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pepe-cerda

De los demás y de su edad

Desde la edad que me adorna la mayoría de los adultos me parecen unos niños. Esta es la señal inequívoca de que ya soy mayor. La mayoría de los ciudadanos en activo son menores que yo. Es una pura cuestión estadística.
Y muchísimo menores que yo, unos adolescentes a mis ojos, me parecen los empleados del estado para atemorizar y extorsionar: la policía y los inspectores de cualesquiera otra forma de manifestación del monstruo que nos tiene secuestrados a todos. Esto, lo de que sean unos niños, no les hace menos dañinos y peligrosos, al contrario, los hace más eficaces, pero en cuanto al respeto, aparte del que exige la consideración y la buena educación, la verdad es que merma, que ya no imponen el respeto que les tenía hace cuatro días a aquellos adultos con pistola y que representaban la ley toda.

Ahora que las fuerzas empiezan a fallar, que el tiempo se acelera, que se revisa la vida, la de hace cuatro días, cuando, como los niños adultos de ahora, me tomaba en serio.

Ahora, digo, que los niños no saben que lo son y que no hay nada más serio para ellos que el juego. Ahora en un mundo gobernado por niños que se creen importantísimos y que sólo respetan a los de mi edad si han triunfado absoluta e incontestablemente.

Ahora no se ni quien soy, ni qué quise ser de mayor, ni qué
hacer en esta guardería en la que me encuentro.

Aviso de curso.

Aviso de curso.

En estos tiempos en que las subvenciones tienden aceleradamente a cero, una empresa privada con diecisiete años de experiencia en el sector del diseño gráfico e industrial llamada Novo me ha invitado a participar en un curso en el que se explicará de qué modo nos las apañamos los pintores e ilustradores pre-cibernéticos con los ordenadores.

 

Aparte de a mí se ha invitado a Grañena, fabuloso caricaturista, cuyas caricaturas ilustran a página entera periódicos de la talla del New Yorker de Nueva York, o el Libération Parisino. También impartirá David Guirao ilustrador aragonés con cientos de publicaciones maravillosamente adornadas por su personal estilo. Vendrá el inefable pintor y exacto dibujante: el maestro profesor Mayayo, al que me siento incapaz de definir y como ya he dicho arriba, yo mismo para bajar el nivel.

La idea es contar cómo lo hacemos los profesionales, así de simple.

La cosa empezará el catorce de febrero del mes que viene de lunes a jueves de 17 a 20 horas. Más información: 976 299962 o aulalibre@estudionovo.es

Espero que sea de su interés.

De la desesperación y de la cautela.

"Cuando la situación es desesperada pasó ya el tiempo de ser cautos"

La frase es de un sabio griego. Ahora no recuerdo cuál.

El opositor gallego Rajoy, al frente de un gobierno igualmente de opositores, ha decidido subir los impuestos a los españoles. Los opositores son jóvenes que le tienen tanto pánico a la vida y a su juventud que empeñan sus mejores años en estudiar temarios de oposición. Y no en gozar, equivocarse, amar…en definitiva en vivir. Lo hacen para "garantizarse" el confort futuro. Los opositores de Rajoy han llegado al nivel máximo: a ser ministros.

Estos opositores leen informes y toman decisiones. Les hace falta mucha más pasta para pagar los salarios del resto de los colegas que consiguieron su puesto "en propiedad". Han de subir los impuestos.

Los opositores de Rajoy no saben, ni quieren, que los mercados no quieren saber la verdad: sólo quieren recuperar la pasta que nos han prestado más los intereses que les prometimos. Para esto es necesario que se deje de extorsionar a los autónomos y pequeños empresarios por los que aprobaron la oposición de extorsionadores para poder crear la riqueza necesaria para que todo el mundo cobre. Para ser autónomo o pequeño empresario no se convocan ni plazas ni oposiciones.

Por esto son seres de segunda categoría, en lugar de estudiar las oposiciones se dedicaron a gozar, a equivocarse, a amar…

Por eso ahora son desahuciados por las hormigas previsoras y cautas. Pero "Cuando la situación es desesperada pasó ya el momento de ser cautos".

Feliz 2012

Félix

El martes se presentó un número de la revista Rolde dedicado íntegramente a Félix Romeo.  Hemos colaborado en él decenas de amigos de Félix. Yo he escrito un texto y he ilustrado la portada con un retrato de Félix a la acuarela.

