¿A mano o a máquina?
Los que hemos pasado del burro al turbo, del tiralíneas al plóter y de la escasez a la dieta, en una sola generación no terminamos de ser auténticamente posmodernos por mucho que lo intentemos.
Yo hace ya mucho que deje de intentarlo. Lo que sí que parece que soy es un pintor en plena muerte del arte (del arte, tal y como lo entendían los idealistas alemanes) y en pleno florecimiento de las artes(las artes, entendidas como: entretenimiento, noticia, destino turístico, motor de desarrollo local y creadoras de puestos de trabajo indirectos).
La cosa no deja de ser paradójica puesto que lo primero que se pregunta un pintor en la tercera, ¿o cuarta?, revolución industrial es (y no es una redundancia): ¿qué diablos pinto yo aquí?, con los ordenadores, las impresoras digitales sobre cualquier superficie y tamaño. Con funciones de Photosop que imitan el óleo, la acuarela, el fresco y lo que se quiera. Con programas de dibujo técnico y artístico, etc. La respuesta a esta pregunta es tan simple como esta: Pinto porque amo la pintura; porque me gustan más los rótulos hechos a mano que recortados en vinilo; porque noto la destreza y el ánimo del que ha dejado un trazo en cualquier superficie. Porque tengo la minusvalía de captar el aura atávica de la obra de arte. La mayoría de los pintores cultos han dejado de pintar y usan los nuevos medios para fabricar sus obras, pero resulta que a mí no me da la gana. Debe de ser porque no soy lo suficientemente culto.
Empleo el ordenador, como todo el mundo, porque trabajo, generalmente, a partir de imágenes fotográficas que copio, en lugar del natural, directamente de la pantalla. La luz de la pantalla es muy parecida a la del natural y , además, permite agrandar los detalles. Se me dirá, que si ya tengo la imagen capturada en el ordenador, porqué no la manipulo y la imprimo en papel de acuarela, esto sería lo más lógico y lo más adecuado a la época. Es justo por esto por lo que no lo hago. Porque niego la idea de progreso aplicada al arte. Porque no quiero que mi obra sea deudora de un método técnico identificable con una época determinada.
Aparte de esto, y esto es el meollo de la cuestión, la foto traducida a pintura ya no es una foto. Del mismo modo que no comunica exactamente lo mismo una palabra escrita a mano que impresa. Del mismo modo que no es lo mismo el sexo telefónico que el sexo. Pienso que la capacidad de comunicar emociones que las imágenes tienen por sí mismas se modifica sustancialmente por el hecho de estar pintadas a mano. Insisto en lo de a manoporque, de algún modo, el proceso inexorable de modernización exige que las cosas modernas sean construidas y concebidas a máquina. Son las cosas provenientes de países en desarrollo o subdesarrollados las que son artesanas.. La profilaxis en el método, sería una característica de nuestros tiempos. La idea concebida en el cerebro, ha de traducirse a medios cibernéticos para ser comprensible primero por el ordenador y después por la máquina, para finalmente convertirse en cosa. Solo así el objeto resultante podrá considerarse realmente moderno. Yo ando últimamente interesado en invertir el proceso. Es decir: utilizar como tema de mis obras imágenes que fueron capturadas en su día por medios ópticos, para convertirlas en iconos atávicos, o lo que es lo mismo: pinturas a la acuarela.
Yo hace ya mucho que deje de intentarlo. Lo que sí que parece que soy es un pintor en plena muerte del arte (del arte, tal y como lo entendían los idealistas alemanes) y en pleno florecimiento de las artes(las artes, entendidas como: entretenimiento, noticia, destino turístico, motor de desarrollo local y creadoras de puestos de trabajo indirectos).
La cosa no deja de ser paradójica puesto que lo primero que se pregunta un pintor en la tercera, ¿o cuarta?, revolución industrial es (y no es una redundancia): ¿qué diablos pinto yo aquí?, con los ordenadores, las impresoras digitales sobre cualquier superficie y tamaño. Con funciones de Photosop que imitan el óleo, la acuarela, el fresco y lo que se quiera. Con programas de dibujo técnico y artístico, etc. La respuesta a esta pregunta es tan simple como esta: Pinto porque amo la pintura; porque me gustan más los rótulos hechos a mano que recortados en vinilo; porque noto la destreza y el ánimo del que ha dejado un trazo en cualquier superficie. Porque tengo la minusvalía de captar el aura atávica de la obra de arte. La mayoría de los pintores cultos han dejado de pintar y usan los nuevos medios para fabricar sus obras, pero resulta que a mí no me da la gana. Debe de ser porque no soy lo suficientemente culto.
Empleo el ordenador, como todo el mundo, porque trabajo, generalmente, a partir de imágenes fotográficas que copio, en lugar del natural, directamente de la pantalla. La luz de la pantalla es muy parecida a la del natural y , además, permite agrandar los detalles. Se me dirá, que si ya tengo la imagen capturada en el ordenador, porqué no la manipulo y la imprimo en papel de acuarela, esto sería lo más lógico y lo más adecuado a la época. Es justo por esto por lo que no lo hago. Porque niego la idea de progreso aplicada al arte. Porque no quiero que mi obra sea deudora de un método técnico identificable con una época determinada.
Aparte de esto, y esto es el meollo de la cuestión, la foto traducida a pintura ya no es una foto. Del mismo modo que no comunica exactamente lo mismo una palabra escrita a mano que impresa. Del mismo modo que no es lo mismo el sexo telefónico que el sexo. Pienso que la capacidad de comunicar emociones que las imágenes tienen por sí mismas se modifica sustancialmente por el hecho de estar pintadas a mano. Insisto en lo de a manoporque, de algún modo, el proceso inexorable de modernización exige que las cosas modernas sean construidas y concebidas a máquina. Son las cosas provenientes de países en desarrollo o subdesarrollados las que son artesanas.. La profilaxis en el método, sería una característica de nuestros tiempos. La idea concebida en el cerebro, ha de traducirse a medios cibernéticos para ser comprensible primero por el ordenador y después por la máquina, para finalmente convertirse en cosa. Solo así el objeto resultante podrá considerarse realmente moderno. Yo ando últimamente interesado en invertir el proceso. Es decir: utilizar como tema de mis obras imágenes que fueron capturadas en su día por medios ópticos, para convertirlas en iconos atávicos, o lo que es lo mismo: pinturas a la acuarela.
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Miguel -