Crónica
Hoy es domingo, ya saben el séptimo descansó.
Aunque ayer escribí que no iba manifestarme porque estaba trabajando y me despistaba, hoy estoy relativamente de buen humor y me apetece epistolar. Ando superando, poco a poco, el bloqueo en público del día de la presentación del libro de Mena.
La verdad es que estuve desastroso. Pensé, equivocadamente, que lo mejor sería improvisar. Intente hacer un chiste de entrada; dije que el autor había escrito diez libros pero que yo no los había leído...Como la voz me salió entrecortada, y a nadie le hizo la más mínima gracia, intente enmendarme. Probé con otra gracia, dije que lo que probaba que los criminales siempre vuelven al lugar del crimen era nuestra presencia allí, la mía y la de Mena, ya que yo acababa de exponer en la sala contigua del Palacio de Montemuzo, donde nos encontrábamos y Mena iba con frecuencia a consultar la hemeroteca que también alberga el palacio, peor. No tenía la tarde graciosa. Notaba ya el rubor en las mejillas y sabía que los asistentes lo notaban. La cosa ya no tenía arreglo. Con voz sólo audible por el cuello de mi camisa, comencé a balbucear un par de cuestiones que se trataban en el libro. Parecía cómo si estuviese hablando otra persona, cada frase que pronunciaba era peor que la anterior. El desastre ya era completo. Como última instancia saqué un papel en el que llevaba escrito lo del blog del día diez de este mes y lo leí a toda velocidad con el deseo de acabar cuanto antes.
No sé que me ocurrió. Desde mi primera juventud no me había pasado nada parecido. Estaba convencido de que a estas alturas ya no podía volver a ocurrir, pero estaba equivocado. Además la mayoría de los asistentes eran viejos conocidos míos y se suponía que estaba en familia y arropado.
Eso de hablar en público y a pecho descubierto es en sí mismo un oficio, o un don, que desgraciadamente, ha dejado de adornarme. Para mi consuelo me apetece pensar, que era el único don que tenía Hitler y mira la que lío.
Como no hay mal que por bien no venga esto ha sido una estupenda cura de humildad y encima me ha puesto a trabajar.
Aunque ayer escribí que no iba manifestarme porque estaba trabajando y me despistaba, hoy estoy relativamente de buen humor y me apetece epistolar. Ando superando, poco a poco, el bloqueo en público del día de la presentación del libro de Mena.
La verdad es que estuve desastroso. Pensé, equivocadamente, que lo mejor sería improvisar. Intente hacer un chiste de entrada; dije que el autor había escrito diez libros pero que yo no los había leído...Como la voz me salió entrecortada, y a nadie le hizo la más mínima gracia, intente enmendarme. Probé con otra gracia, dije que lo que probaba que los criminales siempre vuelven al lugar del crimen era nuestra presencia allí, la mía y la de Mena, ya que yo acababa de exponer en la sala contigua del Palacio de Montemuzo, donde nos encontrábamos y Mena iba con frecuencia a consultar la hemeroteca que también alberga el palacio, peor. No tenía la tarde graciosa. Notaba ya el rubor en las mejillas y sabía que los asistentes lo notaban. La cosa ya no tenía arreglo. Con voz sólo audible por el cuello de mi camisa, comencé a balbucear un par de cuestiones que se trataban en el libro. Parecía cómo si estuviese hablando otra persona, cada frase que pronunciaba era peor que la anterior. El desastre ya era completo. Como última instancia saqué un papel en el que llevaba escrito lo del blog del día diez de este mes y lo leí a toda velocidad con el deseo de acabar cuanto antes.
No sé que me ocurrió. Desde mi primera juventud no me había pasado nada parecido. Estaba convencido de que a estas alturas ya no podía volver a ocurrir, pero estaba equivocado. Además la mayoría de los asistentes eran viejos conocidos míos y se suponía que estaba en familia y arropado.
Eso de hablar en público y a pecho descubierto es en sí mismo un oficio, o un don, que desgraciadamente, ha dejado de adornarme. Para mi consuelo me apetece pensar, que era el único don que tenía Hitler y mira la que lío.
Como no hay mal que por bien no venga esto ha sido una estupenda cura de humildad y encima me ha puesto a trabajar.
12 comentarios
Otro anónimo -
anonimico -
Mena -
Anónimo -
Anónimo -
Anónimo -
m ; )
Anónimo -
Javier Tomeo nos decía una tarde que él escribe como otros levantan una pared. "Pongo unas palabras detrás de otras y al final he escrito un libro". No tiene más mérito que hacer una tapia o cavar una zanja.
El día de la presentación del libro de Miguel Mena te vi dibujar con un rotulador azul. Parecía un carioca de aquellos que llevábamos a la escuela. A todo el que te lo pidió le hiciste un dibujo para dedicarle el libro... Luego olvidaste el rotulador sobre la mesa... estuve a punto de robarlo, pero sabía que a mí no me serviría de nada.
Escribe, pintor. Escribe y habla.
mars -
...Esto es la crónica... de todo un gatillazo, pues!!
...Pero no hay por qué desanimarse ...al menos mientras que la cronica no cambie de genero y resulte crónico !!!
Santiago -
Teresa -
Ojalá nos sigas regalando escritos así por más tiempo!
pepe cerdá -
Nicolás -
Me pregunto cómo trasladas esto a tu trabajo de creación en la pintura, hasta qué punto te planteas la improvisación en estado puro o el trabajo creativo de acuerdo a unos esquemas y esperar a que entre las rendijas salga a relucir el arte...