De lo de esta mañana.
Hoy me he comprado el periódico el Mundo y la revista Interviú para hojeralos (de hoja) y ojearlos (de ojo) mientras tomo el café de cada mañana en el bar de la plaza. Otros días puedo comprar cualquier otra publicación, incluida la revista Hola, que me fascina, o leer el periódico del bar, o uno gratuito de los de ahora, o un folleto de propaganda, o el catálogo del Makro, que es estupendo, sobre todo las ofertas de herramientas.
Lo que no puedo hacer, de ningún modo, es tomar el primer café sin algo impreso que leer y que esté estrenando yo, que aún huela a tinta y a papel. El primer café ha de tomarse en el bar e ilustrado, a ser posible.
Luego ha llegado mi amigote de desayuno, José Luis Ona, y se ha sentado en la misma mesa, como casi cada mañana, y sin apenas saludar se ha enfrascado en la lectura de sus dos periódicos, los dos que compra él; cada mañana los mismos: el País y el Heraldo. Comentamos, brevemente, alguna noticia puntual mientras leemos la prensa, primero la nacional luego la local, pero sin hacernos mucho caso, en general apenas nos hablamos. Tal y como se comportan las viejas parejas, esas que ya se lo han dicho todo.
En la revista Interviú hay un artículo sobre los niños soldado de las guerras del tercer mundo. Empieza así:
“John tenía una fama merecida. Duro en el combate, invisible para el enemigo, mortífero y cruel. Se le veía agarrado siempre a su cigarro en el puesto militar que mandaba en Butembo, Zaire. El Kaláshnikof colgado al hombro, casi arrastrando por el suelo. Jhon tenía diez años. Ël y sus niños guerreros los Mayi Mayi tenían una aureola mítica por su precisión militar y su crueldad. En la primera mitad de los noventa ayudaban a los rebeldes, pero podían ponerse a disposición de cualquiera que les pagase bien...”
Pienso que en como se ve este asunto desde nuestra cultura, la del alargamiento de la infancia hasta límites cómicos (la cuarentena), la de las cámaras de vigilancia en las guarderías para que los padres desde su trabajo a través del ordenador puedan vigilar a sus vástagos y a los vigilantes de sus vástagos, la de la formación constante, la de los eternos escolares tutelados.
Pienso en como se ve desde el punto de vista de la historia y constato que la mayoría de sus protagonistas han sido como Jhon: Gengis Kan, Alejandro Magno, el Cid, por ejemplo, fueron lo que hoy llamamos niños soldado. En el ámbito de las artes Mozart, Velázquez, y Leonardo, fueron víctimas de la explotación infantil.
Pienso en que la idea de la infancia de nuestra cultura está idiotizada. Intento recordar como me sentía y era yo a los diez años, y me recuerdo fingiendo candor para no defraudar a los estúpidos adultos que aún pretendían engañarme con la bobada del ratoncito Pérez...
Suena el móvil:
- Tiriring, tiriring, titotitotiiii; Tiriring, tiriring, titotitotiiii...- ¿Sí?.
- Soy de Aragón radio, le recuerdo que hoy viene usted a una tertulia a las cinco.
- Gracias allí estaré.
- También he de decirle que ha muerto Pepín Bello, y que se hablará de él.
- Vaya cuanto lo siento, aunque se ha muerto de más de cien años, ¿No?
- De ciento tres.
- Pues ya está bien, vamos, digo yo..
- Sí, pero es una pena, ¿no?
- Sí, claro, es una pena...
Vaya hombre. Don José Bello Lasierra, hijo de ingeniero y de Huesca. Señoriíto de provincias ilustrao, y de aquellos de principio de siglo. Amigo de lo mejor de su generación. Ha vivido ciento tres años sin haber trabajado en exceso, manteniéndose soltero y bebiendo güisqui hasta el año pasado, que le visitó un amigo y me lo contó. Pienso que es una pena, pero una pena relativa.
Pienso que fulmina una estadística que leí hace poco en la que decía que los solteros viven muchos menos años que los casados.
Pienso en que si no hizo nada creativo en su vida aún a pesar de ser amigo de Buñuel, de Lorca o de Dalí es por ser de Huesca, por ser “más mirao que un luto” y por no “darse a entender”, particularidad de los oscenses en general, que suelen ser cautos, poco dados a la fanfarronada y con un exagerado sentido del ridículo.
Pienso que hay alguna excepción y en que Ángel Orensanz también es de Huesca, pero no hay regla sin excepción.
Recuerdo un chiste:
-¿Saben cómo reconocer a dos de Huesca en un campo nudista?
-Son los que llevan una chaqueta de punto sobre el hombro izquierdo. Por si refresca.
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