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Perogrullos

Perogrullos Lo obvio es, por definición, evidente, que no necesita explicación. Cada vez que alguien intenta explicar una obviedad está insultando gravemente al interlocutor. Si además, usa un tono engolado y suficiente en el decir (cosa muy habitual) es él mismo el que también se auto insulta.
La primera definición de obvio que se encuentra en el diccionario es esta: “aquello que se encuentra o se pone delante de los ojos”. Desde este punto de vista los objetos, sean cuadros, fotos, esculturas, o cualesquiera cosa que conforman una exposición son claramente “obviedades”. Otra cosa es que la torpeza para interpretar lo que se tiene delante de las narices sea, en nuestros tiempos, enorme. Y más cuando se avisa al espectador que lo que va a ver es arte. Esto es lo que hizo necesaria la figura del explicador de obviedades, es decir del crítico: la persona autorizada para hacernos ver aquello que a él le parece.
Fue a mitad del siglo diecinueve, con el desarrollo de la burguesía y de los salones, cuando aparece la crítica de arte, tal y como, (evolucionada), la entendemos hoy.
Nace para explicar a los recién llegados al confort lo que les debe gustar y lo que no.
La idea de moda es inherente a esto.
Desde entonces hasta ahora, ha habido, básicamente, dos posturas: La historicista, que intenta explicar el presente desde el pasado, como devenir lógico de una serie de hechos plásticos irrefutables; y la que emplea como excusa al artefacto artístico para desarrollar un modo de pensamiento estético, y por lo tanto ético, y por lo tanto moral.
En la posmodernidad claramente es este último modo de entender la crítica el que ha vencido. Los críticos posmodernos, en la subfunción de comisarios, son los que imaginan una tesis estética, y sólo después de establecida es cuando buscaran a los artistas que con su trabajo subrayaran la bondad de la misma. Del algún modo son ellos los creadores, son los que imaginan, los que articulan y los que eligen a los mudos artefactos que conformaran las exposiciones.
Es decir, no esperan a que se construya la obra para luego criticarla, como los historicistas, al contrario se adelantan y fuerzan la creación de la misma.
No faltaran artistas deseosos de cumplir ese secreto encargo, ese no es el problema, (conozco alguno que se entrevista con el comisario de turno e incorpora ese debate a su obra, supuestamente artística), nunca la “clase” artística había sido tan dócil como ahora.
Ha ocurrido lo mismo que con el lenguaje que nacido, básicamente, para comunicarse e intentar explicar el mundo. A base de inventar metáfora sobre metáfora, ahora difícilmente sirve para explicarse a sí mismo. Los publicistas lo saben muy bien.

Mañana más.

1 comentario

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Discrepo: la estética, la ética y la moral son "conjuntos disjuntos" de la actividad humana, y el encadenamiento aquí descrito es falaz. Caes en las falacias de tus enemigos al seguirles así el juego...

Mejor dicho: algunos intentan aunar todo eso en una misma cosa, pero viene a ser como confundir el culo con las témporas, y es labor del artista y del pensador no confundir al espectador, que venimos a ser todos.