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Tres ocurrencias.

Tres ocurrencias.

Todo este asunto sobre Barceló, sus churretes y su enorme valía tanto artística como económica, me ha hecho reflexionar sobre algunas cuestiones.

 

La primera cuestión: la de los churretes:

 

Barceló y los que saben de arte moderno dicen que la cúpula es de un estilo enmarcable en la action painting. Action painting pero vista desde abajo. Es como si la pintura tras traspasar el cuadro de Pollok estuviera "cayendo" y en ese instante se congelase la imágen y se ampliase. Esta sería la metáfora, aportación u ocurrencia del pintor a la historia del arte reciente. Los que no saben pero se tienen por progresistas ( es decir los que tienen fe en lo nuevo por sí mismo)  cuando oyen hablar de arte moderno en general (y si además se trufa con alguna palabra en ingles) se quedan como los perros de muestra con la boca abierta y asienten con la cabeza, no sea que les tomen por unos paletos, o lo que es peor por unos fachas retrogrados. Doctores tiene la iglesia y ellos sabrán porqué dicen lo que dicen.

La action painting o pintura de acción es aquello que hacía Pollock echando churretes de titanlux sobre la tela extendida en el suelo. Como le hicieron muchas fotos, era americano, el país que entonces, años cuarenta, estaba ganando la guerra mundial, con gran parte de los artistas europeos exilados en Nueva York aplaudiendo su gracia por respeto a los anfitriones que les ayudaban, pues se hizo muy famoso. Como era natural el asunto de las escurriduras vino para Europa con la ayuda del plan Marsall, como la leche en polvo, tras la guerra. Vino junto con los vaqueros, el rok, el tabaco rubio y todo eso. Pero esto de las escurriduras era mucho más importante: era la primera "aportación" del nuevo mundo a la historia de la pintura occidental. Era la primera imposición de los americanos en materia de artes plásticas. Los críticos europeos que sabían "lo que valía un peine", o lo que es lo mismo: que sabían de dónde iba a venir la pasta, enseguida se pusierón a favor del churrete como medio de expresión.

Como la palabra churrete tenía unas connotaciones negativas y no la podían usar los críticos en sus sesudos textos se dejo sin traducir y se le llamo desde entonces “dripping” que queda más chula. Desde entonces “se valió” salirse del dibujo previo y que quedaran goterones en los cuadros. Es más no salirse ni que quedaran goterones en la pintura española de los años cincuenta era considerado una prueba de que era mala, facha y reaccionaria. Aquí se les llamo informalistas. Adolfo Domínguez, que es muy listo, dijo, años después, aquello de que “la arruga es bella” (y subliminalmente de izquierdas, enfrentada a la raya recta del pantalón franquista). Lo dijo tras el mundo del arte que sin decirlo textualmente bramaba desde hacía décadas “el churrete es bello”. En definitiva es un slogan tan brillante como aquél del sombrerero de la plaza Mayor de Madrid cuándo dijo: “Los rojos no usaban sombrero”. Y los tres slogans, el de la arruga, el de los churretes y el de los sombreros,sirvieron para lo mismo: para vender sombreros, trajes o cuadros con churretes.

La cúpula de Barceló cabe pues enmarcarse dentro la más pura tradición de la pintura desde la guerra mundial para acá. Al que no le guste será porque sea un poco facha o reaccionario y seguro que le gusta más aquél, su antecesor, el que pintaba con mierda y oro: Jose María Sert.

 

La segunda cuestión: la de su hegemonía como artista de reconocido prestigio internacional

 

Barceló, como artista allá por los ochenta hizo una meteórica carrera y consiguió una enorme fama. Eran los tiempos de la transvanguardia, del neo expresionismo abstracto de  Aquile Bonito Oliva y todo aquél asunto. España había conseguido una transición ejemplar y sin muertos, económicamente despegaba y ya estaba madura para aportar otro genio a la escena internacional. Como lo hizo en tiempos pretéritos con Miró, Picasso o Dalí. Eran los tiempos de los Punkis y los sex pistols. Se llevaba eso de ser poli toxicómano vivir a tope y dejar un bonito cadáver. Así lo hicieron Sid Vicious, y muchísimos más de su generación. Los pintores de vanguardia y compañeros de hechuras y generación de Barceló: Keith Haring y Basquiat murieron, como era su obligación, de sobredosis, para que así, tras su sagrada inmolación, pudieran convertirse en genios y vender muy caras sus obras. Sin embrago Barceló sobrevivió a aquella vorágine y continuó pintando más o menos como entonces.

