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pepe-cerda

Vicente

 

Vicente era  un hombre soltero y de Aisa, un bonito pueblo situado en el valle Pirenaico del mismo nombre. Por no andarnos con eufemismos era lo que por allá se llama un maciello o solterón. Se alimentaba exclusivamente de fiambre de cabeza de jabalí y vino rancio. Vestía siempre, en invierno y verano, una camiseta amarilla estampada con la efigie, mas bien el busto, perdón, los bustos, de Sabrina, (la cantante italiana que tuvo a bien enseñarnos a los españoles una de sus orondas tetas en el programa de televisión especial de nochevieja del 87, podría considerarse que Sabrina Salerno fue la mujer que más tiempo tuvo pegada a su corazón) pantalón de Tergal entre azul y gris y zapatos alpargatados de rejilla azul. En todos los años que lo frecuenté jamás le vi con otra ropa. Cuando se resfriaba, cosa que no ocurría casi nunca, rompía el hielo de una charca y metía la cabeza hasta que se le pasaba.

Vicente era un hombre fortísimo y una excelente persona. Le conocí allá por el año de la camiseta, el ochenta y siete, y enseguida simpaticé con él. Era, también, una especie de científico y filósofo. Todo le interesaba. Se sabía el número de teléfono y la dirección de todos sus conocidos de memoria; sabía un montón de palabras alemanas porqué se encontró un diccionario de alemán-español y se lo intentó aprender, y casi lo consigue, pero un perro le destrozó el libro.

 

Un día me dijo:

 

-“En Jaca hay un bar que se llama “people” y todo el mundo le dice “pipol”

Y no le faltaba razón.

 

Era muy educado; un día en casa de Carlos Bartolomé (de este ya les hablaré otro día, que también tiene su miga, ahora con contarles que había andado por Africa y que vivía en una casa aislada en el valle de Aisa, sin luz ni agua, ya les vale), como les decía: en casa de Carlos Bartolomé preparamos un arroz. Al lado de la cocina había un bote metálico en el que ponía: “Ojo, picante africano”.  No pude resistir echar un poco al guiso, lo propio hizo Carlos y otro tanto algún otro comensal. Cuando lo servimos tenía un aspecto estupendo y como teníamos hambre, la saludable hambre que produce la naturaleza, nos lanzamos a comer sin remilgos. La primera cucharada hizo su efecto al entrar en contacto con la mucosa de la boca Las glandulas salivares empezaron a segregar la mallor cantidad de saliva de lo que eran capaces Aquello era increíble, era como si se encendiese un soplete en la garganta. Un instante más tarde estábamos todos con la boca abierta contracorriente del arroyo que discurría al lado de la casa con la esperanza de que terminara el suplicio. Debimos estar así algunos minutos, al rato, un poco calmados, subimos a la explanada dónde estaba la mesa y atónitos descubrimos a Vicente que impertérrito se estaba terminando su plato.

 

-“Pero Vicente, como es posible...”

 

-” ¡ Hola!, A la primera ganchada se t¨enqueda a boca muerta. E luego to pa dentro”

 

Otro día me demostró como habían calado las enseñanzas de la no violencia ghandiana en el Pirineo.

Estábamos en las fiestas de Jasa bebiendo en el bar que montaban en la plaza, cuando un ebrio lugareño se encaró con Vicente.

 

-“M´an dicho que tú eres el más fuerte del valle, pero yo esta noche ti de dar un par  d´hostias qui ti he d´enderezar”

 

Vicente le replico:

 

-“Tú a mi no m´haces cosa  falta pa eso. Aguarte. Qui te vas a enterar”

 

En estas Vicente empezó a golpearse a sí mismo con el puño cerrao. Se golpeaba en el pecho y en el vientre con tal intensidad que el ruido que producía se hacía audible por encima del brutal sonido de la otra percusión que vomitaban los bafles de la orquesta del pueblo. El lugareño retador miraba entre atónito y agradecido el espectáculo, sabedor de que si Vicente le propinaba a él cualquiera de los golpes que se estaba dando a sí mismo, era hombre muerto.

 

Así resolvía Vicente sus problemas.

 

Un día se puso malo, metió la cabeza en la charca helada y no se le paso, fue a la médico del pueblo y le mandó al especialista, este le internó en el Hospital de San Jorge de Huesca y allí murió poco después.

   

1 comentario

lululu -

hola.