A lo largo de las páginas se glosan distintos aspectos de Félix que componen una suerte de retrato coral. Pero hay una particularidad muy notable de Félix que todos nos hemos autocensurado. Y es esta: Félix montaba unas broncas monumentales. Todos sus amigos hemos asistido a centenares de ellas. Todos los que le hemos glosado lo sabíamos y ninguno hemos escrito al respecto. Es una especie de pudor colectivo.

Cavilo que no puede ser que algo tan notorio de una personalidad como la de Félix quede sin reseñar. Y me pongo a ello:

Felix montaba los “pollos” más atrabiliarios que quepa imaginar. Él era un intelectual pero, paradójicamente, no era un “niño bien”, ni lo quería parecer, por lo que se sentía libre de las “buenas maneras” de las “elites” de la cultura.  Detestaba la impostura y el abuso de poder hasta límites que le hacían explotar en cualquier momento y lugar. La última vez que nos vimos, en plena Plaza de España de Zaragoza, tras una inauguración, montó una monumental.

Las broncas de Félix tenían vida propia. Podían empezar por cualquier opinión o actitud que a él le pareciese injusta o equivocada. Comenzaban por un debate más o menos civilizado. Sus argumentos siempre eran originales y bien fundamentados,  por lo que a menudo el contrincante, abrumado, trataba de descalificar a Félix acusándole de “facha” o algún calificativo peyorativo socialdemócrata similar: como “homófobo” o “machista”. Y ese era el punto de no retorno. Era como el increíble Hulk: se volvía verde y enorme, y empezaba a concadenar invectivas de una violencia inusitada en una mesa de supuestos intelectuales, pero bastante normal en cualquier bar de cualquier barrio de España discuntiendo sobre cualquier banalidad futbolera.

El noventa por ciento de las broncas que le he visto montar se las tenían bien merecidas los que las recibieron. La mayoría se originaron por posturas pedantes o discriminadoras de los abroncados con gente a la que Félix apreciaba.  Es el modo normal de funcionamiento de las pandillas de los barrios pero trasladado a cenáculos intelectuales y/o artísticos. Y es que Félix no creía necesario aparentar que no se era de barrio imitando las “maneras” aprendidas en manuales de urbanidad progresista.

Dicho queda.

De tertulias y obediencias.

Ayer recibí una llamada:

-¿Pepe Cerdá?

-Sí soy yo.

-Le llamo de Aragón Radio hemos pensado en usted para que forme parte de una tertulia cultural los jueves a las ocho y media de la mañana.

-¡Ah, pues muchas gracias!

- Mañana mismo empezamos, la radio es así.

-¿Mañana?, un poco rápido… Bueno si no me acuesto muy tarde procuraré ir.

-No le oigo bien, no hay buena cobertura, se corta…¿Mañana viene?.

- Sí, sí, mañana…

Y se cortó.

Ya me han vuelto a liar, pensé, pero como ya está en las librerías el libro que sobre mí ha escrito Julio José Ordovás y el especial de la revista Rolde sobre Félix Romeo puedo aprovechar para hablar sobre estas publicaciones, seguí pensando.

 Supuse que de dinero no iban a hablar, aún  a pesar de que el que yo participe se podría considerar desde el punto de vista fiscal como una donación, que estaría gravada con el siete por ciento, por lo que mi sociedad debería ingresar el siete por ciento de los ingresos  que mi empresa debería percibir  por mi participación como tertuliano en  la radio. Máxime siendo una radio pública, como es el caso. Lo supuse por suponer, porque yo ya sabía que no iba a haber un duro para los únicos que no tienen apuntado lo que van a decir, para los que no se saben las preguntas de antemano: para los invitados. En realidad fue una elucubración tan absurda como punible, como casi todas las referentes a la fiscalidad de los autónomos y empresas.Absurdas y punibles.

Aún a pesar de haberme acostado tarde y con una moderada ingesta de lenitivos hipercalóricos (vulgo: gintonics) a las ocho y cuarto de la mañana me sorprendía entrando en el magno edificio de la radio y la televisión públicas de Aragón. Tras pedirme el número del carnet de identidad me han dirigido a una especie de pecera,  donde ya  estaba Julio Cristellys, escritor aragonés, hojeando los periódicos. Y allí me han dejado. Yo llevaba conmigo un ejemplar del libro de Julio José Ordovás y otro de la revista Rolde. Se los he enseñado a Julo Cristellys y le he propuesto que hablásemos un poco sobre estas publicaciones recién salidas. Me ha dicho que ya tenía ambas y le ha parecido estupendo.

