Blogia
pepe-cerda

Qué me sabré yo. 2

Todos sabemos ya a estas alturas que algo muy gordo está pasando en el mundo. No sabemos exactamente qué, pero sabemos que es muy grave. Tan grave como para que Obama y McCain no lo usen en sus respectivas campañas y apoyen sin fisuras la nacionalización de la banca en Estados Unidos. Tan grave como para que Islandia hoy esté en quiebra. Tan grave como para que las bolsas hayan bajado un cuarenta y pico por ciento en un par de meses.

Lo que parece claro es que los que vamos a sufrir de verdad las consecuencias seremos los últimos en enterarnos. Dicen que la cosa viene de Reagan y de su poderoso director de la reserva federal Alain Greenspan. Director que mantuvo Clinton, y después Bush. Greenspan, que ha reinado en el sistema financiero mundial desde 1987 hasta 2006, ha pasado de ser un genio al chivo expiatorio del lío de ahora. Lío del que advirtió con pavorosa exactitud George Soros en un libro que leí hace unos diez años que se titulaba “la crisis del capitalismo global”. En el libro se denunciaba que la, aparentemente natural, ley de la oferta y la demanda por sí misma nos iba a llevar al caos. Proponía alguna forma de intervención, alguna forma de autoridad mundial, para impedir las crisis financieras que predecía colosales. Soros se pronunciaba por una reglamentación del mercado global de capitales, para impedir que tipos como él volvieran a sacar a la libra del sistema monetario europeo, tal y como acababa de hacer él. Y prevenía veladamente sobre un tipo de terrorismo económico.

Supongo que como Soros, Greenspan también la vería venir, pero, supongo que pensó, que enfriar la economía traería consecuencias tan terribles como dejar que reventase por sí misma o se autorregulase, como les gusta decir a ellos. En cualquier caso jamás le hubiesen dejado sus jefes tan dependientes de la opinión pública para continuar siéndolo.

Hace unas semanas Gorbachov estuvo en Huesca dando una conferencia. Tras su charla fue preguntado sobre la opinión que tenía de Putin. Respondió que si se le hubiese hecho esa pregunta hace quince años hubiese respondido que tenía la peor de las opiniones, pero que visto lo visto, había sido un gran presidente. Que una sociedad como la rusa, tan compleja y tan traumatizada durante el último siglo, no podía pasar sin más a un régimen democrático. Que era preciso que se tutelase ese cambio por un régimen democrático pero autoritario.

La respuesta de Gorbachov me hizo reflexionar sobre nuestra democracia en la que gobernar consiste, básicamente, en hacer y decir lo que haga falta para continuar mandando. Del mismo modo que estar en la oposición consiste en hacer y decir lo que haga falta para gobernar. Es eso de: “quítate tú que me quiero poner yo”. Dejando las cuestiones graves o importantes para que las resuelvan los especialistas contratados, los agentes sociales implicados negociando entre ellos, y al final la ciudadanía con su voto en las elecciones cada cuatro años.

Ahora que estamos atravesando la tempestad y veo un día, la foto de nuestro presidente-capitán Zapatero flanqueado por los banqueros españoles (con la elocuente falta de Botín en la misma) que lo que pretenden es salvar su culo primero, y después, si se puede, el nuestro y otro día a Mendez y Fidalgo  para compensar y que la galería no se piense que se ha vendido al capital, la impresión que me causa es la de que nuestro barco como la mayoría de los barcos en las tempestades se salvan si dios quiere. Pero lo que me disgusta es la teatralización de aparentar que se está ocupando. Que se siga en esa perpetua campaña electoral de nuestros políticos de todos los partidos tan inherente a estas tardo democracias nuestras.

Me ocurre lo mismo con los lideres del resto del mundo. En sus intervenciones se ve muy claro que lo que está pasando escapa a su competencia. Eso es lo que yo leo en sus ojos. Que las acciones que puedan acometer ahora son insuficientes y llegan tarde.

Que, como en las tempestades, sólo se puede esperar a que amaine, si Dios quiere. Pero no me hagan mucho caso. Porque, como decía mi abuela, qué me sabré yo.

 

Posdata:

Si quieren saber lo que opina mi amigo Eliseo Bayo punchen sobre su nombre.

0 comentarios