Egomaniacos y descreidos
Yo, como habrán ido constatando, soy de mi natural algo lenguaraz. Esto no sería demasiado grave si además no fuese artista pintor. Estas dos particularidades mías han venido trayéndome alguna que otra complicación. Y es que los pintores están mucho mejor ensimismados, abstraídos, preocupándose de lo que es de su estricta competencia: las masas, la luz, la forma, el claroscuro y el color, ya saben.
Cuando les da por largar de otras cuestiones la cosa se complica. Aunque hay notabilísimos ejemplos de pintores parlanchines como: Hockney, Dalí, Solana, Ramón Gaya y unos cuantos más, son en general una excepción; lo mas sensato es que no digan nada o sí dicen que digan de lo suyo, pero de lo suyo, suyo, de la piel pa dentro, como Tapiés o Paul Klee. O que se hagan pajas mentales psudocientíficas como Kandínsky. Pero lo que no se vale es que se refieran a otras cuestiones y que, además, lo hagan desde un cierto, y sano, cachondeo. Como, por otra parte, le es propio al español desde Quevedo para acá.
A veces, en el transcurso de las innumerables cenas que forman parte consustancial a este oficio, se me suele decir:
-Pepe, es que tú no te crees tu oficio. Fulano, ese, ese sí que se lo cree.
Lo inaudito es que confunden el tener fe en uno mismo, el creérselo con autenticidad o verdad. Y por lo tanto lo suman a las virtudes del artista en cuestión. Yo creo justo lo contrario, eso de creérselo es un defecto y un ataque directo a la duda, que es la madre de la razón. Mi sistema, para defenderme del peligro de la egomanía, consiste en poner en duda constantemente todo lo que creo ser y saber, para después construir con los pecios resultantes del desmonte otra falla que será quemada al día siguiente, y así hasta que la muerte nos separe.
Eso que llaman seriedad y consecuencia, consiste en pensar una sola vez, en la adolescencia, y pasarse el resto de la vida ejercitando, e imponiendo a los demás, lo pensado aquella vez. A este perfil se corresponden Hitler, Stalin, André Breton y su grupo, con Miró a la cabeza, y la mayoría de los que se han venido llamando artistas en este último siglo y medio. Amás de un sinfín de personajes contemporáneos formados en Masters y cursos de autoestima, con los que es mejor no tomarse ninguna cerveza si las vida te los cruza. No hay nadie más autoritario y aburrido que el iluminado y a mí me gusta que me dejen en paz y reírme lo más posible, empezando ,por, y de, mí, claro está.
Cuando les da por largar de otras cuestiones la cosa se complica. Aunque hay notabilísimos ejemplos de pintores parlanchines como: Hockney, Dalí, Solana, Ramón Gaya y unos cuantos más, son en general una excepción; lo mas sensato es que no digan nada o sí dicen que digan de lo suyo, pero de lo suyo, suyo, de la piel pa dentro, como Tapiés o Paul Klee. O que se hagan pajas mentales psudocientíficas como Kandínsky. Pero lo que no se vale es que se refieran a otras cuestiones y que, además, lo hagan desde un cierto, y sano, cachondeo. Como, por otra parte, le es propio al español desde Quevedo para acá.
A veces, en el transcurso de las innumerables cenas que forman parte consustancial a este oficio, se me suele decir:
-Pepe, es que tú no te crees tu oficio. Fulano, ese, ese sí que se lo cree.
Lo inaudito es que confunden el tener fe en uno mismo, el creérselo con autenticidad o verdad. Y por lo tanto lo suman a las virtudes del artista en cuestión. Yo creo justo lo contrario, eso de creérselo es un defecto y un ataque directo a la duda, que es la madre de la razón. Mi sistema, para defenderme del peligro de la egomanía, consiste en poner en duda constantemente todo lo que creo ser y saber, para después construir con los pecios resultantes del desmonte otra falla que será quemada al día siguiente, y así hasta que la muerte nos separe.
Eso que llaman seriedad y consecuencia, consiste en pensar una sola vez, en la adolescencia, y pasarse el resto de la vida ejercitando, e imponiendo a los demás, lo pensado aquella vez. A este perfil se corresponden Hitler, Stalin, André Breton y su grupo, con Miró a la cabeza, y la mayoría de los que se han venido llamando artistas en este último siglo y medio. Amás de un sinfín de personajes contemporáneos formados en Masters y cursos de autoestima, con los que es mejor no tomarse ninguna cerveza si las vida te los cruza. No hay nadie más autoritario y aburrido que el iluminado y a mí me gusta que me dejen en paz y reírme lo más posible, empezando ,por, y de, mí, claro está.
7 comentarios
diógenes -
por cierto que parece que van ustedes bien servidos de odios personales en esas las tierras de ustedes.
saludos.
Miguel Mena -
A veces en tu blog aparecen algunos anónimos de un olor indescriptible, pero a mí me compensa el panorama general.
Un abrazo
Antonio Pérez Morte -
Eso me basta!
Abrazos!
Aurora Criado -
Algunos parecen escorpiones acorralados.
Habrá que invocar a Cavia: "Dejen vivir". Vivan, escriban, hagan el amor, vendan sus bonitos proyectos, critiquen, pero no llenen el mundo de amargura.
¡Qué rollo! Me he puesto seria...
Anónimo -
Ha cambiado mucho de estilos, de materiales. ¿Por qué?
R. He cambiado mucho de forma cognoscitiva. Repetir la obra para venderla es una imbecilidad. Y eso es lo que han hecho los artistas desde los años cuarenta sin darse cuenta. Buscar el modelo y repetirlo. Eso es engañar a la gente y a ti mismo."
Aunque resulte un poco odioso citarse a uno mismo creo haber escrito un comentario aquí que decía, en relación con los egomaníacos representantes de la cultura-espectáculo y del arte-producto algo así como que "han utilizado los mecanismos de la industria del entretenimiento para alcanzar un status-cotización conveniente, sacrificando en el camino la búsqueda de la auténtica creatividad que quizás pudo impulsarles en sus inicios, dedicándose en definitiva a hacer hábiles fotocopias de su marca registrada."
Creo haberle leído a tu amigo PLENSA algo así como que "la imperfección es la base del trabajo".
La duda y el error, diría yo, son consustanciales a cualquier intento sincero de auténtica creación, incompatible con recetario alguno. Aquí radica, precisamente, la inasible belleza del arte, cuyos designios escapan al propio artífice, quien, si es sincero, no es más que el primer sorprendido por lo que se revela ante sus ojos.
(io)
Jonás -
Jonás
uno de aquí -
Creo que lo que haces no es más que un triste ejercicio de diario adolescente, que a tu edad resulta patético.
Por la presente causo baja en esta procesión de letanías.
¿Porqué no te vuelves a París y nos dejas en paz?