En estas estábamos cuando una persona viene y nos dice:

-Vamos, vamos…

Y sin más se nos introduce, conminándonos a guardar silencio, en el estudio donde se está emitiendo. En él dos locutores un chico, y una chica, cantan alternadamente los titulares del día. Titulares que leen en un folio levantado a la altura de los ojos. Un poco a la manera de los niños que cantan la lotería pero con cascos y sentaos. Con gestos me han indicado mi sitio. En un corte, supongo que para publicidad, el locutor me dice apresuradamente:

-Vais a hablar sobre los presupuestos de la casa real.

Da por supuestas tanto, nuestra docilidad para obedecer, como que tenemos que tener una opinión formada y original al respecto.

Me da el tiempo justo, antes de ponerse los cascos y hacerle un gesto al técnico de sonido para que entremos en antena, de decirle:

-No me da la gana de hablar de la Casa Real. Yo (parafraseando a Umbral) he venido a hablar de estos libros.

Se los enseño pero no les hace el menor caso. Sólo atiende al técnico.

Un instante después ya estamos en antena y me hace la primera pregunta:

-Sr. Cerdá ¿cuál es su posición ante los presupuestos que se acaban de hacer públicos de los gastos de la casa real?

¡Tiene cojones la cosa!, pienso,¡qué le acabo de decir! al tiempo que me oigo desgranado obviedades sobre el costo de la regia institución. Lo hago, supongo, porque soy “más mirao que un luto”, por no cargarme el programa, por respeto a los otros tertulianos... Supongo que más tarde hablaremos de los libros.

Después pregunta por el recorte de los gastos en cultura por parte del gobierno regional y después nos pide que nos pronunciemos sobre una predicción del Obispo de Huesca sobra la devolución en este año que entra de unos bienes en litigio con la diócesis de Lérida.

Mi cabreo ha ido subiendo de tono. Procuro, no sé por qué,  que no se note en mis respuestas. Supongo que porque soy de Huesca y cuando me sirven fruta podrida en el mercado me giro para que no se violente el verdulero estafador.

¡Resulta que me han hecho madrugar, ir hasta allí, para que sin cobrar haga de “palmero culto”!. Para que salpimente lo que le dé la gana que salpimente al redactor de turno. Por supuesto improvisando, sin una mínima reunión anterior al programa, y asumiendo gratis todas las consecuencias que mis palabras puedan producir.

Y lo que es más grave: un locutor treintañero, advertido de que no me da la gana de hablar de un determinado asunto me pregunta por él un instante después, con los micrófonos ya abiertos. Con dos cojones.

Nada más terminar la entrevista les he hecho saber a los responsables mi cabreo. Pero me han mirado con la mirada bovina que miran los funcionarios que cobran las multas de tráfico a los que se quejan y ya está. 

Les he dicho que no me llamen más (pretendían que fuese dos jueves al mes a las ocho y media, y por la cara). Y si hubiese sido tratado con un poco más de cariño o si hubiese sido verdaderamente  una tertulia para hablar de la cultura, y de su subgrupo: las artes, casi seguro que acepto. Pero para hablar de lo que nos dé la gana a los contertulios o a un moderador avisado, en su defecto. Pero no ha sido el caso.

Y es que yo ya voy superando la edad de aguantar preguntas impertinentes.

Dicho queda.

 

 

 

 

 

 

De las vacas que pacen y de los bueyes que aran.

Menos del cinco por ciento de los jóvenes españoles quieren ser empresarios o trabajadores por cuenta propia. El noventa y cinco por ciento restante aspira a un puesto de funcionario en la administración o, si no se puede conseguir la “canonjía”, un puesto por cuenta ajena con salario y horario fijo.

Desde la administración se hace hincapié en la necesidad de cambiar esta tendencia y en el carácter “vocacional” que habrá de tener el que elija montar una empresa. Lo de lo "vocacional" lo dicen con la misma naturalidad que los espectadores de una plaza de toros exigen “torería” al matador.

Para incentivar estas “vocaciones” a alguna lumbrera  funcionarial no se le ha ocurrido otra cosa que crear “granjas de emprendedores”, dónde se pretende, como en los ejercicios espirituales, acrecentar el ánimo de los proto–empresarios.

