Poesia
Yo no sé muy bien lo que es la poesía. Y me preocupa, no crean. Tanto es así que compro regularmente libros de poesía y los leo, pero no termino de ir a donde el poeta quiere llevarme.
Sin embargo, el otro día compré una antología de poesía china y leyendo el modo en el que los chinos ven el paisaje descubrí que no está muy lejos del modo en el que se ve por aquí, en Villamayor.
Mi amigo Mayayo, maestro pintor y sin embargo profesor de la escuela de artes, viene a visitarme de vez en cuando. Me visita como es debido, como se visitaba en el dieciocho, es decir viene y se instala los días que él estima oportuno, y yo encantado. Nada que ver con la visita burguesa del té con pastas y puerta.
En estas visitas acostumbra a pintar dos o tres cuadros del entorno y del natural. Una granja de cerdos, por aquí, el paisaje socarrado monegrino a mediodía, por allá, en fin, lo que se entiende por pintoresco..
Un día que andaba buscando temas para pintar y se topó con el rebajao plantando patatas con la mula mecánica. Al rebajao, le llaman el rebajao porque cuesta menos saltarlo que darle la vuelta y la verdad es que fundido con la motoazada es todo un tema.
Ni corto, ni perezoso Mayayo montó su caballete y sin decir esta boca es mía comenzó a pintarle. Al rato el rebajao cayo en la cuenta de la presencia de un tipo en la margen de su huerto y acercose a ver que andaba haciendo. Su sorpresa fue mayúscula al descubrir que él y su huerto eran los objetos del cuadro. A partir de ese momento se produjo la necesaria química cómplice entre modelo y artista; y todos los días siguientes hasta la culminación del cuadro a la misma hora, el rebajao levantando a pulso la mula mecánica y adoptando la pose, le espetaba al artista:
-¿Me pongoo?
Mayayo asentía con la cabeza y se enfrascaba en el cuadro, y así iba pasando la mañana.
El problema vino cuando, como no podía ser de otra manera el rebajao lo contó en el bar. Y los dueños de los huertos colindantes que no querían ser menos empezaron a posar también para el maestro, el uno entrecavando, el otro con la horca extendiendo fiemo... Al artista las mujeres de sus modelos le preparaban suculentos almuerzos... Y claro con tanto personaje la ejecución del cuadro se dilataba. Nunca en la historia de Villamayor había habido tantos hortelanos trabajando al unísono en un área tan pequeña. La cosa estaba entre un belén viviente y el auto sacramental. Y Mayayo a lo suyo, a la creación.
Este es el panorama que vio desde lo alto de su tractor nuestro poeta cuando transitaba por el camino adyacente, Sorprendido paró, se apeo, y tras mirar alternativamente lo real y lo representado en el cuadro. Dijo.
- Ya perdonará que me meta ande no me llaman. Pero... ¿No ha encontrao usted una cosa más bonica pa pintar...?
Mayayo estaba concentrado. Los que le conocemos sabemos que cuando está en este trance nada más en el mundo existe. No hizo el menor gesto, no levanto la mirada, puede que oyese pero no escuchó. Siguió a lo suyo.
El del tractor siguió unos minutos allí, embobado por la ejecución del cuadro, por la pinta de sus vecinos inmóviles: el rebajao con la motoazada, el Aurelio con la horca,
Fermín entrecavando...
Entonces pasándose la mano por la cabeza, parafraseando y sintetizando a toda lo poesía China de todos los tiempos, dijo:
-Hay que jodése. ¡Ande menos se espera uno, surge la belleza!
Sin embargo, el otro día compré una antología de poesía china y leyendo el modo en el que los chinos ven el paisaje descubrí que no está muy lejos del modo en el que se ve por aquí, en Villamayor.
Mi amigo Mayayo, maestro pintor y sin embargo profesor de la escuela de artes, viene a visitarme de vez en cuando. Me visita como es debido, como se visitaba en el dieciocho, es decir viene y se instala los días que él estima oportuno, y yo encantado. Nada que ver con la visita burguesa del té con pastas y puerta.
En estas visitas acostumbra a pintar dos o tres cuadros del entorno y del natural. Una granja de cerdos, por aquí, el paisaje socarrado monegrino a mediodía, por allá, en fin, lo que se entiende por pintoresco..
Un día que andaba buscando temas para pintar y se topó con el rebajao plantando patatas con la mula mecánica. Al rebajao, le llaman el rebajao porque cuesta menos saltarlo que darle la vuelta y la verdad es que fundido con la motoazada es todo un tema.
Ni corto, ni perezoso Mayayo montó su caballete y sin decir esta boca es mía comenzó a pintarle. Al rato el rebajao cayo en la cuenta de la presencia de un tipo en la margen de su huerto y acercose a ver que andaba haciendo. Su sorpresa fue mayúscula al descubrir que él y su huerto eran los objetos del cuadro. A partir de ese momento se produjo la necesaria química cómplice entre modelo y artista; y todos los días siguientes hasta la culminación del cuadro a la misma hora, el rebajao levantando a pulso la mula mecánica y adoptando la pose, le espetaba al artista:
-¿Me pongoo?
Mayayo asentía con la cabeza y se enfrascaba en el cuadro, y así iba pasando la mañana.
El problema vino cuando, como no podía ser de otra manera el rebajao lo contó en el bar. Y los dueños de los huertos colindantes que no querían ser menos empezaron a posar también para el maestro, el uno entrecavando, el otro con la horca extendiendo fiemo... Al artista las mujeres de sus modelos le preparaban suculentos almuerzos... Y claro con tanto personaje la ejecución del cuadro se dilataba. Nunca en la historia de Villamayor había habido tantos hortelanos trabajando al unísono en un área tan pequeña. La cosa estaba entre un belén viviente y el auto sacramental. Y Mayayo a lo suyo, a la creación.
Este es el panorama que vio desde lo alto de su tractor nuestro poeta cuando transitaba por el camino adyacente, Sorprendido paró, se apeo, y tras mirar alternativamente lo real y lo representado en el cuadro. Dijo.
- Ya perdonará que me meta ande no me llaman. Pero... ¿No ha encontrao usted una cosa más bonica pa pintar...?
Mayayo estaba concentrado. Los que le conocemos sabemos que cuando está en este trance nada más en el mundo existe. No hizo el menor gesto, no levanto la mirada, puede que oyese pero no escuchó. Siguió a lo suyo.
El del tractor siguió unos minutos allí, embobado por la ejecución del cuadro, por la pinta de sus vecinos inmóviles: el rebajao con la motoazada, el Aurelio con la horca,
Fermín entrecavando...
Entonces pasándose la mano por la cabeza, parafraseando y sintetizando a toda lo poesía China de todos los tiempos, dijo:
-Hay que jodése. ¡Ande menos se espera uno, surge la belleza!
3 comentarios
mena -
un minuto de felicidad antes de volver a casa
hala pues
Hola soy Edu Feiz Navidad -
Teresa -