ve el camarero es quien va a pretender irse sin pagar; y así podríamos ir enumerando los distintos modos de ver, y los distintos intereses de un grupo en un mismo ámbito
Eso es lo que llaman los antropólogos el concepto de pregnancia, en una mala traducción del francés, sería más correcto en castellano decir preñancia, de preñar, pero les debe de parecer agropecuario. En cualquier caso el asunto que pretenden desentrañar es cuáles son las situaciones o escenas que provocan y conforman los conceptos en nuestra cabeza. Qué imágenes son capaces de preñar nuestro cerebro y porqué. Han estudiado para esto a los chimpancés y han descubierto que emiten un sonido diferente si ven a un depredador o a una hembra apetecible, esto ya lo sabía cualquiera que haya tenido un animal en casa pero hasta que ellos no lo publican no puntúa. Lo que se establece a partir de aquí es que una imagen genera una idea y esta un sonido diferenciable emitido por el chimpancé y comprendido por otro congénere, o lo que es lo mismo: el nacimiento del lenguaje en nuestros primos cercanos.
Les cuento todo este asunto, porque aplicando esto a mi mundo: el de las artes visuales, se podrá convenir que habrá tantos cuadros u objetos artísticos como espectadores capaces de reconocerlos como tales; que: el aspecto de cada una de las obras de arte propuestas por los artistas de todos los tiempos capaz de preñar al espectador será cambiante. Sin embargo la unificación de criterios al respecto es apabullante. La normalización de lo que ha de ser bello y sublime cambia cada década; pero una vez cambiado por medio de la moda y los medios de los que se nutren los “especialistas”, el quórum es total. Estos supuestos espectadores críticos se comportan como los bancos de sardinas en el mar cuando cambian súbitamente y al unísono de dirección. Como los primates cuando el macho vigilante chilla y todos suben prestos al árbol más cercano, por si las moscas. Suben sin haber visto al depredador, no les hace falta, tienen confianza en su jefe.
Esto es lo que pasa con los supuestos amantes del arte contemporáneo a los que se les dice lo que les tiene que gustar desde los sitios que se emiten las tendencias. Entendiendo que los ojos sólo son capaces de ver lo que reconocen, y ellos no reconocen más que la cara de envidia de su vecino cuándo le muestran su carísima y última adquisición, y aparte de esto no reconocen nada, de nada, salvo el consenso crítico o “lo que se lleva”. Lo mismo que en la Alemania del treinta y ocho, cuándo lo “cool”, lo “guay” y lo moderno era ser Nazi e ir uniformao y en pandilla por la calle.
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Gatopardo -