Lo de llamarle a esta parida “granja” está muy bien, puesto que delata el verdadero sentir de los que forman parte de la administración hacía las reses de las que se piensan nutrir cuando engorden. Ellos son los granjeros y los emprendedores los animales domésticos. En que puedan ser ordeñados ya les enviaran para extorsionarles los mil y un inspectores que tienen para esta función.

Tampoco esta mal lo de que ser empresario tenga necesariamente un componente “vocacional”. Lo “vocacional” se enfrenta en este caso a lo “racional”. Lo cauto, lo inteligente es lo de las oposiciones, lo otro, lo de seguir las emociones, es para sacerdotes, artistas y toreros.

Pero claro, sólo un cinco por ciento de bueyes no pueden tirar de un arado en el que están “encalomados” el noventa y cinco por ciento de las restantes “vacas sagradas” que pacen del presupuesto.

Tanto en el gobierno saliente como en el entrante la práctica totalidad de sus miembros han sido y serán  funcionarios, por algo será.

 

De la ausencia de la sombra

Cavilo que los Monegros es un territorio en el que la sombra es imposible. Me refiero a la verdadera sombra , la que explica a los objetos y paisajes sin ninguna duda. En los Monegros hay pequeñas sombritas de pequeños matojos o guijarros que no son suficientes para explicitar las formas.

Pienso en el escritor francés Alphonse Allais y en dos de sus obras consistentes  una en un rectángulo negro y otra en un rectángulo blanco. Creo que algunas partes de los monegros en agosto podrían ser representados por los cuadros monocromos del sr Allais. Sólo habría que buscar un buen título. Un título que explicase al ojo lo que estaba viendo. Aunque esto sea una perogrullada no deja de ser una característica fundamental del arte moderno. En esto el sr. Allais era un especialista.

El título de la primera, el rectángulo negro, rezaba así: “Pelea de negros en una bodega durante la noche”

El título de la segunda, el rectángulo blanco, decía: “Primera comunión de niñas anémicas en un temporal de nieve”

Pienso también en otro precursor de los dadaistas, Georg Christoph Lichenberg. Lichenberg fue un maestro de los aforismos. Los Dadaistas usaron uno de sus aforismos para presentar cono una escultura un pedestal vacío cuyo título era esta frase de Lichenberg: “Cuchillo sin filo cuyo mango se ha perdido”

Pienso que es una pena que desde Duchamp se haya perdido el sentido del humor entre los artistas conceptuales.  Echo de menos el cachondeo primigenio de los padres del arte conceptual.

 Pienso que el color es patrimonio de la luz y que sólo es verdaderamente visible cuándo la luz se apodera de la forma.

Pienso que la forma es patrimonio de la sombra y que los territorios sin sombra son territorios amorfos que nos permiten divagar sobre ellos. Es en la ausencia de forma dónde la palabra está más libre.

Por eso los anacoretas se iban al desierto. Dónde nada distrae. Dónde la ensoñación es  posible.

 

 

 

Del precio del dinero.

 

La película de Ingmar Bergman titulada “El huevo de la serpiente” está ambientada en el Berlin de entreguerras. En concreto en los años de la hiperinflación alemana. Para hacerse cargo de la situación de entonces una voz en off al principio de la película nos dice: “Berlin 1923, cuando un paquete de cigarrillos valía un millón de marcos…”.

Josep Pla en la entrevista televisada que le hizo en el programa televisivo “A fondo” Santiago Soler Serrano allá por el final de los setenta se ponía especialmente grave para advertir a los televidentes sobre la necesidad de mantener a toda costa el “precio del dinero”. Él vivió como corresponsal español en los años veinte en Berlín y fue testigo de los desastres de la hiperinflación que fue la verdadera causante del triunfo del nacismo y por ende de la segunda guerra mundial. Yo entonces, cuando vi la entrevista por vez primera, no entendía lo que significaba “el precio del dinero”, ni por qué aquél anciano, de sonrisa de fauno y mirada pícara durante la entrevista, mudaba el semblante abriendo mucho los ojos y abandonando la sonrisa para advertir levantando el dedo índice a los telespectadores:

“…es importantísimo que un país mantenga el precio de su moneda.”

