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pepe-cerda

De la soberanía popular.

Una de las razones por las que desconfío de la intrínseca bondad del género humano es por el modo en el que ejercen el poder en cuanto pueden los que habitualmente no suelen tenerlo.

Estoy pensando en el despotismo, chulería  e impostura con los que se dirige el jefe de cualquier mesa electoral a la policía que vigila el colegio electoral y como le sale de dentro, ¡y en que tono!, la frase: “Hoy soy aquí la máxima autoridad”. La dice sílaba a sílaba, despacio pladeandola y oyéndosela decir. Me lo imagino perfectamente dirigiendo las torturas de una checa en el 36.  Pienso en la pomposidad con la que se comportan los miembros eventuales de los jurados de las decenas de concursos de barrio que sobre cualquier cosa se hacen últimamente y en como prevarican para que gane su nieto o sobrina. En la hortera arrogancia del que lleva la voz cantante de cualquier plataforma, comisión, junta o reunión de copropietarios. Que miedo me dan mis semejantes cuando por la razón que sea les toca mandar un rato.

Pero no dura mucho, no hay oxímoron más evidente en nuestros días que ese de la: “Soberanía popular”; ni voz más modulada e interpretable que la: “Voz del pueblo”. Así los verdaderos poderosos, los que controlan el sistema financiero, se cuidan mucho de hacer pública ostentación de lo que mandan. Como pagan los medios de comunicación no puden ser desenmascarados y pueden ir gobernando nuestros dineros mientras, nosotros, el pueblo, estamos entretenidos jugando a ejercer nuestra soberanía y eligiendo a nuestros “representantes”, en listas cerradas eso sí. Del mismo modo que en una relación de amo y esclavo: tan esclavo es el amo como el esclavo, no haría distingos entre nuestros representantes y nosotros. Ellos son tan vasallos, o más, del sistems financiero como nosotros. El verdadero poder está por encima.

En el siglo veinte las ideas que quisieron redimir a los pueblos oprimidos: las comunistas en todas sus modalidades, y las que aplicaron los amantes de la redención organizada y jerárquica: las fascistas y nacionalsocialistas, han causado la desgracia y la muerte en la flor de la vida a centenares de millones de personas. Y lo que es igual de grave: arrancaron la alegría y el gozo de la excepción  a pueblos enteros durante décadas.

3 comentarios

Inde -

No me pega este post con la idea que tengo de ti, de un tipo más bien anarquista: ¡para serlo hace falta una fe tremenda en el género humano!

¿No será producto de un calentón, esto que has escrito?

Al fin y al cabo, como acaban de comentar aquí arriba, lo único que hacemos es imitar los gestos de los que mandan. Es tarea grave, pero posible, cambiar eso... ¿no?

clara -

Tienes razón. Aprendemos de los que nos mandan y volvemos esperpénticos sus gestos en nuestro rincón. ¿hay futuro para esta especie?

di Lampedusa -

Y aún así a mí me da más miedo cuando el pueblo se rinde y no quiere mandar...

http://quaesuntcaesaris.blogia.com/2007/062401-el-pueblo-puede-matar.php