De aquello han pasado casi treinta años. Y el mundo del arte internacional, además de desorientado, está interesado en otros asuntos plásticos. A mí me parece que está bien que él siga siendo fiel a sus orígenes, pero desde luego el panorama internacional no está interesado en este  tipo de trabajo que considera de los años ochenta. Barceló se pasa por el arco del triunfo el ”panorama internacional” y un servidor hace lo propio en la medida de sus posibilidades, claro está.

 

De la tercera cuestión, y ahora más polémica: la del precio y el valor.

Ya ha dicho Moratinos que es de necios confundir valor y precio. A mí lo que me parece de necio es esta estúpida gracia que soltó mi ministro en rueda de prensa en la qué, entre otras cosas, tenía que rendir cuentas como es su obligación. Rueda de prensa de las más desgraciadas que se recuerdan tanto por lo de Moratinos con lo del precio y el valor, como por lo de Barceló, lo de la mierda y el oro.

Se supone qué el precio es coyuntural y el valor no. Por lo tanto sin dudar de su valía el precio puede variar. Pues bien: la coyuntura que hizo que Barceló fuese un genio y muy caro hace ya lustros que no existe. Sin embargo el precio de tarifa, el suyo y el de su galerista Suizo, no bajan ni un ápice. Están en su derecho y es lógico que así sea. Tan en su derecho como los promotores inmobiliarios en decir que no bajan un céntimo el precio de sus pisos. Otra cosa será lo que haga el mercado con ellos.

Pero lo que no es correcto es hablar en este caso de “cotización” es decir de oferta y demanda, del precio que la suficiente cantidad de mortales esté dispuesto a pagar por un bien para que este se estabilice. No cabe hablar en estos términos cuándo se trata de una cúpula de mil quinientos metros cuadrados ya que: ni se puede volver a vender, ni posiblemente le volverán a encargar otra. Por lo tanto no cabe comparnza para saber si es cara o barata, ni sí mantiene su "cotización" ya que no cabe tampoco venta futura. Por lo tanto de lo que se habla aquí es de honorarios. Es decir del precio que libremente cualquier persona le pone a su trabajo. Este precio es ajustado si otra persona lo paga, y asunto terminado. El problema aquí es que esa “otra persona" somos el conjunto de la ciudadanía de un país y entonces las cosas, sobre todo los gastos de veinte millones de euros, se deben de hacer de otro modo.

 

 

4 comentarios

confidencial -

Lunes, 24 de noviembre de 2008

La idea de la cúpula de Barceló fue de su amiguísimo Juan Antonio March, hoy embajador en Moscú



¿Cómo nació el proyecto de encargar a Miquel Barceló la cúpula de la sala de Naciones Unidas en Ginebra? El artífice ha sido Juan Antonio March, muy amigo del artista y mallorquín como él, actualmente embajador en un país importante, Rusia. Hasta lo ha declarado: “Sí, confieso, yo soy el culpable, soy el pecador, pero mirad qué bonito” (ABC, 19 de noviembre).

Le cuentan a El Chivato que, apenas ganar las elecciones de 2004, Zapatero nombró a March embajador ante Naciones Unidas, en Ginebra, a donde llegó presumiendo de su amistad con el presidente del Gobierno, y con la idea de que su otro gran amigo, Barceló, debía hacer una gran obra en la ciudad suiza. Pronto identificó el proyecto, que tenía que ser “grandioso” y además en el edificio de la ONU.

Empezó a estudiar cómo plantearlo al ministro de Asuntos Exteriores, quien en un principio era totalmente contrario a la idea, pero que no veía la forma de oponerse por temor a la presunta amistad entre March y Zapatero. El primer año de su estancia en Ginebra lo dedicó a implicar en el proyecto a todo el mundo.