En las últimas semanas hay un clamor generalizado exigiendo al Banco central Europeo que compre deuda de los países con dificultades. Sólo Angela Merkel, la presidenta alemana, se niega. No sé por cuanto tiempo podrá hacerlo. La quiebra (default, dicen que queda más fino y asusta menos) de media docena de países europeos, entre los que nos contamos, es inminente si no se inyecta dinero a espuertas para comprar la deuda que les dé la gana emitir. El problema es que ese dinero sólo se puede conseguir imprimiéndolo por lo que todo costara mucho más porque el dinero valdrá mucho menos.

Entre tanto el gobierno en funciones de España ha decidido indultar al directivo del Banco de Santander Alfredo Saénz.

De no sé qué.

Son las dos de la mañana. Vengo de la enésima cena solidaria de este otoño. La burguesía local se ha puesto sus mejores galas para asistir. Yo he ido directamente del estudio con camisa de cuadros de leñador y una raida chaqueta de pana. Esto me hacía parecer el artista de la reunión. Tener aspecto de artista me resulta muy desagradable. Ha parecido que lo he hecho a idea, pero no. Sencillamente había olvidado el día en que se celebraba.  Me había comprado la entrada y la cena una amiga que me ha llamado a última hora recordándomelo y he asistido sin más. Procuro vestirme del modo mas discreto y anodino posible. Un poco desastrado, eso sí, pero no es intencionado: es mi carácter.

He visto caras de señores mayores que me han resultado familiares. Al rato los he reconocido. Han resultado ser antiguos compañeros de clase y una punzada me ha atravesado el alma para recordarme que yo también soy un señor mayor.

¡Qué le voy a hacer!.

En el coche, de vuelta, he vuelto a pensar en Félix, en su muerte, en mi muerte. En el sin sentido de intentar construir una obra literaria, o pictórica. En las miles de horas pasadas en la soledad mas abrumadora para escribir unas páginas o garabatear cuatro manchas en un lienzo. Para que, con suerte, te escriban tras tu muerte una docena de obituarios.

¿Dónde habrán ido a parar los mil y un conocimientos de Félix?. ¿Por qué vivió tan angustiado por el peso de la obligatoriedad de escribir algo verdaderamente bueno?.

No lo sé.

No creo que tenga nunca la respuesta.

Sólo sé que los señores que hoy he visto en la cena y que en su día vi con pantalones cortos y postillas en las rodillas no tienen la mirada con la que Félix me miraba. Me miraba del mismo modo inquiriente con el que uno se mira al espejo. Sabiendo quién se es pero sorprendiéndose de su reflejo.

Félix

FELIX ROMEO, BESAR LAMER QUERER from lamusica es on Vimeo.

Félix murió hace apenas siete días.

Hace cuatro días, unas letras en un display parpadeante, como las que anuncian la salida de los vuelos de los aeropuertos, componían su nombre y apellidos. Decían también que estaba en la sala veintitantos de un tanatorio tan feo como todos los tanatorios.

Hace tres días, una horrible máquina elevadora que emitia un pitido intermitente e impertinente, lo introdujo en un nicho del cementerio de Zaragoza.

Así es el final de casí todo el mundo.

¡Qué solos se quedan los muertos...! Dijo Bequer.

Por esto él vivió con el afán que viven los que saben lo que están haciendo.

Por esto escribió "Amarillo"

Ayer murió Félix

Félix murió ayer. Y ayer escribí un instante después de enterarme la entrada de abajo. Había pensado reescribirla, corregirla o matizarla. Quizás eliminarla. Pero no lo voy a hacer, así se va a quedar. Así salió y así es.

Félix murió ayer. Y yo ya no tengo con quien hablar, ya no tengo de quien fiarme como me fiaba de él. Félix quería mi bien y el bien de la totalidad de las personas que conocía. Nunca se sabrá la cantidad de proyectos, artísticos o no, que son consecuencia de su entusiasmo e inteligencia. Félix entusiasmaba a los demás, les hacía creer en sí mismos y les impulsaba hacia su destino. Ni más ni menos.

Félix murió ayer. Y con él el nexo entre cientos de personas que él unía para que las cosas fuesen posibles, agradables y amorosas.

Félix murió ayer. Y ya no regalará centenares de ideas y proyectos a cualquiera que le escuchase.

Félix Romeo ha muerto.

¡Queha muerto Félix!.

¡Mecagoenlaputa!.

¡Que ha muerto Félix¡.

