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pepe-cerda

Improvisación y timidez

Improvisación y timidez ¿De donde vendrá la improvisación?.
¿De donde vendrá esa fuerza que hace que los pensamientos se construyan en la boca al tiempo que los fonemas y que fluyan brillantes y exactos como torrentes?
Nada me produce más admiración que la capacidad de articular pensamientos originales y graciosos sobre la marcha. Todos conocemos a personas con esa brillante locuacidad, son los que salvan las cenas, los que no temen al ridículo, los que se fían de sí mismos, los que han sido desde siempre amados.
Los demás intentamos responder con ripios, chistes, anécdotas una y mil veces contadas...Pero no es lo mismo. Cuando la gracia ha sido rumiada ya sale agria e impostada.
Los tímidos somos seres a los que no se nos para la cabeza, que intentamos prever la contingencia, que nos adelantamos a los hechos y los ensayamos una y otra vez, para fracasar inexorablemente cuando llega el momento de actuar.
Por eso la mayoría de los actores se reconocen como tímidos patológicos. Desde niños no han hecho otra cosa que imaginar situaciones autopredecibles. Cuando su madre les mandaba a la carnicería a por dos filetes iban pensando por el camino:
-Seguro que me los dará con nervios y que me encontraré con la señora cardada que huele a perfume, y naftalina. Cuando me dé un pellizco en la cara me preguntará por el colegio y que si aún sigo suspendiendo tantas. Todo el mundo la oirá y sabrán que soy un negado. El rubor me traicionará y se me pondrá la cara como un tomate. Mientras el carnicero me habrá cortado ya los filetes y seguro que no habré tenido el valor de decirle que me los ponga sin nervios. Cuando llegue a casa mi madre me recriminará lo tonto que soy, que ya sabía ella que me iban a timar.
Y efectivamente ocurre exactamente lo que él había augurado.
Por eso después ya de mayores y actores, les parece una maravilla representar el papel adjudicado y tener la certeza de las reacciones del resto de la compañía.
Todos los tímidos somos actores, lo único que nos diferencia a los que no ejercemos profesionalmente como tales, es que interpretamos nuestro propio personaje y nos llevamos a nosotros mismos del mismo modo que llevan colgando de los hilos a las marionetas quienes las manejan.

11 comentarios

BERE -

VAYA!!!!!!!!!!!!

aLSi -

Tanto tiempo después no creo que llegues a leer este comentario... He llegado aquí de rebote, a punto de escribir algo parecido a lo tuyo. Probablemente hasta le haga un link. El caso es que yo no soy tímida, ya no. Ahora te puedo salvar una cena e incluso una paella con tus padres un domingo,jajaja. Para mí el problema es otro. No dejarse llevar siempre por esa improvisación. Tener la mente continuamente funcionando. Salvo en las palabras, en el resto. No poder desconectar el chip y hacer eso que llaman "dejarse llevar". Un beso

K113 -

dial; HbTools 4.8.2)

Arnicio -

Grande!

portutatis -

Pues fíjate, yo tampoco hubiera pensado nunca que eras un tímido. Tal vez porque, aunque tampoco hemos compartido tantas, ya te he visto “salvar alguna cena”. De hecho, si me hubieran preguntado, te hubiese incluido entre esos otros que, al parecer, envidiamos los dos. Así que dime, ¿de verdad existen? Siempre nos resulta fácil creer que los demás (según quién, cierto) son más interesantes que nosotros, o más brillantes, o felices, o sus vidas más satisfactorias; y ello por el hecho de ser precisamente eso: los demás. ¿Cómo estar seguros de que en realidad no hacen como tú y como yo, esto es, anticipar la catástrofe, prever todos sus escenarios para, presque à tous les coups, comprobar que no habíamos tenido en cuenta una de las variables de la ecuación?

Yo tampoco sé de dónde viene la improvisación, repentización, o como se quiera. Tal vez tenga algo que ver con el valor, la generosidad o con alguna forma de inteligencia que me es completamente ajena (o con el desapego, por qué no). O tal vez sea al revés, tal vez los que siempre han sido (bien)amados sean también los más seguros de sí. Pero ¿y si resultara que en realidad sólo hay buenos y malos actores?

De todas formas, en los tiempos que corren, yo no me lanzaría a un elogio de la locuacidad sin pensarlo dos veces, porque tu “salvacenas” no está solo: ¿quién no ha tropezado también con ese otro comensal que aún no ha descubierto que el hecho de estar dotado de un aparato fonador no le incapacita para moderar su uso de vez en cuando?

En fin, que me alegra haber descubierto tu blog y puedes contarme entre tus asiduos. Si te pica la curiosidad, ya sabes: vorzet@hotmail.com

hada lesionada -

Delicioso... e iluminador.

Nicolás -

Yo creo que la aunténtica inspiración y el genio proviende del entendimiento de que siempre, siempre, estamos represntando un papel, que hay que desenmascarar(nos)

Teresa -

Que acertada descripción...me hizo pensar algo parecido que el comentario anterior, escribir es también más de lo mismo. Representar un papel, escondidos tras otro papel, a veces me pregunto si tendrá remedio, o lo que es peor, si tuviera remedio, realmente querría aplicarmelo?

anónimo -

Que razón tienes, Pepe. Nunca hubiera pensado que fueras un tímido. La timidez nos frena. Nos hace actuar de manera limitada, siempre pensando en lo que pensarán los demás. Siempre preparando lo que vas a decir y siempre con la sensación de que no has dado la respuesta adecuada en el momento presente. Después se nos ocurre todo lo que podíamos haber dicho al imbécil de turno que nos dejó sin palabras. A veces a mí me gustaría salirme de mi papel, pero es difícil. Ahí está siempre el freno. Por eso me gusta escribir, porque me permite vivir vidas imaginadas y meditar las cosas, corregirlas una y otra vez hasta que quedan de mi agrado. Supongo que mis escritos muchas veces rompen esa idea de mosquita muerta que la gente se hace de mí. Y eso a veces también me hace sonrojar.

Anónimo -

Hola, soy María y quisiera recomendarte un libro: "Free Play" de Stephen Nachmanovitch. Solo eso, y un beso.

luis grañena -

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