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pepe-cerda

Del gracejo y de los fabricantes de gracietas.

Eso que se entiende en España por gracejo se da más en unas regiones que en otras. Se podría afirmar que gracejo es lo que tienen la práctica totalidad de los camareros sevillanos y una parte muy importante de los camareros madrileños. Me refiero al tipo de camarero que  tiene una frase ocurrente para cada parroquiano y que le sale aparentemente de un modo natural, del mismo modo que pone cañas suelta gracias cambiantes y originales. Me refiero, claro está,  a los camareros autóctonos, en vías, desgraciadamente, de extinción puesto que se van jubilando y sus puestos los suelen ocupar los nuevos españoles de orígenes muy diversos que no suelen tener esta habilidad. Pero los que ya tenemos una edad los hemos conocido perfectamente.

Se podría afirmar, también, que a medida que se avanza hacia el norte en España el gracejo disminuye. Que ningún presidente autonómico se mosquee, pero es así, que le vamos a hacer.

Sin embargo se da también la paradoja de que los que son capaces tradicionalmente de rentabilizar profesionalmente el humor, la ocurrencia, son los catalanes. Que, sin embrago, suelen andar escasísimos de gracejo, dicho sea con todo respeto.

Exceptuando a Eugenio,que gracejo, lo que se dice gracejo no tenía ni una pizca, pero aún así parodiaba precisamente la falta de gracejo y la sosez común a los habitantes de esa comunidad autónoma y por eso precisamente conseguía hacer gracia en el resto de España, los demás han andado tradicionalmente muy justitos de duende cómico.

No obstante: La trinca, el Tricicle, Buenafuente, Manel Fuentes, El Nen son los amos televisivos de convertir la “gracieta” en pasta, y no poca, ya sea dando la cara o poseyendo las productoras que producen los programas. Curioso y paradójico fenómeno. Ninguno de lo enumerados tienen ni han tenido nunca ocurrencias en directo como las tienen los camareros sevillanos, lo que hacen es repetir lo aprendido de memoria o lo que les cantan por el pinganillo. La prueba de esto es que cuando son entrevistados en otro programa que no sea el suyo se ponen serios y pedantes, y no hacen el más mínimo chiste, y hablan en serio del humor, lo cual es una barbaridad. Esto ocurre porque no son, solo actúan, sólo parecen.

Al que más se le nota, y que cada vez tiene inexplicablemente para mí más presencia televisiva, y que se ha atrevido a sustituir al Gran Wyoming, ni más ni menos, es Manel Fuentes. Es inaudito que los espectadores no sean capaces de detectar el humor ultra congelado y guionizado del nuevo “caiga quien caiga”. Sería más gracioso si algún día se levantaran y dejasen sus pinganillos parlantes por los que les chivan las gracietas. Por no hablar de los supuestamente hilarantes monólogos de Buenafuente.

Pasa un poco el mismo fenómeno que ocurrió en los ochenta con Madona que aún no pareciéndose en nada a Marilyn Monroe fue capaz de sacarle un montón de pasta al arquetipo de la suicidada.

Podríamos convenir que el humor, el de verdad, el que sorprende en la boca del humorista como un vómito, surge de la desesperanza y como paliativo de la tristeza y del cansancio. Este tipo de humor gratuito y suicidiario de camarero y parroquiano madrileño es el que alimentaba a Tip, genio indiscutible del humor nacido de dentro y a pelo con la única ayuda de un buen cubata y un cigarro, y que llevaba de culo en el escenario a su compañero Coll que sí que se preparaba las actuaciones. Pienso también en el Gran Wyoming, en Pablo Carbonell... Pienso hasta en Pocholo como personaje surrealistoide y original. Ninguno de estos se ha aprendido un guión en su vida, o si lo han hecho lo han reinterpretado para que no se note. Estos tienen la gracia original, la de los camareros de Madrid. Y por supuesto cuando los entrevistan no se ponen tontorrones como Buenafuente y no enseñan su otro yo, sencillamente porque no lo tienen. Podríamos convenir que el humor es esencialmente riesgo, cómo mínimo el riesgo a no hacer gracia, el riesgo de ser un soso, y que sólo cuando se vence lo paradójico, lo sin sentido, y aparece ante el espectador la salida inesperada se produce la carcajada, y eso se nota, o por lo menos lo noto yo. Y nada de esto me pasa con estas empresas dedicadas a lo gracioso parido en laboratorio, para luego hacérselo repetir a sus locutores, ya me perdonaran.

Ahora que lo pienso,  ¿ igual han contratao a los camareros que me faltan en Madrid para sus laboratorios de ocurrencias?

2 comentarios

taxidermista -

se puede hacer humor sin gracejo, Luis Piedrahita escribe los monologos mas hilarantes del mercado y es gallego del norte, norte; solo que tal vez su humor este mas solapado y escondido, son cosas de tener guion que te puedes permitir editar tus ocurrencias, los guiones de les luthiers por ejemplo estan pensadisimos y eso no les resta nada de gracia...
el problema no es la expontaneidad del humor sino que el publico español se traga todo lo que le hechen bien aderezado con un poco de publicidad.....

LuisPi -

Otro punto de vista, es que los españoles ya no tenemos el sentido de humor que teniamos antes, cuando el camarero se hacia o decia el gracejo tú ibas y le contestabas, y como no estuviese ocupado se creaba una micro-tertulia de 2 minutos. Ahora nuestro sentido del humor esta capado, como muchas otras cosas de la sociedad española. Nuestra riqueza expresiva se esta anglonizando a base de TV basura, americana, etc. Nuestros periodistas no tienen ganas de escribir artículos novedosos, criticos, con picardia sana porque les puede costar el puesto, se estila lo gris.

Cuando veo la serie de TV "Cuentame" y me hace recordar como eran esos tiempos donde agudizabamos el ingenio en base a que cualquier trabajador de la sociedad podia tener su propio yo. Hoy mejor pasar desapercibido, y solo torear en casa.