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Amor filial.

Bar Millán. Calle Pignatelli. Mil novecientos ochenta y cuatro. Pepe Bofarull y yo tomábamos café en un descanso del trabajo. Pepe Bofarull es maestro serígrafo y tiene el taller al lado. Pepe imprime series de serigrafías a partir de originales que, tras ser numeradas y firmadas,  se intentan vender por ahí. En el bar, a nuestro lado, un hombre de mediana edad apuraba un carajillo. Dejó unas monedas en la barra y se marchó. El dueño del bar nos dijo:

 

-¡Menudo pájaro!

 

Nosotros no le respondimos, pero por la expresión interrogativa de nuestros rostros continuó contándonos.

 

-Resulta que vivía con su madre aquí al lado y un día al llegar de trabajar, porque eso sí trabajador y cumplidor como él no hay otro en el barrio, su madre le había preparado unas lentejas con chorizo para cenar. Mientras el cenaba viendo la televisión su madre se sintió mal.

 

-¡Ay!, hijo mío que mal me encuentro. Voy a sentarme un poco en el sofá a ver si se me pasa.

 

El continuó engullendo las lentejas. Después se sentó en otro sillón y se quedó un rato adormilado. Cuando se levantó para irse a la cama se percató que su madre estaba inmóvil con los ojos y la boca muy abiertos. Al tocarla descubrió por la temperatura que había fallecido. Se fue a dormir y a primera hora, antes de ir al trabajo, llamó por teléfono al ayuntamiento.

 

-Ya harán el favor de venir a buscar a mi madre que se ha muerto.

  

A la noche siguiente, aun a pesar de que había dejado la puerta abierta para facilitar el trabajo a los del ayuntamiento, su madre seguía dónde la había dejado.

 

-¡Vaya servicio...!.

 

Aún quedaban lentejas del día anterior. Son más ricas de un día para otro. Cenó viendo la televisión y se fue a dormir. Al día siguiente volvió a llamar al ayuntamiento. No le habían hecho caso porque el que habló con él pensó que se trataba de una broma.

 

-Oiga. Mire llamé ayer para decirles que viniesen a buscar a mi madre que había muerto y ahí sigue en el sofá tal y como se quedó. Ahora hágame caso que va en serio:

o vienen a buscar a mi madre o esta noche la saco a la basura.

 

El del ayuntamiento al ver que iba en serio le dijo que le mandaba a los de la sangre de cristo a recogerla, pero que tenía que haber alguien en casa, que si no, no podían entrar.

Que tenía que ir un forense, etc, etc.

 

-Si pa perder horas de trabajar estoy. De eso nada. Yo ya le digo o esta noche se la han llevao o la sacaré a la basura.

 

El del ayuntamiento cada vez más preocupado por la imagen de la abuela en el cubo de la basura, llego al siguiente acuerdo con el.

 

-Mire nosotros como no podemos entrar en su casa sin que esté usted le dejamos el ataúd en el rellano. Usted la mete dentro y lo vuelve a dejar dónde estaba y nosotros ya nos haremos cargo.

 

Y así se hizo y no perdió horas de trabajar.

 

 

2 comentarios

tijuana -

da para un corto.
y no es un cafe.

Anónimo -

Pa perder el tiempo está la gente. Amos, hombre.