Del tesón y su utilidad.
Tengo un amigo que persiguiendo a su sobrino por la casa de su hermana en unas vacaciones resbaló y cayó despaldas con la mala fortuna de fracturase algunas vértebras.
La casa de su hermana estaba en Alemania y a mi amigo, como era natural, lo internaron en un pulcrísimo hospital teutón. Lo de las visitas a los hospitales tal y como lo conocemos en España es inimaginable por Europa. En Europa y más en Germania, los hospitales son lo que son: perfectas industrias de sanar a la gente y todo lo que sea superfluo para ese fin es desestimado sistemáticamente. Las visitas son de seis a siete y durante el resto del día en el Hospital no hay más que enfermos y sanadores. Como debe de ser.
El problema para mi amigo es que no hablaba ni una palabra de alemán y no podía charlar con el de la cama de al lado ni con ningún celador o enfermera. Tampoco podía leer ya que estaba escayolado del cuello para abajo, brazos incluidos. Su único entretenimiento era el mando a distancia de una televisión colgada del techo. En la televisión se podían ver decenas de canales, pero todos en alemán.
A las personas que le acompañaban en el viaje se les acabaron las vacaciones y con todo el dolor de su corazón le abandonaron en el hospital. Su hermana y su cuñado vivían en una ciudad cercana al hospital pero no tanto como para acercarse a verle todos los días. Así, mi amigo se vio en la terrible tesitura de estar inmovilizado e incomunicado en el más pulcro de los recintos que aún hacía más inhumana y penosa la estancia.
Como es un hombre tenaz y de pensamientos positivos decidió aprender alemán. ¿Cómo? ; ¿si no podía leer, ni hacer ejercicios, ni se iba a acercar por ahí profesor alguno?. Pues muy simple: lo iba a aprender como lo hacen los niños: oyendo y deduciendo. Para esta aventura había descubierto una gran herramienta: entre las decenas de canales de televisión que estaban a su alcance a través de las yemas de los dedos de la mano derecha, un poco entumecida por la artificial rigidez del brazo escayolado, pero aún útil, había descubierto un canal para niños. En este canal emitían casi constantemente las marionetas que en España se llamaron los Teleñecos o Barrio Sésamo. Ahí estaban para ayudarle Epi, Blas, la rana Gustavo, don Pimplon, y todo el elenco de personajes de trapo de la serie.
Así, a partir de aquél día, pasó el día entero y parte de la noche viendo Barrio Sésamo.
Poco a poco, fue haciendo progresos. Dedujo con facilidad que “lejos” se decía: “uzak”; “cerca”: “yaninda”; “grande”: “buyuk”, “pequeño”: “Kuckuc”. Repetía una y mil veces las palabras para que se le quedasen y luego intentaba hacerse entender por las enfermeras pero no había manera. “Será por mi acento”, pensaba. Y volvía con más ahínco al trabajo, es decir a ver, y a escuchar atentamente, horas y horas de conversaciones entre Epi y Blas, para que se le pegase algo.
En estas estuvo durante varios días. Los responsables de la planta del hospital llegaron a preocuparse por el maniaco tesón con que aquél español veía programas infantiles. Pero como la planta era de traumatología y no de psiquiatría no se metieron en líos. Ya se trataría de su obsesión en España después. Y mi amigo, dale que te pego, con los teleñecos. Así estuvo hasta que fue a verle su cuñado que era alemán y extrañado por el programa que estaba viendo le preguntó:
-¿Pero se puede saber qué haces tú viendo Barrio Sésamo en... ¡turco!?
7 comentarios
María -
Anónimo -
Lo habéis adivinado, a mi me recuerda.... a mi mismo. Menos mal que no tengo hermanas viviendo en Alemania, sino seguro que ya habría recibido algún mensaje de algún amigo interesándose por mi lesión.
Anónimo -
LuisPi -
Mira que no darse cuenta de que hablaban en turco. Aun así la gente positiva da gusto conocerla, presentamelo Pepe que lo apuntamos al club de los descerebrados (cerebrines queria decir) del Hospital, y le contamos que es con la condición de que aprenda benasques.
lo del turco pueda estar bien para coger alguna turca que otra.
marina -
evita dinamita -
Linda -