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pepe-cerda

El tiempo pasa

Ya está, ya pasó.

 

La inauguración de una exposición en la ciudad en la que se vive, y lo que más importante, se ha vivido..., es mucho más que una exposición.

Sería una mezcla entre: una fiesta de cumpleaños, un poco tontorrona y solemne (como de puesta de largo);  un acto socio-artístico en el que los que saben mirar se rascan la barbilla y ceñudos se alejan absortos para ver los cuadros ajenos al ajetreo circundante y un reencuentro del tipo de  “ veinticinco años después”, con los compañeros de la mili, del instituto, de la piscina, de los boy scout...

Todo esto ocurre en apenas un par de horas en las que se ha de saludar a cuatrocientas o quinientas personas que se saben tu nombre, porque lo pone en la puerta y uno, en décimas de segundo tiene que relacionar la sonriente cara que se acerca con aquella joven tan guapa que salía con aquél compañero de mili, y recordar su nombre, y así todo el rato. Luego están los que se sienten importantes y te explican sus impresiones al respecto de las obras sesudamente, como si a uno le importara y  como si fuese el momento.

En cualquier caso es mucho más agradable que las inauguraciones en Suiza o en Holanda, donde raramente se pasa de la veintena de asistentes, coleccionistas todos eso sí. Y dónde se ha de mantener sesudas conversaciones sobre el estado del arte y mi posición ante él; y en idiomas, bueno en mi caso en idioma; en francés que es lo único que medio chapurreo. Esto me produce mucho estrés y un buen dolor de cabeza, pero forma parte del oficio.

Al día siguiente al atardecer y ya en Villamayor, salí a dar un paseo por el pueblo. Sin rumbo. Villamayor es un pueblo como hay miles en España, ni bonito, ni feo. Con una plaza aceptable, una torre de iglesia realmente notable, de estilo Mudéjar y un par de destartaladas casas con una cierta nobleza. El resto son de ladrillo vidriado, o enfoscadas y las más recientemente remodeladas de ladrillo envejecido y rejuntadas con cemento blanco, imitando el mortero de cal. Su dosis justa de adosaos, a las afueras, y ya está. Por la calle, a la hora de mi paseo, las ocho de la tarde, ni un alma.

Antes de vivir aquí, cuando pasaba con el coche por pueblos parecidos a este me decía: -¿Cómo será la vida en estos sitios?, -¿Qué se hará cuando no se trabaja?.

 Ahora ya lo sé, se hace lo mismo que en el resto de los sitios, ir al bar y beber y jugar a la máquina tragaperras. Con la diferencia de que la sorpresa aquí es improbable. Todos los días están exactamente las mismas personas y cuentan, con pequeñísimos matices, las mismas cosas.

Por eso no quería ir al bar, ya había bebido bastante la noche anterior, pero tampoco quería quedarme en casa. Y allí me encontraba deambulando por dónde nadie deambula jamás. Y de pronto entendí porqué. Sentí de ese modo que se siente lo cierto, es decir físicamente, en la carne, la espantosa sensación del implacable paso del tiempo, que se siente en los pueblos como en ningún otro sitio, por eso nadie pasea, nadie lo puede soportar. Sin saber muy bien como, un instante más tarde, estaba en el bar pidiendo un Gin Tonic.

4 comentarios

Anónimo -

Enhorabuena por la exposición, nos has regalado otra nueva forma de ver las cosas que tenemos cerca, con una luz que sale de los cuadros y nos invita a entrar en ellos, a colarnos en esos paisajes cotidianos que pasan a nuestro lado desapercibidos. Ese coche en la niebla Zaragozana con sus luces rojas gritando su existencia, un campo regado con su delicada luz que te atrapa, las luces de la ciudad nocturna, el Pilar con los reflejos del agua de Ebro...
No fui a la inauguración de la exposición, si lo hubiera hecho habría sido una de esas pesadas que te saludan y que tú no caerías en reconocer. Pero Pepe, son también los gajes del oficio: soportar a los que te admiramos y te queremos. Imagínate lo que llena a la gente “normal” el decir “yo conozco al pintor Pepe Cerdá”, aunque solo haya pasado una tarde con él en su vida, se hincha uno como un globo, vamos, que un poco de tu gloria se transmite a los comunes mortales. Al menos tendrás en estas exposiciones la grata sensación de estar en casa, en terreno conocido (aunque algunos de los que te saluden sean ya unos absolutos desconocidos).

Y ya sabes, el tiempo pasa, nos vamos haciendo viejos, como decía la canción, pero si no sintiéramos ese pasar del tiempo estaríamos muertos. Pensemos que aún queda tiempo por pasar, por disfrutar, por crear.

Un abrazo y a seguir explorando los caminos del arte.

Anónimo -

La mirada del espectador se encuentra a veces con una obra que le conmueve y le estremece, que es capaz de provocarle sensaciones de admiración, atracción, angustia, dolor, ternura. Si tiene suficiente dinero, interés y ganas es probable que quiera adquirir esa obra para su disfrute. Muchas veces solo deseará invertir y buscará una firma cotizada o revalorizable. Ojalá podamos emocionarnos mucho con todas las creaciones que van surgiendo.

juan mateo (villamayor) -

En mi pueblo, en el pueblo de uno, se ve el paso del tiempo en la cara de los demás, en la fachada de la casa de enfrente, que como a la cara del vecino, de repente le han salido arrugas. La sorpresa en mi pueblo existe, está en las pequeñas noticias del bar, que se diluyen con otras pequeñas noticias. Está en la avalancha de recuerdos que le arrollan a uno cuando ve gente y rincones vividos en la niñez.
Querido Pepe, este no es el pueblo de tu niñez, y por eso a tus paseos les falta algo.
Pero consuelate, muchas veces la sorpresa en Villamayor aparece cuando tú entras en el bar de la plaza.
Gracias.

Anónimo -

Siempre necesitamos tiempo; pero, a la vez, un descenso en nuestro ritmo produce un extraño vacío. Esta contradicción es una de las más importantes a las que nos enfrentamos en la sociedad contemporánea. Y tu aproximación intuitiva es enorme porque, como tus pinturas, nos traslada una experiencia casi sin traducir. La vivimos en estado muy puro. Sender decía que el arte es uno de esos pocos diques que podemos establecer contra ese vacío,\"preludio de la muerte\". El tiempo es únicamente un signo convencional que nos introduce en unos cajas pequeñas y casi sin salida.
Sin embargo, sólo el hecho de planterase el problema ya es suficiente para modificar las sensaciones sobre nuestro universo.
Y Pepe es uno de los artistas que se empeñan en llenar de barreras ese espacio de angustia. Por eso debemos respetarlo, y por su generosidad (que, muchas veces, quiere contradecir).
Terminar un proceso produce sensaciones como las que cuentas. Y genera preguntas, aunque sean activas y positivas.
Es bonito leerlas aquí: gracias por pensar con nosotros