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pepe-cerda

De la bondad.

El cristianismo, al menos el que se me inculcó de niño, tiene como base fundamental el amor a los otros y la bondad. Se nos dice, para convencernos, que si somos buenos nos irá mejor, que Dios nos premiará por ello. Ser bueno, en el más profundo sentido de la palabra bueno, es ser generoso y tolerante con los demás.

Como ya voy teniendo unos años me permito decir que: he conocido a miles de personas en este casi medio siglo que ando por este mundo y buenos de verdad he conocido muy pocos; así mismo he de decir que malos de verdad tampoco he conocido a muchos. Lo que más abunda son los cobardes y los miserables, los que son déspotas cuando pueden y pelotas arrastraos cuando no pueden. Pero buenos y malos de verdad he conocido a pocos, como digo. Ser malo es tan difícil como ser santo, requiere preparación y entrega absoluta. Malo es aquél que se quiere a sí mismo por encima de la humanidad y que es capaz de hacer cualquier cosa para conseguir sus propósitos. Malo es el insensible al dolor ajeno. Malo es cualquiera que esté desesperado. Malos son pues: los espermatozoides y cualquier ser vivo no sometido a razón ni religión. Mala es intrínsecamente la naturaleza toda.

Por eso me extraña la asociación del paraíso con la naturaleza, que sería más bien el infierno, en  esa preferencia por lo primigenio de nuestra religión.

Pero a lo que iba, que me voy por los cerros de Úbeda, es que, a mi torpe entendimiento y habiendo observado, lo observado, a los buenos no les va mejor que a los malos; al contrario les va mucho peor.

1 comentario

Javier -

Hace tiempo que andaba pensando en esta clasificiación de las personas y creo que el peor de los defectos, el que impide que aparezcan la mayoría de las virtudes, es la cobardía. La mayoría somos tan cobardes que tememos perder nuestras mediocridades en lugar de lanzarnos a cumplir nuestros sueños.