De la fatalidad y de la culpa.
El otro día una médico experta en adicciones, y en especial en tabaquismo, me dijo:
-Tú ya has superado la dependencia física, ahora sólo te queda la psicológica.
Y yo pensé: ¿Cómo que sólo me queda la psicológica?, ¿no está lo psicológico indefectible y fatalmente unido a lo físico?. Creo que: lo que me vino a decir es que de lo físico yo no tenía culpa, que era una reacción automática; pero, que sin embargo, de lo psicológico la tenía toda, que eso era una cosa de mí conmigo, que ella no se metía. Que eso que llamamos alma es el Yo superlativo, y que domesticarla era una cuestión esencialmente moral y personal. Vamos: que Dios me libre de los males del cuerpo que de los del alma ya me deberé ir librando yo.
Pero esa tan antigua creencia: la de diferenciar alma y cuerpo, no tiene ya ninguna base científica. Basta leer cualquier libro de divulgación reciente de neurofisiología (Por ejemplo: “Una teoría general del amor”, de Lewis, Amini y Lannon. R.B.A. editores) para saber que eso que llamamos alma, es poco más que un estado de ánimo perfectamente modificable por lesiones en determinadas zonas del cerebro, o por la ingesta de determinadas sustancias, drogas o fármacos(que son la misma cosa) o huevos fritos con chorizo, o cualesquiera cosa que nos metamos entre pecho y espalda. Que no es sólo una cuestión de fuerza de voluntad.
Pero no me hizo ni caso y aquí ando yo luchando contra los constantes deseos de fumar con mi maltrecha y cambiante fuerza de voluntad. No sé cuanto resistiremos (mi voluntad, mi cuerpo, mi psiquis y yo) esta lucha tan desigual.
4 comentarios
Enrique -
Gatopardo -
¿Corbata? ¿Además de caer en el nefasto cultivo de la virtud antitabaco, cultivas la nostalgia con la sombra de Sabina y Serrat y llevas corbata?
Pepe, cuídate.
Enrique -
Gatopardo -
¡Amos, Pepe, échate un cigarro y déjate de vainas!