 ¡Mecagoenlahostia!.

Félix no podía morir.

No debía morir aún.

Aún no tocaba.

¡Que me he muerto yo también con él!

Félix me quiso como quería él: del modo más desaforado y excesivo que quepa imaginar. Félix me comprendía como yo a él, sin decírnoslo. No hacía falta. En realidad el lenguaje apenas hace falta para decir la verdad.

Félix ha muerto muy angustiado por su porvenir. Con la crísis de la prensa escrita veía peligrar su principal fuente de ingrasos. De eso hablamos la última vez que nos vimos, hace apenas unas semanas. Félix, como yo, no era titulado superior y no podía aspirar a un sitio bajo el sol desde el que mirar la vida con más tranquilidad, sitio que por edad, cansancio, y circunstancia merecía. Le faltaba un papel.

¡A él que si algo le sobraban eran conocimientos, inteligencias, libros y papeles!.

Ahora el que falta es Félix y ahora le harán decenas de homenajes y todo el mundo habrá sido muy amigo suyo.

Adiós Félix.

Otro año más.

Ya está.

Ya estamos aquí mis circunstancias y yo mismo.

Aquí, en la cincuentena.

Hoy tengo la suerte de cumplir cincuenta años.

Hace ya diez que cumplí cuarenta al tiempo que Bin Laden tiraba las torres gemelas.

Hace ya veinte que cumplí treinta en París en la gozosa e insoportable soledad de un minúsculo estudio de la cite international universitaire.

Hace ya treinta que cumplí veinte vestido de soldado de aviación en vísperas de que Tejero entrara en el congreso y se hiciera famoso.

Hace ya cuarenta que cumplí diez en el colegio de los Padres Escolapios de la calle General Franco de Zaragoza con los libros de texto recién comprados y oliendo aún a tinta, con la goma oliendo a nata y los lápices a cedro.

Dicho queda.

De la "cosa mentale ", de "la cosa sensuale" y de la pintura.

Cuando Leonardo escribió aquello de que la pintura es “cosa mentale” seguro que no imaginó las vueltas que a esta frase se le iba a dar en los siglos siguientes a su muerte. Seguro que de haber sido consciente de la gravedad de la afirmación la hubiese matizado más: hubiese dicho, quiero pensar yo, que sí, que es cosa” mentale” pero aún más “sensuale”. Que si sólo es “sensuale”, no sirve, que si sólo es “mentale”, tampoco. Que el pensamiento sin acción lleva a la locura; que la acción sin pensamiento a la estupidez. Que del mismo modo que el funabulista se deja llevar por encima del cable con la máxima concentración para que la locura de jugarse la vida no se convierta en un hecho fatal, el pintor se adentra en la grasosa y untuosa inexactitud de la pintura. Que cuanta más loca sea la aventura más cuerdo habrá de estar el aventurero.

Pero esto solo son especulaciones mías, Leonardo solamente sentenció que la pintura es “cosa mentale”, de lo “sensuale” no dijo nada y esto le sirvió de punto de apoyo, siglos más tarde, a Marcel Duchamp para decir que abandonaba la pintura por ser un asunto meramente “olfativo y retiniano” para concentrarse exclusivamente en la “cosa mentale”.

 Pero a mi parecer, Duchamp nunca dejo de ser un pintor, como demuestra su última y secreta obra “el etant donné” que no es otra cosa, en esencia, que un cuadro renacentista moderno en el que el espectador está obligado a mirarlo, del mismo modo que se escudriña por el ojo de la cerradura,  a través de dos agujeros que reproducen el efecto de la perspectiva cónica central de los cuadros clásicos. 

Quiero pensar que del mismo modo que sólo se puede estar despierto si se ha dormido antes, sólo la pintura puede ser “mentale” cuando es “sensuale” y al revés.

A la pintura le pasa como al tiempo, el sabio Agustín de Hipona  sentenció al respecto:

“-Me preguntáis qué cosa es el tiempo. Si lo pienso no lo sé, más si no lo pienso lo sé”.

Lo mismo ocurre con la pintura, yo no sé decir qué cosa es si se me pregunta, ahora bien si no se me pregunta, lo sé perfectamente. Pocas cosas hay más evidentes para los ojos de un pintor que la pintura misma, del mismo modo que evidente es el paso del tiempo. Podríamos decir, también del tiempo que es “cosa mentale”, y cierto sería, pero no sería menos cierto decir que el paso del tiempo se siente en la carne y que la medida del mismo, más que los minutos, los segundos y las horas, es la profunda angustia vital que su transcurrir nos provoca.

