En el pasillo del hospital.
Sentado en una silla de ruedas abandonado en un pasillo por el que empujan camas con ruedas frenénticas y fornidas enfermeras me miras a los ojos como hace años. Yo, recordando quién fui, me miro en ti entre cama y cama.
-Vigílele el gotero.
Me dice autoritaria una enorme enfermera.
-Paciencia. A ver si se desocupa pronto una cama. Es que no puede ser. Este hospital necesita una ampliación urgente.
Me dice una más flaca.
Despues dirigiéndose a todos los que a tu lado están semivendados y a todos los que a mi lado están vigilando goteros mientras coge una cama con uno de los quejumbrosos y se va. Dice otra vez.
-Paciencia, paciencia.
Y yo pienso y suplico a no sé quién: que esto no termine aquí. No en este sitio. No en este pasillo.
Pero no es asunto mío. Es asunto del servicio regional de salud que no tiene ni cara, ni ojos, ni oidos, ni se puede morir en un pasillo como tu.
2 comentarios
alicia -
LuisPi -