Según lo que escucha El Chivato, Juan Antonio March se hizo amigo del subsecretario de Asuntos Exteriores, Luis Calvo (actualmente embajador en Roma), y ambos diseñaron la estrategia para convencer a Miguel Ángel Moratinos. Y la “ingeniería financiera” la formularon con la ayuda del director general del Servicio Exterior, Diego Muñiz Lovelace. Lo presentaron como una obra fácil de afrontar económicamente con ayuda de las empresas (de eso se ocuparía personalmente March).

Se prometía un resultado magnífico, y el proyecto era poder inaugurar la cúpula el año pasado, precisamente justo antes de las elecciones generales, para que pudiera servir de empujón político a Zapatero.

Al margen de la calidad artística de la cúpula de Barceló, ya se escuchan voces que reclaman que se investigue a fondo todo ese affaire y la existencia de posibles irregularidades en relación con las cantidades pagadas por empresas privadas, contratos de mantenimiento, seguros fijados, así como la actuación del embajador March.

amigo -

Te adjunto el interesantísimo artículo de Carlos Colon en el diario de Cadiz de hoy.

ARTE y PODER
INFORME Semanal -en su papel de televisión pública, es decir de propaganda del Gobierno- dedicó un reportaje-felpudo a cantar las excelencias de Barceló y las maravillas de su cúpula de 3.385 millones de pesetas en parte públicas, dando la palabra a Moratinos (ministro de Exteriores metido a ministro de Cultura) para que nos explicara a los españoles lo importante que es esta nueva dimensión de la diplomacia a través del arte que, según sus palabras, es la que corresponde al siglo XXI.

El buen hombre debió olvidar que, de las pirámides al Valle de los Caídos, la asociación entre el arte y el poder es cosa antigua; que sacar pecho con dispendios monumentales y suntuarios era cosa común tanto en la Roma antigua como en los gobiernos coloniales; y que las vanguardias encontraron en los tiranos magníficos mecenas.

Que Hitler prohibiera el que llamó "arte degenerado" o Stalin aniquilara las vanguardias rusas imponiendo el carcundia realismo socialista parece haber absuelto a las vanguardias de sus pecados totalitarios. Olvidando que vanguardista y falangista fue Alfonso Ponce de León, amigo y colaborador de Lorca en la Barraca y asesinado por los republicanos un mes después de que Lorca lo fuera por los falangistas; que vanguardistas fueron el poeta Marinetti, el escultor Bertelli y el arquitecto Piacentini, cantores todos de Mussolini; o que pocas veces un director tuvo los medios que Stalin dio a Eisenstein antes de que cayera en desgracia o que Hitler dio a Leni Riefenstahl para que rodara Olimpia y El triunfo de la voluntad. Vanguardia es sólo una palabra de diez letras.

Y está la cuestión ética. Hace poco escribía Enric González, relacionando la cúpula de Barceló con el mural que el Gobierno de la República encargó a Picasso para el pabellón español de la Exposición Internacional de 1937: "En la época abundaron las críticas contra el derroche por un simple cuadro. Un dinero público que podía haberse destinado a salvar la República, o al menos a mantener con vida a algunos republicanos. No me espanta que la cúpula psicodélica de Barceló en la sede de Naciones Unidas haya costado mucho dinero, ni que parte del precio haya sido sufragado con fondos para la ayuda al desarrollo. Ars lunga, vita brevis. La pregunta es si dentro de 50 años o un siglo, será para alguien el símbolo de algo". A mi sí me espanta, con independencia de lo que represente dentro de un siglo. Será que me importa más la vida, precisamente por ser tan breve y tan frágil, que el arte. Sobre todo cuando se paga con dinero público y se convierte en servidor y escabel del poder.

José Luis -

Hola Pepe:
Ya le han pagado a Barceló su apoyo a la campaña de la ceja de ZP. Y bien pagado, por cierto.

juan de vill -

hoy he visto fotos de la cúpula más completas.
Como deciamos ayer.....
"GOTELÉ" DEL CARO.