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pepe-cerda

De la corrupción en otros tiempos.

Tengo un buen amigo que ahora roza los ochenta y que trabajó durante el franquismo en la administración del estado. Hubo un tiempo que se ocupó de lo que entonces se llamaba cupos para la importación. En aquél entonces los españoles estaban obligados prácticamente a consumir productos españoles. Las cosas de importación además de estar muy gravadas por impuestos estaban sometidas a “cupo”, es decir: era el estado el que autorizaba el número de unidades de lo que fuese que se podía importar. Este asunto regía sobre todo en el caso de los automóviles. En aquella España del biscuter, el huevo y el gogomovíl (los más jóvenes que consulten en internet y vean las maravillas del diseño autárquico español) poseer un Buick americano o cualesquiera automóvil de importación era el sueño de la nueva clase social pudiente emergente tras la posguerra.

 

Para conseguir este sueño no sólo había que tener dinero sino también influencias entre los que autorizaban la importación de los coches. Entre estos se encontraba el jefe de mi amigo en aquél entonces. Entre las decenas de anécdotas que me ha contado de su vida no me resisto a contarles esta acontecida en aquél periodo.

 

Un día se presentaron en el despacho de Madrid dónde se autorizaban los cupos un grupo de vendedores de coches valencianos. Tras las presensaciones le dijeron a  la subsecretario encargado de la importación que se asomase a la ventana. Desde lo alto refulgía la negrura brillante de un maravilloso Buick enorme en comparación con los menguados coches de fabricación española que circulaban escasos por la calle.

 

       -    Que coche tan precioso.

 

Exclamó el subsecretario.

 

El que llevaba la voz cantante de los comerciantes de automóviles se dirigió al subsecretario y le dijo:

 

-         Es un regalo para usted. Señor subsecretario.

-         Me siento muy honrado por su generosidad. Pero deben hacerse cargo que por mi puesto no puedo aceptar regalos de este tipo.

 

El subsecretario se volvió a asomar a la ventana y rascándose la barbilla continuó diciendo:

 

-         El coche mira que es bonito.... La verdad es que es una preciosidad. Mire usted, no lo acepto como regalo, pero estaría muy interesado en adquirirlo. ¿Cuál es su precio?

-         Para usted, señor subsecretario: mil pesetas (precio ridículo incluso para la época)

       -     Esta bien. En este caso querré tres unidades.

4 comentarios

José Lopez Aguilar -

Me agradaría que este blog lo visitases como hago yo con el tuyo.

Gracias Pepe.


José Lopez Aguilar.

Aitana -

Mis abuelos para poder emigrar a Alemania a trabajar tuevieron que pagarle al cura del pueblo y al cacique de turno para que le emitiesen la carta de buenos cristianos. Es una pena ver que seguimos viviendo en una Monarquia Bananera.
Saludos

Jorge Sabino -

Sobre pintura y arte en general, cada vez me gusta más ir en contra de la opinión de mis colegas historiadores. ¡Hola, Pepe! Te debo una comida desde el 2006, cuando me prestaste tan generosamente tres cuadros para una exposición en Albalate. Así que cuando quieras, o con Miguel Angel, al que supongo que aún ves de vez en cuando, quedamos. Y si es prontico, mejor. Por cierto felicidades por tu exposición. El martes 10 me llevo a buena parte de la Escuela Superior de Diseño a Verla.
Hala, majo, espero que hasta pronto.

luis -

Listo él, tontos ellos.
Les jodió tres cochazos por tres mil pesetas.