El asunto, es a mi parecer, que el ser humano cree saber cosas que en realidad las siente; y cree sentir cosas que en realidad las sabe. Que el ser humano, esencialmente, no es sino  un mono confundido y erecto que gusta de complicar lo sencillo y simplificar lo complejo.

 Mi amigo el profesor y escritor Carlos Castán me contó que uno de sus alumnos de sus clases de Filosofía en un instituto de Huesca, un día, en plena explicación sobre los sofistas le espetó con un marcado acento rural de la parte de Huesca:

“-Eso da filosofía non vale más que pa matate a cabeza”

Y mi amigo Carlos no pudo quitarle la razón a su alumno.

 

 

 

 

 

la última mirada

La muerte toma su forma más terrible en los ojos levemente humedecidos de un ser querido que la sabe cerca al tiempo que finge que todo va bien, que no hay de qué preocuparse.

Hoy recuerdo las insustanciales y banales  últimas conversaciones que mantuve con las personas que me quisieron y que no quisieron preocuparme, o mejor dicho incomodarme, con la gravedad de su última situación.

No quisieron incomodarme por pudor, o mejor dicho por cortesía. Porque la decrepitud es vergonzante y no es un tema adecuado de conversación con una visita que amablemente va a despedirse.

Pero hoy no puedo dejar de recordar las últimas y húmedas miradas que crucé con las personas que quise y que se han ido. Hoy una punzada en el alma me ha recordado las conversaciones que mantuve con ellas, que versaron más sobre mí que sobre ellos. Hablamos de cómo me iba, de mi siguiente exposición, de dónde iba a pasar las vacaciones, de dónde había cenado la noche anterior…de nada importante.

En realidad no recuerdo haber hablado de nada importante en mi vida

El chacachá del tren...

-Mecaonlaostia…como lo pille al hijoputa. Hacerle esto a mi familia. Será cabrón…

Refunfuñaba un hombre orondo y maduro vestido con un traje nuevo pero arrugado, con el cuello de la camisa desabotonado y la corbata aflojada. A su lado una muchacha veinteañera vestida de novia sollozaba. Esto ocurría en el despacho de un amigo abogado.

 Mi amigo, el abogado, que ya conocía al orondo personaje por ser uno de sus clientes, le dice:

-Tranquilízate Miguel, y trata de contarme lo ocurrido.

-¡Será hijoputa!. Si es que no puedo tranquilizarme, si es que estoy encendido…La culpa la tiene esa puta canción de Mocedades o del Consorcio, o como se llamen ahora…La del “chacachá del tren”….Esa que dice… (Ahora tararea la letra, lo que aumenta los sollozos de la veinteañera) :

“…Al compás del chacachá
del chacachá del tren:
¡qué gusto da viajar
cuando se va en exprés!...”

El abogado, muy en su papel:

-Prosigue Miguel, prosigue…

-Pues eso, que estábamos tan ricamente ayer en la boda de mi chica la Mariluz, aquí presente (nuevo sollozo) cuando después de la cena sonó la puta canción. Y ya sabes lo marchoso que soy. Y salgo a bailar y como en la Conga formo una cadeneta, y yo el primero, y detrás el hijoputa de mi yerno, y “…al compás del chachachá del chachachá del tren” y bailando en cadeneta como una culebra salimos del restaurante siguiendo el compás. Y llegamos al aparcamiento bailando y volvimos a entrar. Y yo no me di cuenta pero al rato echamos a faltar a mi yerno. “Estará en el baño” decía yo tranquilizando a la chica. Pero pasa una hora, y luego otra, y lo empezamos a buscar por todos los lados. Y ya me barrunto yo algo y salgo al parking …¡Y que no estaba su coche¡. Reulta quel hijoputa, se había soltado de la cadeneta, se había montao en el coche y se había pirao…El muy cabrón…

Ahora el estallido de llanto de la joven novia es audible desde la sala de espera.

El abogado replica.

-Comienzo a hacerme cargo del asunto…



 

Del amor, del ingenio, de la sabiduría y de la pintura.

