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pepe-cerda

De los que saben y de los que ignoran.

La mayoría de las personas que habitan el mundo ni saben nada, ni quieren saber, ni maldita la falta que les hace. No saben nada ni sabrán porque no se aburren, porque se pasan todo el tiempo intentando no morirse de hambre. Cuando esta es la ocupación principal todas las demás desaparecen. Bien mirado, conseguir no morirse de hambre en según dónde ya es saber mucho. La mayoría de los sabios y premios Nóbel no sobrevivirían ni un día en los lugares dónde sobreviven la legión de ignorantes que puebla el mundo.

Para saber que no se sabe nada hay que saber mucho. Hay que haber estado miles de tardes con la tripa llena escudriñando volúmenes polvorientos de todas las materias que conforman esa nimiedad llamada saber humano. La mayoría de estos saberes son abstractos y de una importancia muy relativa. No obstante, su estudio sirve para no suicidarse de aburrimiento al lado del confort de la chimenea. El confort  y el aburrimiento son los verdaderos caldos de cultivo de la ciencia y el conocimiento.

Ahora, y en nuestro mundo desarrollado,  hay profesionales de la investigación científica, o filosófica, o lingüística, o de lo que sea. Son aspirantes a sabios profesionales. Yo he conocido a centenares de ellos en París y en Madrid en su etapa de postulantes al cargo, y a lo único que aspiraban era al confort y a un salario que habría de proporcionarles la universidad o el estado, lo de que la humanidad avanzase por su trabajo les importaba bastante poco. Su curiosidad por el mundo era bastante limitada. Al frecuentar sus casas siempre me extrañó la poca cantidad de libros que solían tener, exceptuando los obligatorios de sus disciplinas. En realidad eran seres tan aterrados como los ignorantes por su futuro. A los ignorantes les aterraba el día siguiente, a los aprendices de sabios el no conseguir el salario que estaba tras la oposición.

Por eso, porque les conozco, me hace mucha gracia verles ahora pontificar por televisión, de cualquier cosa. Me hace mucha gracia verles poner cara de sabio desde ese sitio que les da su salario, Me hacen mucha gracia sus permanentes quejas.

Ni el Lute y ni yo hemos puesto nunca esa cara.

El Lute y yo hemos estudiado después de ser, después de saber robar gallinas.

El Lute y yo no le tenemos miedo a la indigencia.

El lute y yo sabemos que no tenemos ni puta idea de nada, pero sabemos aún mejor que los que dicen saber tienen mucho miedo, mucho más que nosotros.

2 comentarios

Anónimo -

La mayoría de la gente en el mundo occidental vivimos del cuento, de marear la perdiz, y eso incluye a los pintores...

luis grañena -

Eres grande Pepe