De la calle escopetería, del amar y del fumar.
El taller de serigrafía Pepe Bofarull está en la calle Escopetería. Ahora es una calle más o menos tranquila, pero hace unos años era la que elegían los yonkis para pincharse la heroína que compraban al lado o las putas de la calle del caballo para aliviar a sus clientes en sus vehículos si los tenían o a pie si no los tenían. Pepe soportaba todo aquello con relativo buen humor y con un estoicismo admirable. El taller de Pepe es, y era, la única casa habitada de la calle que, aún a pesar de estar a escasos cien metros del Gobierno de Aragón, hasta hace bien poco estaba sin asfaltar y con restos de un bonito empedrado de cantos rodados. En el escalón de la puerta del taller de Pepe era el único sitio dónde sentarse y frecuentemente te encontrabas con alguien con una jeringuilla chorreante en el brazo, o la pierna, o el cuello, o bajo las tetas si era chica. Pepe ha retirado varios muertos en estos años. Pero ha seguido ahí y ahora está bastante tranquilo. Aún a pesar de soportar todo esto durante décadas Pepe pagaba un alto impuesto de actividades económicas por estar en una calle céntrica. Ironías de los no sometidos al dulce y seguro orden funcionarial.
Los que frecuentábamos aquél taller ya estábamos hechos al macabro espectáculo que se veía de vez en cuando si nos asomábamos a la ventana y procurábamos tomárnoslo con el humor necesario para soportarlo y no deprimirnos, y largarnos de ahí, que es lo que apetecía. Si Pepe resistía, nosotros también. Tuvo algún problema con señoras de la buena sociedad Zaragozana que hacían sus pinitos como artistas estampando allí y que llegaban pisando con sus botas de Prada las jeringuillas y condones usados que alfombraban la calle. Pero por lo general lo que hicimos para exorcizar el ambiente, Pepe en especial, fue desarrollar un humor macabro sobre el asunto.
Un día, mientras imprimía, me contó esta historia de amor:
-Lo de ayer ya fue la hostía. Mientras esperaba a que se secarán unas pantallas me asomé a la ventana para fumarme un cigarro y en estas: veo a una profesional del amor apoyada en la pared con las manos y ofreciendo su culo en pompa al cliente cincuentón y barrigón que, con los pantalones puestos y la bragueta bajada, ensartaba a la señorita que tenía la falda remangada. Ël la asía por las caderas y se meneaba ritmicamente sin demasiado entusiasmo, mientras le iba dando caladas a un cigarro faria que sujetaba entre los dientes. En estas, se le apaga y saca un mechero del bolsillo para encenderse la faria mientras sigue culeando.La imagen era la hostia, no me la puedo quitar de la cabeza.¡El tío dándole al mete saca e intentando encenderse la pava de la faria a la vez!. Atinar con el mechero en la punta del cigarro sin parar de cabalgar tiene su dificultad. Al final se la enciende y con el trajín le cae una brasa en el trasero de la chica que comienza a chillar e insultar al cliente, con toda razón, no deja de ser una falta de respeto. O se fuma, o se folla.
2 comentarios
Antonio -
Un saludo.
Javier B. -