"-Lo único que se ha de hacer con los animales es quererlos.  Yo pasé toda mi niñez rodeado de los corderos que le regalaban a mi padre los pastores de los rebaños en trashumancia.  Mi padre era guardia de riegos y también vigilaba la cabañera. Por eso los pastores y ganaderos le regalaban algunos lechales. Yo les criaba con biberón y eran mis únicos amigos. Aún no he perdonao a mi padre (ahora se le humedecen los ojos), no, no lo llevo bien, aún ahora recuerdo como los degollaba mientras se reía de mí…"

Esto me lo cuenta un amigo en el bar de Villamayor. Mi amigo tiene casi setenta años y aún se emociona.

Algo de esto pasa con la pintura. Lo único que se ha de hacer con la pintura es: quererla. Y sólo queriéndola con toda tu alma puede que algún día ella te quiera a ti. Es así de simple. Por esto por lo simple que es lo complican todo lo que pueden los teólogos aficionados que ahora llamamos críticos de arte.

Y es que a la pintura le pasa como al ingenio. El ingenio es evidente y no se puede fingir. Lo que se puede fingir es la sabiduría por medio de la arrogancia y la pedantería pero el ingenio no. El ingenio explota en el cerebro del oyente o del lector y no hay censura ni autocensura que valga. Por eso los gobernantes totalitarios lo temen y lo prohíben.

Por esto se puede fingir ser un artista pero no se puede fingir ser un pintor. La pintura, la buena, explota en el cerebro del espectador. Sin filtros , sin prejuicios. Por esto es peligrosa y la desdeñan los que están en la sabiduría del arte, porque se quedarían sin trabajo y sin función si dejasen al mundo del arte sin instrucciones de uso.

Lo único que se ha de hacer con la pintura es quererla como quería mi amigo en su niñez a los corderos: de un modo absoluto y de igual a igual. Era su padre al ridiculizar su llanto mientras degollaba al cordero el que lo situaba en el escalafón moderno. El que le hacía sentirse mal por ser tan poco desarrollado.

Los del secreto del arte intentan hacer lo mismo con los que aman la pintura. Pero llevan un siglo largo y no lo han conseguido.

 

 

 

De las navajas y del derecho natural.

Me cuentan en el bar que han multado con trescientos euros a un trabajador por llevar un “cuter” en una caja de herramientas en el maletero de su coche. Resulta que la cuchilla “cuter”esta considerada un arma blanca de categoría nosecuantos. Me dicen que aún fue benévola la benemérita ya que le podían haber “metido” hasta tres mil euracos.

Otro parroquiano del bar interviene para decir que a su sobrino le metieron otros trescientos euros por llevar un machete en la mochila cuando iba de excursión. Otro, que a un conocido le multaron con otros trescientos por la navaja multiusos que llevaba en la guantera.

 

Incrédulo, al llegar a casa consulto en google sobre el asunto. Encuentro centenares de casos.

 

¿Pero desde cuándo en este país de faca en la faja no se puede portar ni un triste abrecartas?. ¿Cuándo ha emanado esta ley del pueblo a la cámara de diputados?.

 

Recuerdo a mi abuelo regalándome una bonita navaja al tiempo que me decía:

 

-Un hombre debe de llevar siempre corte encima.

 

Hacía lo mismo que hizo su abuelo con él, y con su abuelo su tatarabuelo y así hasta llegar al principio de la civilización.

 

¿No es este un derecho primigenio y natural desde la edad de bronce?. ¿No sería el primero de los derechos y deberes de todo homínido el portar la herramienta primigenia, la heredera del hacha de silex: la navaja?.

 

¿Alguien me puede indicar el modo de protestar contra esta ley humillante, recaudatoria, imbécil y tardosocialdemocrata?

Subasta a favor de la Unicef.

Subastan una mesa de Ikea pintada por mí en beneficio de la Unicef. Si queréis pujar aún se está a tiempo.  

Los curiosos e/o interesados pueden "punchar" aquí:

 

http://cgi.ebay.es/Mesa-LACK-de-Pepe-Cerda-/330572610274

Del dandysmo inverso.

Cavilo que quizás se podría hablar de un nihilismo baturro. Una forma de ser descreído típicamente aragonesa. Un ir en contra de toda autoafirmación pedante aún a costa de uno mismo. Sería una especie de dadysmo inverso. De este tipo de gentes me he encontrado por aquí más que en ningún otro sitio, por algo será…

Bigott, además, parece ser un estupendo músico.